La pandemia de coronavirus ha sido una de las más extendidas y mortíferas de los últimos siglos, para luchar contra ella y las consecuencias negativas en la economía, la sociedad y la población se han invertido técnica y recursos tanto materiales como humanos. Ha sido el mayor y más rápido despliegue de la Historia para luchar contra un virus.

Existen en la sociedad, los medios de comunicación y entre amigos o desconocidos discusiones sobre el coronavirus, la eficacia de tal o cual vacuna, el acierto de las medidas gubernamentales o la actuación más o menos responsable de la gente. Estas conversaciones, por razones de todos conocidas, lamentablemente, no se dan en bares ni con compañeros en el trabajo, sino, la mayor parte del tiempo únicamente por medio de las nuevas tecnologías.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Utilizando este medio digital donde ya ha habido buenos artículos que invitaban a la reflexión y daban argumentos e información en cantidad y de calidad escritos por Nicolás Jouve, Inmaculada Fernández, Candela Sande o Alfonso Basallo quiero ahondar en algunos asuntos que quizás hayan pasado de largo y suscitar un debate que muchos medios de comunicación o redes sociales ocultan o silencian.

No podemos obviar ciertas preguntas ni olvidar que es necesaria una ponderación de derechos cuando varios entran en conflicto. Para muchos, la tecnología es unívoca y sólo puede conducir al éxito, el progreso y ser positiva. Pocos se paran a pensar en las consecuencias. Los actos humanos tienen consecuencias y estas no siempre son positivas. Los actos científicos, como actos humanos, no siempre son positivos.

Muchos no se permiten hacerse las preguntas porque no se puede dudar de los nuevos dogmas científicos o la sociedad se echará encima tachando a fulano o a mengana de anti-progreso, cavernícola, terraplanista, negacionista o cualquier adjetivo similar. Cuando no se permite debatir la Ciencia o su aplicación con métodos de otras ciencias, las posturas se convierten en un mejunje o brebaje de cientificismo, sectarismo e imposición.

Puestas estas premisas nos podemos hacer preguntas sobre las vacunas, su eficacia, su conveniencia para toda la población, la necesidad de vacunar a todas las personas o sobre las medidas científicas. Es conveniente crear debates en el ámbito económico, médico, científico, jurídico, religioso, moral y ético.

Un comentario general del Dr. Jouve sobre las vacunas puede abrir el debate: «La vacunación es con seguridad el tratamiento médico preventivo que más vidas ha salvado en todo el mundo y el principal procedimiento que tiene la humanidad para librarse de las enfermedades infecciosas”

¿A quién vacunar primero? ¿Se debe vacunar a todos los grupos? ¿Son todas las vacunas iguales?

¿Debe ser obligatoria la vacuna? ¿Se puede negar alguien a recibir la vacuna?

La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO que si bien no es vinculante jurídicamente para los Estados, sí es un compromiso político, indica en su artículo 6.1. que toda intervención médica sólo habrá de llevarse a cabo previo consentimiento libre e informado y expreso de la persona interesada, basado en la información adecuada.

Un juez de guardia en Santiago de Compostela decidió que había que vacunar a una anciana incapacitada pese a la oposición de su hija, familiar de referencia. “Es verdad que vacunar puede conllevar un riesgo, pero no hacerlo también. La epidemia se va expandiendo y el riesgo vital es muy significativo, se trata de poner en la balanza los dos riesgos y optar por el mal menor, que para una persona de 84 años es vacunarse”, justificó el juez. Este juez impuso su propia opinión o incluso confianza en una vacuna ante una pandemia frente a la prudencia de la familia que prefería esperar para comprobar que la vacuna era segura. No sería la primera vez que un juez decide demasiado rápido y ya conocemos el refrán castellano de que “las prisas no son buenas consejeras”.

Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España indicó que “la vacunación obligatoria no es necesaria ni oportuna. No es conveniente. La vacuna va a tener éxito por ella misma. La gente, a medida que vaya cobrando confianza, se va a vacunar”.

