
José Cal, español que pasó su juventud en Cuba, sólo se explica el fracaso del desembarco de Bahía de Cochinos -la operación que en 1961 pretendía derrocar el régimen comunista- por la misma razón que Castro se ha perpetuado más de medio siglo sin apenas sobresaltos: «Hay poderes por encima del presidente de Estados Unidos», dice convencido.
Con apenas 25 años y sin un duro, Cal fue seducido por el rumor que corría en Madrid durante la primera mitad de 1960: había en marcha un desembarco en la isla organizado por cubanos exiliados para acabar con Fidel Castro.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraJosé, que había estudiado en la Academia Naval cubana, no se lo pensó y pidió dinero prestado al Comité Internacional de Rescate -organismo surgido para ayudar a los judíos a salir de la Alemania nazi- para viajar hasta Miami.
Allí sería instruido por el ejército de Estados Unidos y oficiales cubanos para la operación, un plan original del presidente Eisenhower ejecutado más tarde por la CIA y la administración Kennedy.
Cal cita a Actuall en una terraza de Madrid en uno de los días más calurosos de esta agonizante primavera. Es fácil reconocer a nuestro hombre por el sombrero Panamá que luce como sólo los cubanos saben hacerlo. Y eso que él es español: llegó a la isla caribeña con seis años y se marchó con 23, meses después del asalto al poder de Fidel Castro y sus barbudos. Para entonces ya estaba seguro de que aquello no sería cosa de tres días como creía su padre: «Esto será como la revolución de Pancho Villa», predijo con escaso acierto.
Aunque lleva casi toda su vida en España, José Cal conserva el acento cubano como si desprendiéndose del mismo renunciara a un pasado que no quiere olvidar. Su madre -como él- era nativa gracias a que su abuela nació en la isla. Pero al poco de estallar la revolución castrista sus padres se marcharon malvendiendo algunos de sus bienes. «Lo vendimos todo a mitad de precio, pero en el fondo ganamos», dice.
El ‘rey del azúcar’
José, sin embargo, se quedó algo más en Cuba. Fue hasta diciembre de 1959 para graduarse como alférez de fragata en la Academia Naval de Armería. La víspera de Nochebuena aterrizó en Madrid, lugar del que no tenía pensado marcharse hasta que a sus oídos llegó el rumor de que algo se estaba cociendo en Miami: los exiliados cubanos preparaban una pequeña invasión de la isla para derrocar al jovencísimo régimen castrista.
Cal cruzó nuevamente el charco para reunirse con sus colegas en la capital de Florida. «Volví en el verano de 1960. Julio Lobo, ‘El rey del azúcar de Cuba’, un hombre poderosísimo, logró que en la embajada americana me dieran el visado para viajar a Miami».
Allí nació la Brigada 2506, compuesta por algo más de mil hombres entre los que había pilotos y marinos. «Con el respaldo de Estados Unidos nada podía fallar», pensaban los jovenes idealistas. Por eso hoy la pregunta es obvia: ¿qué falló en la operación?

El 17 de abril de 1961 un millar de hombres desembarcó en Playa Girón y Playa Larga, en Bahía de Cochinos, aunque el plan inicial era otro. «El objetivo original era desembarcar en la sierra del Escambray, tomar la radio y provocar una revuelta popular. Pero en enero de 1961 toma el poder en EEUU John F. Kennedy, al que le aconsejan que no se involucrara más de la cuenta».
En la sierra de Escambray había campesinos alzados contra los revolucionarios de Fidel organizados por universitarios católicos. Había un servicio de información y una resistencia que, una vez triunfara el desembarco, se unirían a los rebeldes.
«Cuando salimos de Miami no sabíamos adónde íbamos. Llegamos a Vieques, en Puerto Rico, cuando teníamos que haber desembarcado al este de Cuba para distraer al enemigo»
Pero José Cal recuerda que desde el principio la falta de transparencia caracterizó la operación. «Cuando salimos de Miami no sabíamos adónde íbamos ni teníamos acceso al puesto de mandos. Llegamos a Vieques, una isla al sureste de Puerto Rico en la que entrenaban los marines, y nuestros oficiales protestaron. Teníamos que haber desembarcado en Moa -al este de Cuba- para distraer al enemigo».
En su caso ni siquiera llegaría a alcanzar la costa cubana. El barco en el que arribó a Puerto Rico regresó a Florida, por supuesto, sin el conocimiento de los brigadistas. «Fue frustrante no poder desembarcar con nuestros compañeros».
El resultado, ya narrado en mil ocasiones, fue un desastre: las tropas de Fidel Castro repelieron el ataque en Bahía de Cochinos sin mayores problemas haciendo cientos de prisioneros. La playa elegida para el desembarco era un terreno absurdo y cenagoso donde a duras penas se podía avanzar.
Pero lo peor fue el fallo en la logística. De los 16 aviones que tenían que allanar el camino de los brigadistas sólo lo hicieron tres. Estados Unidos, con dos portaaviones frente a la costa, no dio la cobertura prometida a los cubanos dejados a su suerte en las playas.
Como el desastre del Maine
El jefe de la Armada, almirante Arleigh Burke tiene una conversación dramática y decisiva con el presidente Kennedy. Burke le pide autorización para mandar aviones de guerra a la cabeza de playa donde los invasores están siendo cosidos a balazos. Kennedy dice no.
-Almirante, no quiero a los Estados Unidos envueltos en esto-, arranca Kennedy.
-Demonios, presidente -dice Burke-, ya estamos metidos en esto. No podemos dejarles tirados.
-Es un problemas entre cubanos-, sentencia el líder demócrata desde la Casa Blanca.
Después de aquello el almirante Burke soltó una frase para la historia: «Es la segunda mancha negra que ha tenido Estados Unidos después del hundimiento del Maine en 1898».
«Si lo miras desde el punto de vista de lo lógica, no tiene sentido. Por eso hay que pensar que en Estados Unidos hay un poder que gobierna por encima del poder político»
Al conocer este episodio Cal ya no tuvo dudas: «Comprendí que la operación se diseñó a propósito para fracasar, jamás hubo intención de derrocar a Fidel Castro». La mayoría de los brigadistas cubanos señaló a John F. Kennedy como responsable del fracaso en Bahía de Cochinos, pero con la perspectiva del tiempo José Cal va mucho más allá. «Si lo miras desde el punto de vista de lo lógica, no tiene sentido, pero así fue. Por eso hay que pensar que en Estados Unidos hay un poder que gobierna por encima del poder político».

Es la misma tesis que defiende el presidente de la República de Cuba en el exilio, Rodolfo Nodal y Tarafa, que asegura poseer un documento secreto del Gobierno estadounidense desclasificado mucho después donde queda claro que «el plan del desembarco no se hizo para triunfar ni para derrocar a Castro».
Cal incluso se remonta a los meses previos al golpe de Castro para explicar lo que más tarde sucedió en el fallido desembarco. «Antes de la revolución había miembros de la embajada de EEUU que estaban haciéndole el juego a Fidel Castro. Un cargamento de armas que había comprado el Gobierno de Cuba procedente de Estados Unidos acaba en diciembre de 1958 en manos de Castro».
José no olvida y aún mantiene la dignidad a flote incluso cuando el Gobierno español (el de Aznar y el de Zapatero) le propuso un trato para zanjar el asunto: aceptar una cantidad de dinero a cambio de renunciar a algunos de los bienes que sus padres dejaron en Cuba. «Rechacé la propuesta, les dije que no era un problema de dinero sino de dignidad».