«Dato mata relato» es una de las expresiones más comunes en el discurso de la derecha. Pero la realidad es que el dato sirve mayormente entre los convencidos, no así para llegar a los demás. Es primordial la autocrítica para que el amor por la libertad trascienda del plano cultural al político. Vivimos inmersos en una cultura donde la dependencia estatal es vista como derecho. Para salir de esta trampa se requiere no solo convencimiento sino principalmente, seducción.
A diferencia de la izquierda, que ha llegado incluso a cuestionar la existencia del hombre y la mujer como realidad biológica (y censurar a quien se oponga), la derecha no necesita el surgimiento de un “hombre nuevo” ideológico. El socialismo, tan ajeno a la naturaleza humana, necesita esta ficción para implantar su ideología. Pero, además, comprende que el cortejo es parte clave de la unión entre el hombre y la mujer. La seducción es no solo necesaria sino la forma más pacífica de convencer.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraMuchos pensadores e influencers de derecha suelen pensar que si acumulan datos la gente los verá, entenderá que están en un error y todos querrán abandonar el socialismo dependiente del Estado y se pasarán a alguna de las tantas corrientes que defienden la libertad y el mérito. Pero los debates pasan y ese cambio no sucede.
Ante una sociedad mayormente convencida de que depender del Estado es no solo un derecho sino una necesidad, se requiere de gran convencimiento para sacar a las masas del estupor y enrumbarlas hacia la libertad y, sobre todo, hacia la dignidad de salir a la calle y sacar adelante su vida y a sus familias.
La derecha debe acompañar, a su análisis racional de la realidad, una narrativa, un relato más y más apasionante que enamore a la gente. Dato no mata relato, por más que a la derecha le duela. El dato debe ir acompañado de una buena narrativa, afectiva, emocional, no para manipular, sino para conectar con la gente.
El socialismo destructor, en el lugar menos pensado
El ejemplo contrario más evidente en la actualidad es la Plaza Baquedano en Santiago de Chile. Se ha convertido en la “plaza dignidad”, el lugar donde paradójicamente los manifestantes de izquierda piden vivir del Estado… y a eso llaman vivir dignamente.
Pretenden incluso cambiar la Constitución, consagrando así su visión de que la sociedad y, sobre todo, la economía, deben operar por decreto. Pretenden que la Carta Magna del país convierta los servicios en derechos y al Estado en garante de los mismos.
Cualquier persona formada en valores sabe que no hay nada más indigno que estar a merced de otro, más cuando se trata de la autoridad que se alimenta de los impuestos
La izquierda logró convencer a toda una generación de que el país más próspero de la región era injusto y para resarcirlo debía auto-destruirse. ¿Cómo? Mediante el adoctrinamiento. La mismísima ministra de educación, Marcela Cubillos, demostró que, cuanto mayor es la intervención del Estado en la educación, mayor es el adoctrinamiento comunista. Pero ni eso ha impedido que el país se siga moviendo hacia el abismo.
Cualquier persona formada en valores sabe que no hay nada más indigno que estar a merced de otro, más cuando se trata de la autoridad que se alimenta de los impuestos (que son siempre, por definición, dinero ajeno). Es una contradicción. Pero es que hay que comprender que la dialéctica de la contradicción (por ejemplo, del filósofo alemán Hegel) es la base argumentativa de la izquierda. Estar en constante incoherencia tiene un fin discursivo, ideológico y, sobre todo, metodológico. Un movimiento que no es guiado por la lógica y la evidencia, sino por la obediencia.
Entonces surge la pregunta: ¿Cómo enfrentar a este Leviatán estatal? Se trata de luchar no solo contra la intromisión del Estado sino contra el intervencionismo supraestatal de organismos como la ONU. Es un reto enorme. La esperanza está en la sociedad civil.
El socialismo… ¿científico?
El socialismo “científico” no lo es si pensamos que la ciencia verifica que algo funciona en la realidad. Al contrario, una vez tras otra este sistema ha fracasado. Entonces, su supuesto aspecto “científico” radica en que para su aplicación necesita de ingeniería social.
Los textos de Karl Marx (La Ideología Alemana, Manuscritos de Filosofía y Economía), especialmente, el Manifiesto Comunista, llaman a la destrucción del matrimonio (y la monogamia) como un paso necesario para la desaparición del patrimonio, apuntando a la destrucción del capitalismo.