Muchos preferirían esperar a tener más información sobre efectos secundarios a voluntarios que han desarrollado parálisis facial, síndrome de Kerr, u otros problemas médicos graves tras recibir la vacuna. No hay resultados concluyentes de la aplicación de vacunas a embarazadas o lactantes y quien tiene inmunidad natural por haber pasado el coronavirus quizás no debería vacunarse o no hacerlo mientras mantenga esa inmunidad. Otros creen que lo mejor es vacunarse cuanto antes para poder olvidar esta pesadilla pandémica y tienen sus razones. Algunos son prácticos: “Si en mi trabajo o la Seguridad Social me pagan la vacuna pues me vacuno y ya está”.

Si puede alguien negarse a recibir la vacuna rusa, china o estadounidense, por motivos políticos ¿se pueden negar alguien a vacunarse por motivos éticos o religiosos?

¿A quién vacunar primero? ¿Se debe vacunar a todos los grupos? ¿Son todas las vacunas iguales? Los países se están lanzando a comprar miles o millones de vacunas ante el miedo a que su población se quede sin ellas y muchos de ellos han comprado el doble, triple o hasta quíntuple de las dosis necesarias. Como jurista que además de en el ámbito de los derechos humanos he trabajado en ámbitos mercantiles y fiscales me encantaría tener acceso a los contratos de compra y conocer las cláusulas en el caso de que unas vacunas no reciban aprobación, no cumplan los plazos, así como las penalizaciones para los estados si no llegasen a necesitar las dosis compradas.

¿Se puede rechazar una u otra vacuna? Si puede alguien negarse a recibir la vacuna rusa, china o estadounidense, por motivos políticos ¿se pueden negar alguien a vacunarse por motivos éticos o religiosos? En principio, existe el principio de voluntariedad de los actos médicos y las autoridades deberían tomar en cuenta la voluntad del paciente o de quien tenga la tutela o curatela asignada. ¿Qué podrían hacer los estados ante ciudadanos que se nieguen a vacunarse y con ello ponen en riesgo al resto de la población? Por medicina y por virología sabemos que si la mayoría de la población está vacunada -y la vacuna es eficaz- no se producirían nuevos brotes considerables de esa enfermedad. Deberíamos tener incentivos en vacunarnos todos para, de esa manera, proteger al resto de la población.

¿Se puede objetar ante una vacuna que utilizase fetos abortados en el proceso de producción? ¿Podría una vacunación ante una pandemia justificar el mal intrínseco de la destrucción de una vida en el aborto? Aquí hay una respuesta concisa y concreta de la Congregación para la Doctrina de la Fe que se debe considerar como criterio de formación de opinión. En la Nota se indica que el grado de responsabilidad es diferente en la cadena de utilización de fetos abortados en los procesos de creación de vacunas, obviamente es menor en el receptor de la vacuna que en quien practicó el aborto o quien utilizó las células de un feto abortado como base para crear vacunas hace ya varias décadas. “Sin embargo, se debe subrayar que el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y presupone la oposición a esta práctica por parte de quienes recurren a estas vacunas”.

Este artículo deja probablemente más preguntas abiertas que respuestas claras y contundentes. El objetivo indisimulado era abrir el debate, la discusión y fomentar la capacidad crítica y de pensamiento. Animo a seguir con estos debates en los mismos medios de comunicación, redes sociales, llamadas telefónicas y, espero que pronto, en tertulias en el trabajo, bares, restaurantes y casas de familiares y amigos.

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Rubén Navarro es abogado y licenciado en Administración y Dirección de Empresas. Le encanta viajar y comunicarse con amigos de otras culturas e idiomas, además de un buen café por la mañana. Habla inglés, francés e italiano. En Ginebra desde 2011, ha trabajado con diplomáticos, legisladores y ONG en la defensa de la familia, la vida y la libertad religiosa en el Consejo de Derechos Humanos dela ONU. Es autor de un capítulo en el libro ‘La Batalla por la Familia en Europa’, coordinado por Francisco José Contreras.