Las prisas son para los ladrones y los toreros malos, dice la sabiduría popular.
Las prisas son para los ladrones y los toreros malos, dice la sabiduría popular.

Nos olvidamos de lo importante. Nos preocupamos de ser unos fuera de serie en el trabajo pero ignoramos ser unos cracks en la vida. Percibo a la gente saturada, atareada, agotada. Vivimos para trabajar, no trabajamos para vivir. De la misma forma que el glotón respira para engullir alimentos en vez de saciarse para obtener la energía suficiente para cubrir sus necesidades fisiológicas, los hay que han dejado en stand by su personalidad centrándose en las labores profesionales. Siempre digo que la mayor crisis de Occidente y la degradación social tienen como foco, el abandono de la perspectiva espiritual del ser humano.

Hablo con personas que soslayando su agenda, apenas percibo un instante en el que parar, reflexionar. En ocasiones les pregunto, con sorna, que cuando comen. Creo que el tiempo de llenar el estómago es el único espacio en el que pueden respirar. Esos que desconectan en el almuerzo, son aquellos que no sueltan el móvil o el portátil ni para saborear los alimentos. El frenesí existencial les ha extirpado las papilas gustativas de la lengua y las amígdalas del cerebro. Ni sienten ni padecen. Por eso quizá, como destaca Daniel Golleman en La inteligencia emocional, cada vez hay más profesionales brillantes con nula empatía hacia los demás. Fueras de serie en la oficina, fracasados en la vida. Su trabajo marca la diferencia pero su personalidad es anodina e insulsa. Tenemos grandes profesionales expertos en desarrollar una lista de tareas pero nos faltan líderes que marquen el camino.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Nos preocupamos de hacer esto, lo otro, de engordar nuestra vanidad mientras el espíritu permanece enclenque, desnutrido. Observando determinados episodios, como la muerte de Javier Imbroda o hablando con el marido de la ausente Olga Abellán, me he dado cuenta de lo que quiero en la vida. Aspiro a ser recordado cuando ya no esté como una buena persona. Espero, evidentemente, ya dijo San Pablo en la Carta a los Tesalonicenses que «el que no trabaje que no coma», dejar huella en el aspecto profesional, pero creo que es más importante destacar en el corazón de las personas. Es así cómo se forja un verdadero liderazgo. Calando en los demás. No sirve de nada ganar el mundo entero si pierdes el alma. Espíritu que cae en la tibieza si no te preocupas de cuidar las relaciones con los demás y contigo mismo.

Escucha, no oigas. Observa, no veas. Relájate y respira. Protege de la sociedad del estrés y de los estilos de vida. Cada vez eres más carne del sistema y menos persona. Recupera tu humanidad. Vive.

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