Pablo Iglesias.
Pablo Iglesias.

Pablo, no pienses en un elefante. ¿En qué estás pensando? Sé que conoces el truco, porque es uno de los recursos del marketing político. Y lo has utilizado en la campaña para convertirte en un diputado de la Asamblea de Madrid. Habrá sido bajarse de ministro y volver a Vallecas, que es donde está su sede. Resonante éxito el de salir del barrio clamando contra la casta y volver con coche oficial.

Pero hablábamos de elefantes, y tú te has convertido en uno. Rocío Monasterio dudó en la Cadena SER de la veracidad de las amenazas que has recibido. Y cuando coincidiste con ella en la misma cadena, le exigiste que se retractase, o abandonabas aquél circo. Y eso hiciste, para no compartir el protagonismo de tu número con el resto de malabaristas. De repente tuvimos que hacer el ejercicio de no pensar en ti; en vano, claro. 

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Tu problema reconocido con Rocío Monasterio es que la candidata de Vox cree que la amenaza, a ti, al ministro del Interior, y a la directora de la Guardia Civil es un montaje. Yo creo que bien puede ser cierta, porque eso va en el cargo, y porque hay callos que te gusta pisar. Y porque me cuesta ver al ministro Grande-Marlaska participando de la mentira revolucionaria que tú utilizas como el respirar. Las últimas noticias, es cierto, me recuerdan las chapuzas de tu relato con Dina Boussenham o a la mochila de Vallecas. Pero dejémoslo ahí. El asunto está sub iudice, y quedo a la espera de la investigación judicial y del veredicto de un juez. Tú y yo sabemos que todavía no controlas al Poder Judicial, y eso me otorga las garantías que tú no quieres conceder. 

Utilizas un lenguaje taimado pero suave, en el que mencionas los principios democráticos como si fueran tuyos; esa obsesión con poseer lo ajeno. Y la combinas con una llamada habitual a la violencia política

Pero no es el único problema que tienes con ella. Monasterio te pidió que condenases a quienes recibieron a los dirigentes de Vox, y a los vecinos que iban a escucharles, a pedradas. ¿Cómo vas a condenar la violencia de tus votantes; especialmente de unos tan comprometidos? Tú no vas a hacer eso. Sí, yo entre otros muchos te van a decir eso de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Pero confías en el ciego entusiasmo de tus votantes, que cada vez es mayor a costa de que éstos son cada vez menos. 

Utilizas un lenguaje taimado pero suave, en el que mencionas los principios democráticos como si fueran tuyos; esa obsesión con poseer lo ajeno. Y la combinas con una llamada habitual a la violencia política. ¡Si te emocionas cuando pegan a un policía! Las pedradas contra Vox son un mecanismo de autodefensa ante la provocación de aquéllos de personarse en Vallecas. El ataque a la sede de Ciudadanos en Pamplona no es más que la expresión de las “discrepancias políticas”, y echarlos violentamente del orgullo gay es perfectamente “lógico”. ¿Y qué nos dijiste de la ETA? Que la política la “explicaba”, cobarde eufemismo que sustituye a “justificaba”. 

Quienes no te acompañamos en tu camino hacia el poder total no contamos. Contra nosotros cabe la violencia. Nuestro voto no debería contar

Las críticas que te lanzan por utilizar una doble vara de medir te resbalan, salvo que adquieran cierta relevancia entre los tuyos. Yo lo entiendo. Es más, esas críticas, tú lo sabes, están equivocadas. Son ingenuas. Tú sabes que una parte de la sociedad es como la tripulación del Nostromo: prescindible; sacrificable. Lo sé, porque formo parte de ella. Quienes no te acompañamos en tu camino hacia el poder total no contamos. Contra nosotros cabe la violencia. Nuestro voto no debería contar. Nuestra voz ha de quedar apagada, salvo para recordar a tus fieles por qué estás tú ahí; por qué debes parar a todo aquél que se interponga en tu camino. No es que juguemos sobre un plano inclinado. Esa vieja aspiración de la izquierda burguesa no te vale. No estamos en el mismo plano. Bajo nuestros pies se halla el vacío, una sima sin final a la que caeremos si no es agarrándonos a tus crines.

Sabes que lo de comunismo o libertad es falso, que por mucho que mitigues la amenaza de la libertad no vas a lograr tu sueño desde la Asamblea de Madrid, ni desde el gobierno regional. Como sabes que la disyuntiva entre fascismo y democracia es falaz, y que temes tanto a uno como a la otra. Es un mundo posrevolucionario, y la violencia que predicas no es ya ni la de ETA. Pero a ti te vale. Te ha ido bien, y mejor que te puede ir. Ahora bien, Pablo, tira de las riendas, que no es sólo cabalgar las contradicciones, sino evitar que tus ambiciones acaben por traicionarte. 

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