Mucho se ha dicho ya respecto a la decisión de Pablo Iglesias de dejar su cartera ministerial y abandonar la Vicepresidencia Segunda del actual Gobierno de España incluso algunos han llegado a especular sobre razones de orden personal, como son las supuestas malas relaciones con su pareja y correligionaria Irene Montero; cuestión que desconozco pero, que de ser cierta, tan sólo me interesaría en cuanto a sus posibles efectos en el ámbito público.

Por mi parte quiero hacer algunas consideraciones que pueden estar tras el aparentemente sorprendente paso dado por Pablo Iglesias al renunciar a sus anteriores e importantes cargos gubernamentales devaluando, en principio, su objetivo a pasar a confrontar una pugna electoral muy importante -pero de menor grado de las responsabilidades que ya posee- en la que, además, no tiene ningún tipo de posibilidad de ganar ni, tampoco, de gobernar (esto último se deduce de las manifestaciones realizadas por el candidato socialista Sr. Gabilondo quien ha declarado que no gobernará con él, aunque ganara el bloque de izquierdas).

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¿Entonces?, más allá de que -como dice Diaz Ayuso- España le deba una y, particularmente, se la deban los miembros del gobierno socialista, ¿por qué da este paso? En mi criterio, se trata de la huida de Pablo: consideremos lo siguiente:

1.- El enfrentamiento permanente entre los dos gobiernos que preside Sánchez comenzaba a ser, también, un auténtico desgaste para Iglesias quien, además, no capitalizaba en resultados ni de apoyo popular ni electorales.

2.- Porque en esa confrontación, los proyectos de ley “estrella” para los podemitas han naufragado: el control de precios de los alquileres, la política de vivienda y la ocupación, la Ley Trans, la congelación del SMI, el mal funcionamiento de la prestación pública no contributiva, el mantenimiento de la reforma laboral del PP…. No han conseguido sus objetivos, no han conseguido sacar la cabeza y visualizar éxitos en su acción de cogobierno.

3.- Unidas a lo anterior se encuentran las previsiones electorales de su partido en la Comunidad de Madrid cuyos sondeos ponían en cuestión la representación de Podemos ante la posibilidad de no alcanzar el umbral mínimo del 5% de los votos para tener representación; cuestión gravísima que, parece, tan sólo la presencia y el tirón electoral de Iglesias al frente de la candidatura pudieran frenar.

4.- La salida del gobierno le facilita a Pablo la disposición del tiempo necesario para algo tan querido en la izquierda radical como es el control pleno del partido. Ahora pude volver a controlar plenamente el apparatchik a su servicio, más aún cuando su sucesora en el gobierno es quien personalmente él ha elegido, quien ha designado como heredera.

Desde la libertad de los ciudadanos no van a triunfar, pero desde la quietud social, desde la subversión de la calle, desde la revolución -si permanecemos en el quietismo- todo es posible

5.- Que la sucesora sea Yolanda Díaz, por más que se pretenda estar por debajo de la figura económica del gobierno, Nadia Calviño, significa un puente con el sindicalismo y con la huelga, las manifestaciones y la confrontación social que puede activarse de no aceptar la parte socialista (y la UE) la contrarreforma laboral que reivindica su fuerza política.

6.- Pero, sobre todo, me parece que Iglesias tenía un futuro en el gobierno difícilmente asumible. Es el momento de gobernar ya que se va producir -no tanto por la voluntad y querencia del actual gobierno- sino, como consecuencia de las lógicas exigencias de la Unión Europa para que se materialice su solidaridad -indispensable para la recuperación empresarial, laboral, económica y social de España- controlando sus ayudas imprescindibles para nosotros y justificadoras de su eficacia. Obviamente, ello exige la adopción de medidas impopulares, de apretarse el cinturón, de hacer bandera del rigor, la honestidad, el sentido común y la profesionalidad, de gobernar y administrar bien nuestra casa común. Básicamente actuar en dirección contraria a lo que le gustaría hacer. De ahí su huida.

7.- Por otro lado, ello le deja las manos libres de actuar controlando al partido y controlando la calle -sea con el apoyo sindical que citábamos- sea con la movilización de la radicalidad (creciente ante el descontento social que hay y que se avecina) o con la movilización de los resortes sociales que todavía controla.

Desconozco como le saldrá la jugada, pero no ignoro la peligrosidad que encierra. Como comunista quiere la dictadura del proletariado o, si lo prefieren, más aparentemente suave, el alzamiento bolivariano lo que precisa -como acredita su condición de antisistema- el derribo de la democracia. Ahora les queda la calle libre, estamos advertidos. Sabemos que desde la libertad de los ciudadanos no van a triunfar, pero desde la quietud social, desde la subversión de la calle, desde la revolución -si permanecemos en el quietismo- todo es posible.

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