El Manifiesto Comunista propone, entre signos de exclamación, la “¡abolición de la familia!”. Y a continuación habla de “intenciones satánicas”, lo que llegó a escandalizar hasta a los comunistas más radicales. Por eso, es un párrafo que ha sido removido de las últimas ediciones. Publicaciones críticas con el marxismo han optado por ponerlo entre corchetes y señalarlo con puntos suspensivos.
Frente a una revolución que busca destruir 2.000 años de historia nos corresponde ser la contrarrevolución
Resulta llamativo, e incluso escandaloso, que un manifiesto político utilice las palabras “intenciones satánicas”. Aunque tiene lógica que una ideología que pregona abolir a la familia, que es sagrada, pregone su antítesis: lo satánico.
Es fundamental comprender el momento histórico que estamos viviendo. Frente a una revolución que busca destruir 2.000 años de historia nos corresponde ser la contrarrevolución. En la Revolución Francesa, durante el período conocido como “El Terror”, se persiguió a los creyentes al tiempo que se instauraba el culto a la diosa razón (en cuyos rituales se pisaba crucifijos). Ese discurso iluminista instauró la falsa idea de que ser creyente es sinónimo de ser anti-científico, cuando la evidencia demuestra lo contrario. Hoy parece que estamos repitiendo la historia.
«El primer sorbo de un vaso de ciencia natural te hará ateo, pero, en el fondo del vaso, Dios te espera», dijo Werner Heisenberg, el padre de la física cuántica.
Como occidentales, nuestra base filosófica, científica, lógica y argumentativa es aristotélica. Eso significa, entre otras cosas, que llegamos a la evidencia mediante la experiencia y nuestra motivación principal es la búsqueda de la verdad.
También en la Antigua Grecia surgió una escuela de pensadores, los sofistas, que no buscaban la verdad sino el convencimiento. Mediante la dialéctica, el discurso, buscaban adornar sus palabras para que sean aceptadas por las masas, aunque no fueran fieles a la verdad. La izquierda de hoy serían los sofistas del pasado.
La izquierda sabe que para implantar la revolución socialista es primordial primero subvertir a la sociedad, convirtiendo el mal en bien y el bien en mal
De hecho, la izquierda no tiene sentido de verdad. Al contrario, la relativiza. «Todo quedará hecho», dice El Origen del Estado, la familia y la propiedad privada, publicado por F. Engels, coautor del Manifiesto Comunista. Se refiere al hecho de lograr que en la sociedad ya no haya noción clara del bien y el mal, sino que cada persona lo “elija”.
La seducción como herramienta de comunicación
Por eso es importante desde la derecha elevar el concepto de verdad, pues solo así se puede aspirar a un sistema judicial donde se castiga al delincuente y se defiende al inocente. Esta sola definición ya requiere una división clara y objetiva entre el bien y el mal.
Hoy en día sucede muchas veces lo contrario a causa del garantismo jurídico, que revierte el sistema judicial y convierte en víctima al malhechor. Al final, por la vía de los hechos, prácticamente matar a seres humanos inocentes es un “derecho” que tienen ciertos sujetos, ya que al hacerlo (durante un robo o un secuestro) al final no pagan el delito en la cárcel.
Todo esto es parte de una visión concreta. La izquierda sabe que para implantar la revolución socialista es primordial primero subvertir a la sociedad, convirtiendo el mal en bien y el bien en mal; haciendo que la mujer, madre que da la vida, quien dicte una sentencia de muerte, al tiempo que los médicos, que deberían salvar vidas, se convierten en los verdugos que ejecutan esa sentencia.
El rol de la mujer
El rol de la mujer es primordial. El símbolo de la mujer ha sido instrumentalizado por el feminismo que busca invertir su significado. El símbolo originalmente representa el espejo y la cruz, al ser la mujer custodia de la moral y la belleza.
Toda lengua es materna precisamente porque es la madre quien la transmite desde el vientre. Al ser la mujer transmisora de la tradición oral, subvertir a la mujer es funcional a cambiar el eje moral, cultural, jurídico, ético y hasta médico de una sociedad.
Por lo mismo es fundamental destacar el rol de la mujer en la batalla cultural, que no es más que un frente de la guerra espiritual entre el bien y el mal.
