Ni Sestao ni Vallecas. El primer apedreamiento a Vox fue en Sevilla

Las piedras volaron desde las azoteas que circundan la plaza del Altozano en Sevilla en un mitin de Vox en el año 2015. Casi nadie lo condenó. Los comunistas se encargarán de que esta historia no tenga final y las lluvias de piedras continúen siendo parte del paisaje político español.

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Querido lector:

Mucha cobertura recibió la pedrada que le asestaron en Sestao a Rocío de Meer. La foto de la sangre chorreando desde su ceja izquierda salió hasta en El País y se ha quedado en muchas retinas. Los podemitos, lejos de condenarlo, se rieron en la cara de esta pobre mujer diciendo que era ketchup lo que brotaba de su herida. Podrían haber dicho tomate frito, que suena menos cutre.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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También se ha hablado largo y tendido sobre Vallecas y cómo los integrantes de Vox y sus simpatizantes fueron atacados por hordas comunistas, muchos provenientes de los ultras del Rayo Vallecano, casualmente donde se dice que el medio guardaespaldas de Pablo Iglesias parte el bacalao. Le llaman ‘El Pirrakas’, por cierto. La izquierda en España tiene la costumbre de usar a sus guardaespaldas para amedrentar a sus oponentes políticos. El PSOE conoce muy bien esta táctica. El guardaespaldas de Indalecio Prieto fue el que desencadenó la Guerra Civil cuando mató a sangre fría a Calvo Sotelo, que en paz descanse.

Abascal subió a la tribuna y al poco comenzaron a llover las piedras, una tras otra, desde una de las azoteas

Pero lo que pocos conocen es que las lluvias de piedras en los mítines de Vox no son nuevas y que los de Abascal se tuvieron que enfrentar a ellas casi desde sus orígenes. Si usted pregunta por la calle, estoy seguro de que a nadie se le pasaría por la cabeza que el primer apedreamiento público a Vox fue en Sevilla. En Triana, para más señas.

Un gran amigo mío, no por tamaño sino por grado de amistad, se encontraba allí con su hermano. Llamemos a mi amigo Gabriel. ¿Y qué hacía Gabriel, afiliado al PP de toda la vida, quien llegó a tener cierta importancia en Nuevas Generaciones, en un mitin de Vox? Yo digo medio en broma que fue a escuchar a Vox por invitación de Rajoy. Hacía siete años que el otrora presidente de España había dicho aquello de que si alguien se quería ir al partido conservador o al partido liberal, que se fuese. Así que Gabriel se sintió muy ilusionado -aunque con poca esperanza- cuando se enteró del advenimiento del nuevo partido «conservador».

Cuando se enteró de que Abascal iba a dar un mitin en la plaza del Altozano para las elecciones autonómicas de 2015 no lo dudó ni un segundo y se presentó «pa veh, pa veh» que diría él. Allí se encontró con caras entonces poco conocidas, aunque no para él, como Reyes Romero, diputada hoy en el Congreso, y Francisco Serrano, flamante candidato en dichas elecciones.

Abascal subió a la tribuna y al poco comenzaron a llover las piedras, una tras otra, desde una de las azoteas. Al parecer provenían de dos individuos, individuas o individues, que no se si la policía llegó a identificar. Al principio reinó la confusión y era difícil de comprender lo que estaba aconteciendo entre el ruido de los altavoces y el tumulto, pues había bastante gente. En un momento dado bajó Abascal de la tribuna y cuando la gente empezó a percatarse de que estaban siendo apedreados, muchos intentaron ponerse a cubierto bajo los balcones. Para aquél entonces las piedras habían ya encontrado sus dianas en dos cabezas de ancianos, una ventana de un quiosco de la ONCE, una marquesina y la pierna del hermano de Gabriel, que yo sepa.

De forma inesperada, la entonces desconocida Reyes Romero se subió a la tarima y con las piedras en la mano gritó algo así como: «¿Pensaís que vais a asustar a Santiago Abascal con piedras cuando no le han asustado las pistolas en el País Vasco?»
Su intervención inspiró a los asistentes, que dejaron el miedo atrás, salieron de su escondite y continuaron escuchando con interés a los que tenían que intervenir.
Aquel día pocos políticos condenaron aquello. Entre ellos, Juan Carlos Girauta. Quizás porque es uno de esos tipos raros que puede hacer política sin cambiar sus principios para amoldarse al partido.

Mi amigo se fue a casa ilusionado por escuchar a un político decir cosas que en el PP no se permitían, aunque con pocas esperanzas en el futuro del nuevo partido. Demasiado bueno para ser verdad, pensaba. Y por eso, con mucho pesar y con miedo de que la izquierda siguiese con su feudo, se decidió a votar al PP en esas elecciones. La última y no más, Santo Tomás.

Y esta es la historia de pan y pimiento que nunca se acaba y ya se acabó. ¿Quiere que se la cuente otra vez? Pues no se preocupe, que ya se encargarán los comunistas de que esta historia no tenga final y las lluvias de piedras continúen siendo parte del paisaje político español.

Un cordial saludo.

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