El arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby.

En 1983, había en el Reino Unido 16,5 millones de anglicanos. Esa cifra se ha reducido a la mitad en menos de 30 años y la asistencia  a servicios religiosos ha caído por debajo del millón de personas, en torno al 1,4% de la población.

No es ajena a esta deserción general, el relativismo moral que la propia jerarquía anglicana ha admitido. Singularmente en materia sexual. Cuanto más permisivismo, menos éxito. Y menos fieles.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Lo último ha sido la guía de consejos para evitar la discriminación sexual que la Iglesia de Inglaterra ha enviado a los profesores de sus 4.700 escuelas, titulada Valorando a todos los hijos de Dios.

El documento llegará a una red de centros en los que estudia un millón de escolares. Es decir, que se trata de un poderoso altavoz.

Con la excusa de evitar que los niños sufran discriminación se invita a los docentes a permitir que ellos se vistan de princesas y éstas de bomberos, policías o sheriffs del Oeste. Y que cuiden de que nadie se burle de ellos/ellas por usar indumentaria del otro sexo.

Y todo ello en nombre de Dios, del respeto a la persona y la tolerancia.

En su primera edición, de hace tres años, la guía anglicana incluía el acoso homofóbico, que ahora se ha ampliado para incluir el transfóbico y el bifóbico —esto es, odio hacia bisexuales—.

La guía tiene las bendiciones del primado anglicano, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby

La jerarquía anglicana aconseja que la Educación Infantil y Primaria sea un tiempo de «exploración creativa», y de «explorar las posibilidades de quiénes podrían ser sin ser juzgados ni recibir burlas».

«Por ejemplo, un niño o una niña pueden elegir un tutú, una tiara y unos tacones de princesa y/o un casco del bombero, un cinturón de herramientas y una capa de superhéroe sin expectativas ni comentarios», se dice en el manual.

La guía lleva las bendiciones del arzobispo de Canterbury, Justin Welby, primado de la Iglesia Anglicana. Afirma en el prólogo sque «la orientación sexual nunca debería ser motivo de acoso o prejuicio» y advierte de que el acoso homofóbico, bifobico y transfóbico causa «un daño profundo que conduce a niveles más altos de trastornos mentales, como autolesiones, depresión y suicidio».

Y así debe ser: nadie puede ser molestado o discriminado por su orientación sexual, pero no es menos cierto que nadie puede imponer adoctrinamiento sexual (y concretamente LGTB en las aulas) sin contar con los padres. Y eso es justamente lo que la Iglesia anglicana promueve con esta guía.

Y mientras los fieles desertan del anglicanismo (y muchos terminan recalando en el catolicismo), el lobby LGTB aplaude las medidas liberalizadoras de la Iglesia de Inglaterra.

Es el caso de la organización Stonewall al afirmar que la Guía es «señal clara de que el acoso homofóbico, bifóbico y transfóbico nunca debe ser tolerado».

Como vemos, la jerarquía anglicana le proporciona argumentos al lobby LGTB.

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