
Probablemente desde Kant, quedó plasmada la idea de que entre la metafísica y la religión existe un abismo casi infinito. Gracias a él, la idea de que la razón no tiene acceso a Dios y la religión no tiene cabida en la razón son premisas que quedaron grabadas a fuego en la Ilustración. La Ilustración fue por antonomasia la Edad de la Razón y Kant fue uno de los intelectuales más influyentes en el pensamiento de su época.
No podemos clasificar a Kant de una manera categórica porque su pensamiento fue excesivamente complejo, por lo que encapsularlo bajo una característica sería una visión muy simplista. Por esto, lo más apropiado a la hora de hacer crítica sobre Kant, es establecer de forma clara que elementos se están criticando de él.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraSus obras más conocidas son La Crítica de la Razón Pura y La Crítica de la Razón Práctica. Razón pura significa la facultad de razonar cuando se llevan a cabo análisis de pensamiento como en matemáticas o lógica deductiva. Lo que se aprende de esta labor es distinto de cuando se emplea la razón para dar cuenta de las percepciones sensibles. Haciendo una enorme síntesis sobre los postulados kantianos podemos decir que Kant concluye con tres “antimonias de la razón pura” – debemos entender antimonia como una contradicción entre dos principios racionales-. Kant sostiene que el conocimiento de Dios, el mundo y el alma que hemos tenido consiste en meras antinomias.
Esto no significa que Kant niegue la existencia de Dios. Intenta explicar que el alma no es conocible por la percepción sensible y por lo tanto no ha de ser objeto filosófico, ya que su existencia no puede establecerse ni a posteriori ni a priori. Este tipo de planteamiento le llevó a concluir en una de sus más célebres afirmaciones: “debí, por tanto, suprimir el saber para obtener lugar a la fe”. Cabría hacerse la pregunta de si algunas cosas son conocidas mejor por la fe que por la razón. Esta pregunta que es esencial en la Teología, es compleja porque incluso el argumento más razonado sobre la existencia de Dios, a mi juicio, nos conducirá a que el Dios de la revelación sólo se podrá conocer en plenitud a través de la fe.
El Concilio Vaticano I en su Constitución dogmática Dei Filius de 1870, dejó claro que: “la fe y la razón no pueden nunca disentir entre sí”. El conocimiento pleno de la fe no puede entenderse como uno que se enfrente a la razón, sino que tiene preeminencia. En defensa de Kant, debemos decir que sus ideas fueron tomadas con gran aceptación por los ilustrados por creer que irían en contra de la existencia de Dios y de la religión católica en particular, pero esa no fue su intención, es más, Kant siempre buscó mantener las distancias con los ilustrados; no se le puede encasillar en la tradición racionalista de Descartes, Spinoza o Leibniz.
En 1792, Kant publica el libro La religión dentro de los límites de la mera razón. En el prólogo del mismo dice que prepara una superposición entre la razón pura y la razón práctica. En este libro se observa un cambio significativo en la perspectiva kantiana: si en la Crítica suprimía el saber para obtener lugar a la fe, La religión se pregunta qué clase de cristianismo puede construirse si se admite solo el conocimiento de la razón pura. Kant estudia y disecciona el pecado original, la cristología con la idea de un “mesías”, el lenguaje sobre el “hijo de Dios”, la Resurrección, etcétera y concluye que no pueden suscribirse en el ámbito de la “religión racional pura”, pero Cristo sí.
Si hacemos un análisis histórico sobre la relación entre filosofía y razón debemos mencionar la aportación de santo Tomás de Aquino cuando definió el conocimiento filosófico como: “el que puede obtenerse en base a la razón misma y en cuanto tal, sin la enseñanza de la Revelación”. La teología: “no encuentra sus contenidos por sí misma, sino que los recibe de la revelación”. Este planteamiento que inició santo Tomás, cogió su máxima fuerza con Kant que, sin hacerlo a propósito, desarrolló todo un programa de radicalismo para los reformadores. De esta manera se inició la nueva concepción de separación entre razón y metafísica, filosofía y teología. Al decir Kant que tuvo que dejar de pensar para dar espacio a la fe, ancló la fe en la razón práctica y le negó el acceso a la realidad plena.
Al separar el “Dios de la fe” del “Dios de los filósofos”, se presupone una contradicción irreconciliable entre ambos. Si bien santo Tomás tuvo cierta confusión al delimitar los límites entre razón y fe, Kant agravó el asunto de forma radical.
Para ser justos hemos de decir que, si Kant llevó la religión al reduccionismo con su separación entre fe y razón, el antecedente crucial lo asentaron san Alberto Magno y santo Tomás. En la encíclica Fides et ratio, Juan Pablo II dice: “San Alberto Magno y santo Tomás, aun manteniendo un vínculo orgánico entre la teología y la filosofía, fueron los primeros que reconocieron la necesaria autonomía que la filosofía y las ciencias necesitan para dedicarse a sus respectivos campos de investigación. Sin embargo, a partir de la baja Edad Media la legítima distinción entre los dos saberes se transformó progresivamente en una nefasta separación”.
Kant negó que se pudiera conocer a Dios en el ámbito de la razón pura, pero al mismo tiempo le dio a Dios la libertad de postularse dentro de la razón práctica. Independientemente de esto, y en palabras de Benedicto XVI: “incluso quien no logra encontrar el camino de la aceptación de Dios debería, de todas formas, buscar vivir y dirigir su vida, como si Dios existiese”, es decir, para un cristiano las normas morales se basarán en el amor al Dios cristiano, pero para un no creyente se deberían basar en el “Dios de su propia conciencia”. La fe y la razón deben relacionarse de forma necesaria y regenerarse de forma mutua.
José Carlos Sacristán, Colaborador de Enraizados