Lo que debe distinguir a una mujer de derecha es que asume la responsabilidad de sus actos. En cambio, la izquierda mantiene degradada a la mujer, en una adolescencia perpetua en la que le pide dádivas a “papá Estado”. Además, terceriza culpas: primero a la sociedad, luego al varón como una totalidad y, finalmente, condenando a pena de muerte a un inocente (como es el caso del aborto).
La distopía de un futuro bajo una tiranía global de la cual nos advirtieron en el libro 1984 ya es realidad. Decir la verdad en este tiempo es un deber cívico y moral
De esa manera la mujer se hace cómplice de la inversión de los cánones morales, que a su vez tergiversan el sistema judicial y médico. Esta inversión aplica también al plano cultural e incluso emocional, donde el cortejo entre hombre y mujer es visto como opresión y la caballerosidad como micromachismo.
Reinventar la Cultura y la Historia
A nivel macro, la izquierda ha convertido el concepto de la Conquista de América en sinónimo de opresión y esclavitud. Cuando en realidad fue exactamente al contrario: la conquista española trajo la luz de la Verdad que nos hace libres.
La distopía de un futuro bajo una tiranía global de la cual nos advirtieron en el libro 1984 ya es realidad. Decir la verdad en este tiempo es un deber cívico y moral. Además, es un aliciente. Porque en medio de la incertidumbre quien sostiene valientemente la verdad brinda certeza.
Donde nada es verdad, todo es mentira; y donde nada se rige por la lógica ni la evidencia, solo queda la obediencia. Por eso la verdad resulta liberadora. Hoy la libertad es decir que 2+2=4.
Y esa es y debe ser la forma mediante la cual debemos hacer llegar a los demás el mensaje en defensa de la libertad, promocionando una lucha anti-sistema. Buscar promocionar un lugar o una forma de vida en donde la verdad no dependa de lo autorizado sino de lo demostrable.
Pensaba el sabio G.K. Chesterton que llegaría un tiempo cuando por decir que el pasto es verde sería necesario desenvainar la espada. Ese momento ha llegado. La corrección política ha hecho que “decir lo obvio” sea un delito de odio.
Transversalidad, interseccionalidad y posmarxismo
En la novela 1984 el mejor ejemplo de la mentira como norma es la necesidad de la guerra perpetua. En esta distopía, cada cierto tiempo el Estado cambia los periódicos para modificar al enemigo en los titulares. No importa contra quién es la guerra, solo importa que nunca termine.
Eso vivimos hoy a través de la transversalidad o la interseccionalidad del posmarxismo. El socialismo clásico dividía a la sociedad entre ricos y pobres, burgueses y proletarios. Ahora, la nueva izquierda divide entre hombres y mujeres, para lo cual el feminismo ha sido muy útil.
Pero también explotando el conflicto racial, como lo hemos visto en EE.UU. con Black Lives Matter. En Hispanoamérica tenemos nuestra propia versión de esto, con la lucha indigenista, que en muchos casos ha venido impulsada por las “brisas bolivarianas”.
Mediante la ideología de género, ahora también buscan llevar esa división entre heterosexuales y homosexuales e incluso entre transexuales y personas cisgénero, es decir, aquellas que se sienten conformes con su sexo biológico.
El socialismo tampoco cree en la movilidad social. Odia profundamente a la burguesía, tal vez por haber sido los primeros en vivir fuera del sistema feudal que dividía a la sociedad en aristócratas y campesinos. A esto llaman “traición de clase”. Para el socialista, el que nace pobre, muere pobre.
Así, mediante el feminismo, han instaurado la noción de que más vale morir antes de nacer, exigiendo “aborto, legal, seguro y gratuito” bajo la consigna “las ricas abortan, las pobres mueren”. Alegando hablar en nombre de las pobres y en su defensa, lo que han normalizado es exigir reducir a los pobres antes de nacer.
Frente a este materialismo y utilitarismo que otorga valor a la vida de las personas de acuerdo a sus recursos, la respuesta de la derecha debe ser valorar cada vida y promover la movilidad social de modo que el origen no determine el destino. Debe ser un mensaje esperanzador que dignifica a cada ser humano, lo opuesto a la agenda eugenésica de los socialistas que pretenden jerarquizar las vidas mientras paralelamente alegan ser inclusivos.