El Ayuntamiento de Madrid cambiará el nombre de treinta calles de la capital y retirará insignias y placas que tengan relación con el franquismo. La marca blanca de Podemos, Ahora Madrid, argumenta su decisión por “exaltar la sublevación militar, la dictadura franquista y la represión posterior durante 40 años”.

La decisión de Ahora Madrid, con el beneplácito del PSOE, se basa en el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, que insta a las Administraciones Públicas a retirar todos los “escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

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Pero se dejan en el tintero a históricos personajes de izquierdas implicados directamente en sublevaciones (como Lluís Companys) o sangrientas matanzas (Largo Caballero, Carrillo). ¿Por qué quitar solo a los de un bando y no a los de otro?

He aquí seis ejemplos de las calles “olvidadas” en las iniciativas de grupos como Ahora Madrid, en la capital de España o Compromís, en Valencia:

Calle Francisco Largo Caballero (Madrid capital, Almería o Alcobendas):

Político de ideología marxista, conocido como el Lenin español, fue presidente de la II República al principio de la Guerra Civil. Para él los medios, como la violencia, justificaban el fin, como refleja esta frase que se publicó en El Socialista en 1933, antes de la guerra: “Dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas, habrá que obtenerlo por la violencia”.

También fue uno de los cabecillas de la Revolución de Asturias de 1934, un movimiento huelguista en contra del gobierno de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) que terminó en tragedia con cerca de 2.000 muertos.

Calle Santiago Carrillo (Gijón, Getafe, Sevilla):

Santiago Carrillo/ Wikimedia
Santiago Carrillo/ Wikimedia

Secretario General del Partido Comunista durante más de 20 años, participó en la Guerra Civil como capitán en las filas del bando republicano. Al inicio de la contienda, Carrillo fue nombrado Consejero de Orden Público, cargo desde el que participa en los fusilamientos de Paracuellos, en los que murieron entre 4.000 y 5.000 presos, civiles y militares, que fueron enterrados en fosas comunes.

Calle Juan Negrín (Leganés, Las Palmas):

Presidente de la II República entre 1937 a 1946, fue el responsable del envío del oro del Banco de España a Moscú y permitió la tortura y asesinato de Andreu Nin, líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), por orden de Stalin, a través de Alexander Orlov, su agente del KGB en España. Negrín se comportó durante la Guerra como un títere del Kremlin.

Calle Lluís Companys (Barcelona, Lleida, Viladecans, Blanes, Roses, Tarragona):

Político y abogado español, líder de Esquerra Republicana y presidente de la Generalitat de Cataluña durante la II República, desde 1934 hasta 1940. El 6 de octubre de 1934, a pesar de que Cataluña contaba con estatuto de autonomía, Companys proclamó el “Estado Catalán” y se dispuso para afrontar una guerra contra el resto el España. Su órdago al gobierno central costó la vida a medio centenar de personas.

Calle Dolores Ibárruri ‘La Pasionaria’ (Fuenlabrada, Aravaca, Alcobendas, Getafe):

Calle Dolores Ibárruri 'La Pasionaria'
Calle Dolores Ibárruri ‘La Pasionaria’

Secretaria General del Partido Comunista, aliada incondicional de la URSS y devota de su líder, José Stalin, era muy reconocida por sus discursos, en los que incitaba a la violencia y a la lucha. Se sospechó de su implicación en la muerte de José Calvo Sotelo después de que le dijese en el Congreso: “Ese hombre ha hablado por última vez”. La cita no consta en el diario de sesiones, pero el historiador Salvador de Madariaga y el diputado Josep Tarradellas fueron testigos de la velada amenaza.

Calle Indalecio Prieto (Sevilla, Madrid, Leganés, Bilbao):

Ministro de Defensa durante la II República y uno de los líderes de la Revolución de Asturias de 1934. Durante la guerra, planeó en secreto bombardear el funeral del General Mola con la ayuda de la aviación soviética para asestar un golpe mortal a los sublevados, pero Manuel Azaña lo impidió en el último momento, por miedo al desgaste de imagen que podría ocasionar a la II República, según cuenta José María Zavala en su libro “Los gánsteres de la Guerra Civil”

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