Nicolás Maduro, Andrés Manuel López Obrador, Daniel Ortega y Evo Morales.
Nicolás Maduro, Andrés Manuel López Obrador, Daniel Ortega y Evo Morales.

Una falacia muy extendida por tierras de Hispanoamérica consiste en hacerle creer a la gente que los líderes populistas, cuando afirman luchar por ideales de justicia, se convierten en los grandes opositores al imperialismo yanqui.

Y es que, durante las últimas cuatro décadas, han surgido en tierras hispanoamericanos una serie de caudillos que, por vociferar como enajenados en contra de los Estados Unidos, logran que millones de ingenuos lleguen a considerarlos auténticos salvadores de sus pobres pueblos.

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Tales serían los casos de Echeverría, López Portillo y López Obrador en México, así como de Allende, en Chile; de Nicolás Maduro, en Venezuela; de Evo Morales, en Bolivia y de los jefecillos sandinistas, en Nicaragua.

Que alejados están de la realidad quienes piensan de ese modo…

Desde luego que solamente un ignorante en materia histórica se atrevería a negar el despojo continuo y arbitrario que los Estados Unidos han hecho de las riquezas de estos pueblos que habitan al sur del Río Bravo.

Calificando despectivamente a los pueblos hispano católicos con el epíteto de “repúblicas bananeras”, los yanquis se dedicaron a comprarles, a precios bajísimos, las mercancías y materias primas que producían. Una vez industrializadas en Norteamérica, esas mismas mercancías se las vendían a los hispánicos al precio impuesto por los gringos, el cual -no está por demás saberlo- solía ser altísimo.

Y con el objeto de salvaguardar sus intereses, los Estados Unidos apoyaron a una serie de dictadores que vigilaban que dichas operaciones mercantiles se desarrollasen sin mayores incidentes. Ejemplos de algunos de dichos dictadores tropicales fueron Batista, en Cuba; Trujillo, en la República Dominicana; Somoza, en Nicaragua, etc. etc.

Auténticos caciques que, como perros fieles, custodiaban los intereses gringos y que a cambio se les permitía hacer cuanto les viniese en gana.

Sin embargo, a partir de los años 70 del pasado siglo XX, la situación dio un giro diferente.

Fue durante aquellos años que en Hispanoamérica llegaron al poder una serie de líderes populistas que, apoyándose en el justo resentimiento de los pueblos hispánicos, aprovecharon dicha circunstancia para imponer regímenes hostiles a la libre empresa.

Debido a sus torpes políticas económica, muy pronto dichos países fueron a la quiebra, con lo cual aumentó el desempleo, el hambre, la delincuencia, el narcotráfico y el resentimiento social.

Es aquí donde observamos una aparente contradicción: ¿Cómo se explica que los Estados Unidos no solamente toleren sino incluso apoyen a gobiernos tercermundistas que continuamente atacan al imperialismo yanqui?

O dicho con un ejemplo: ¿Cómo se explica que los Estados Unidos toleren y no derroquen al dictador venezolano Nicolás Maduro?

La respuesta nos la da la lógica más elemental: Los más fuertes competidores de los Estados Unidos en el mercado internacional son los países que han adoptado el mismo sistema de empresa privada, como serían los casos de Japón y Alemania, naciones que -a pesar de haber sido derrotadas en la II Guerra Mundial- actualmente son poderosas potencias económicas.

Pobreza y demagogia es lo único que producen una serie de populistas que, aunque se resistan a reconocerlo, lo que en realidad están haciendo es apoyar a una serie de insaciables capitalistas gringos que lo tienen todo fríamente calculado

Dicho en otras palabras: considerando la gran riqueza de recursos naturales que poseen los pueblos hispánicos, a los Estados Unidos de ninguna manera les conviene que dichos pueblos sean gobernados por elementos que sepan aplicar las teorías económicas que han dado resultado en otras latitudes.

Y es que, si eso ocurriera, en muy poco tiempo, las naciones hispanoamericanas que hubiesen aplicado tan exitosas teorías, se transformarían en potencias económicas. Unas potencias que serían peligrosos competidores de unos Estados Unidos que no serían ya la única voz dentro de los foros económicos internacionales.

Esa es la explicación por la cual -aunque sea difícil de entender- los capitalistas yanquis que controlan los grandes centros financieros no solamente alientan sino incluso apoyan a una serie de demagogos que, por aplicar tan erróneas doctrinas financieras, están destinados al fracaso.

Todos esos demagogos -auténticos pobres diablos- lo único que hacen es empobrecer a sus pueblos a cambio de que se les permita dar de gritos en contra del imperialismo yanqui.

Pobreza y demagogia es lo único que producen una serie de populistas que, aunque se resistan a reconocerlo, lo que en realidad están haciendo es apoyar a una serie de insaciables capitalistas gringos que lo tienen todo fríamente calculado.

De este modo, los gobernantes populistas, al igual que los dictadores bananeros de pasadas épocas, vienen comportándose como fieles custodios de los intereses gringos: los de ayer permitían el saqueo de materias primas; en cambio los de hoy se encargan de echar a perder las economías de sus países con el fin de que los Estados Unidos no tengan competidores.

Los extremos se tocan. No hay duda, como bien dijera John Fuster Dulles, “los Estados Unidos no tienen amigos sino intereses”

Y concluimos con una reflexión: Muy diferente sería el panorama si varias repúblicas hispanoamericanas se unificasen en lo ideológico y aplicasen doctrinas económicas que han dado buenos resultados allí donde se han puesto en práctica.

En el momento en que los gobernantes de los pueblos hispánicos abran los ojos y gobiernos apegados a la ortodoxia económica, en ese momento habrá surgido un poderoso bloque que sería un fuerte contrapeso al tan odiado imperialismo yanqui.

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