Tras la Crisis del 2008, muchos pensadores conservadores han puesto en duda los fundamentos del llamado fusionismo de la derecha imperante desde la década de los 60 hasta prácticamente hoy en día. Este movimiento que tenía como representantes políticos a Ronald Reagan, Margaret Thatcher o –en el caso español- a José María Aznar postulaba una síntesis entre las teorías económicas del lado de la oferta, cierto conservadurismo a nivel moral, el patriotismo y la defensa de un orden internacional liberal liderado por unos Estados Unidos encargados de promover la democracia por todo el orbe.
Sin embargo, tras los cambios producidos desde los años 80 a esta parte, este consenso “liberal conservador” se ha demostrado agotado y desfasado. La dogmática económica liberal ha llevado a convertir a los defensores del Fusionismo en adoradores del intocable “libre mercado” dejando de lado cualquier noción del Bien Común y apareciendo ante el gran público como los representantes de las grandes multinacionales.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl conservadurismo moral, con el paso de los años, ha devenido en la absorción más o menos rápida de los postulados de la izquierda progresista. El patriotismo ha desaparecido en favor un cosmopolitismo de mal gusto que pretende –en nuestro caso- diluir la soberanía nacional de cada uno de los estados- nación en una burocracia de Bruselas que no representa a nadie pero impone cerca del 80% de nuestra legislación nacional.
Siguiendo en esta línea, el orden internacional liberal ha demostrado ser un fracaso absoluto que ha promovido guerras idealistas e interminables, amén de grandes tratados multilaterales de libre comercio que han enriquecido a los pobres y a los ricos del Tercer Mundo pero han destrozado poco a poco a las antaño admirables clases medias occidentales y han desindustrializado nuestras naciones.
Por lo tanto, el “liberalismo conservador” se ha convertido en uno más de los defensores de aquellos que pretenden eliminar cualquier tipo de barrera tanto comercial como política y humana que impida un mundo unívoco controlado por las burocracias de las instituciones supranacionales y las grandes multinacionales, bajo la fachada de la exaltación del nuevo evangelio de los Derechos Humanos. Es más, este liberalismo supuestamente conservador ha sido y es cómplice del gran cambio antropológico de nuestro tiempo, el de un individuo desarraigado, atomizado y solo ante el Estado y su connivencia con los grandes poderes plutocráticos.
Ante esto, muchos conservadores han levantado la voz. Políticos como Víktor Orban, Andrej Duda, Donald Trump o Giorgia Meloni. Pensadores como Yoram Hazony, Patrick J. Deneen y comunicadores como Tucker Carlson. Han expuesto sus ideas excelentemente en las dos Conferencias Nacional Conservadoras, intentando dotar de un poso intelectual a los movimientos patriotas identitarios en ciernes por todo Occidente.
No intentan volver a un pasado bucólico e idealizado como los tradicionalistas. Eso es una quimera. Tampoco rechazan el movimiento conservador de los años 80 que trajo también muchísimas cosas positivas, sino que hacen lo que todo conservador ha de hacer: saber ver los tiempos y adaptarse a las circunstancias sin caer en el ideologismo. Las ideas Nacional Conservadoras podrían resumirse en el lema “Dios, Honor, País”.
Sin embargo, por desgracia, aunque las ideas nacional conservadoras están teniendo bastante aceptación y difusión en las derechas de países como Francia, Italia, el Grupo de Visegrado o EEUU, en España no es así.
Aunque en Vox poco a poco se está abandonando el “Aznarismo Político”, la realidad es que el llamado “liberalismo conservador” sigue teniendo muchísimo peso tanto en los que piensan en la derecha como en los militantes más convencidos. Me atrevería a decir que, como en España las ideas políticas del resto de Occidente llegan con un poco de retraso, hoy estamos viviendo la moda libertaria dentro de la derecha que estalló en EE. UU. como respuesta al primer mandato de Barack Obama. Como consecuencia de esto, intentaré hacer una lista con ciertos principios del Conservadurismo Nacional para ayudar a la difusión de sus ideas ante un fundamentalismo liberal que no conecta con los problemas de la mayoría y se ha convertido en una suerte de decálogo a aplicar.
Aunque no me considero nadie preparado para realizar esto, creo que es mi deber intentarlo tras haber sufrido yo una mutación intelectual desde ese mismo liberalismo. También quiero dejar claro que el movimiento nacional conservador no es una ideología rígida. No todos están de acuerdo en todo y no tienen por qué estarlo. Por ende, las ideas aquí lanzadas son expresamente mías y, por supuesto, necesariamente puestas en discusión.
1.- Familia
La familia es la base nuclear de una sociedad sana. En ella se desarrolla y se curte como persona el ser humano. Los beneficios de la familia tradicional –un padre y una madre que deciden tener hijos- no están sujetos únicamente a las creencias religiosas de cada cual sino que están demostrados por la experiencia histórica. Por lo tanto, debe existir un ambiente comunitario propicio para el desarrollo pleno de las familias. Así pues, el gobierno deberá rechazar la ideología progresista que destruye la familia tradicional en favor de ciertos tipos de uniones que no lo son, además de apoyar mediante propaganda, ayudas directas e indirectas a las familias tradicionales de tal manera que puedan tener un ambiente lo más favorable posible.
2.- Patria
La Nación, la Patria, es el mayor vínculo de cohesión social.Por lo tanto, debe ser ensalzada con sus luces y sus sombras y, sus símbolos nacionales, han de ser respetados. Sin embargo, a diferencia de ciertos nacionalismos como el liberal que cree que la nación es la unión voluntaria de individuos atomizados o el romántico que la relaciona con la raza y la adorna de ideología imperialista, los conservadores debemos defender un Nuevo Nacionalismo que vea a la nación como la gran unión de muchas familias y pequeñas comunidades y a la cual puede pertenecer todo aquel que asuma los valores que la sustentan al margen de locuras trasnochadas como el color de la piel.
3.- Ley Natural y virtud
Desengaño ante cualquier noción liberal del “Estado Neutral” cuya neutralidad, es ya de por sí lo contrario a esta. Lo único que ha traído es relativismo, atomización y comunidades débiles. Las autoridades públicas deben promover la Ley Natural y la Virtud. En nuestro caso, la tradición grecorromana y cristiana. Esa es nuestra identidad y cada nación aplica la Ley Natural conforme a su propia tradición jurídico- política a través de la experiencia histórica de aquellos que la conforman.
4.- Economía al servicio del bien común
La Economía debe estar al servicio del Bien Común y no de nuevas religiones políticas como el socialismo o el liberalismo. La experiencia histórica nos demuestra que la economía de mercado ha sido la que ha traído una prosperidad más generalizada a nuestras sociedades. Sin embargo, esa misma Historia también nos demuestra que la economía de mercado no es un fin en sí mismo, debe ser regulada y puesta al servicio del Bien Común y la Seguridad Nacional. El centro de la economía deber ser el hombre y no el utilitarismo del beneficio. Aquí es donde entra el aspecto “social” y donde la Doctrina Social de la Iglesia Católica puede sernos de gran ayuda. Ante el intento de ciertas élites económico- políticas por hacer de la occidental una economía de servicios y finanzas, es necesario realizar grandes políticas de colaboración público privada para potenciar los sectores primario y secundario y no depender de otras naciones para nuestro suministro.
5.- Bilateralidad frente a multilateralidad
Siguiendo en la línea económica, debemos también poner por delante el Bien Común y la Seguridad Nacional al ámbito del comercio internacional. Hay que frenar y repensar el frenesí de acuerdos de libre comercio que han imperado desde la caída del bloque soviético. Estos acuerdos han hecho mucho daño a nuestras clases medias en favor de la concentración del capital en cada vez menos manos. Es necesario poner fin a la multilateralidad y apostar por un modelo bilateral de tratados comerciales lo más recíprocos posibles en favor de la mayoría de los ciudadanos y no de ciertos poderes económicos.
6.- Propiedad
La pequeña propiedad es una de las bases, a nuestro entender, de una sociedad sana y fuerte en la que la realización plena del potencial humano es posible. Por ello, en lugar de otorgar grandes exenciones fiscales a las grandes empresas y a las multinacionales, las autoridades gubernamentales deberán apoyar con regulaciones asumibles, fiscalidad baja y ayudas a las pequeñas y medianas empresas, a los autónomos y a los trabajadores que crean comunidades fuertes y hacen grandes a nuestras naciones. Democracia y Propiedad van de la mano para poder perdurar.
7.- Homogeneidad cultural
Desde la Edad Antigua sabemos que para resultar más o menos factible, la Democracia debe estar formada por miembros con mucha homogeneidad cultural y valores comunes. El multiculturalismo buenista ha fracasado y solo beneficia a aquellos que solo miran en el beneficio económico o político que la inmigración masiva les trae. Por ello, debemos repensar nuestras políticas migratorias, haciendo lo posible por limitar el flujo migratorio a personas muy cualificadas de países con los que tenemos cercanía cultural. Esto repercute también en la ciudadanía, antaño algo cuasi sagrado y ahora muy fácil de conseguir. Esto ha de cambiar radicalmente e incrementar el mínimo de años para conseguirla.
8.- Soberanía nacional
Rechazo al sistema internacional liberal en favor de un marco geopolítico multipolar que respete lo máximo posible las soberanías de los Estados- Nación en lugar de disolver estas en instituciones supranacionales con un abierto interés por crear una suerte de gobierno mundial que mate a las naciones del mundo. Esto implica apostar por una diplomacia bilateralista y no subordinar el Derecho nacional a estas instituciones supranacionales. El idealismo debe ser abandonado en favor del realismo y la superioridad de nuestros intereses nacionales.
9.- Modelo confederal europeo
Siguiendo con el plano internacional, creemos necesario rechazar de lleno la ideología europeísta y el modelo de Unión Europea defendido por los partidos del consenso y los burócratas y lobbyistas de Bruselas. Debemos defender un modelo confederal que respete la soberanía de las distintas naciones europeas y mantenga elementos tan positivas como las relaciones comerciales fluidas y la colaboración en Defensa. Al margen de la posición particular de cada uno, deberían ponerse sobre la mesa debates como el de la moneda común y otros, defendiendo cada país sus intereses al respecto.
10.- Constitucionalismo histórico
En el ámbito de la forma de comunidad política, hemos poner énfasis en el intento de recuperar las constituciones históricas de cada pueblo, que habrá de realizar un intento de redescubrimiento de sus esencias dialogando con sus ancestros y analizando la realidad actual. En mi caso particular, creo que es necesario defender una separación de poderes real, acabar con la partitocracia y dar más margen de acción a una institución tan propiamente occidental y española como es el municipio.
Aunque me dejo muchas cosas en el tintero, sirvan estos diez puntos para hacer una idea al pueblo español de qué es el conservadurismo nacional y cómo podemos intentar defender esta actitud hacia lo político desde la óptica de España.