Infierno de cobardes: la cobardía de un pueblo conduce a su destrucción.
Infierno de cobardes: la cobardía de un pueblo conduce a su destrucción.

En la historia de los golpes de Estado hay una clase de ellos que pueden juzgarse como merecidos. Son esos que se fraguan poco a poco sin que se aprecie en esas sociedades ningún tipo de resistencia. Observando el decurso de la historia de estos golpes vemos cómo, sincrónicamente, a la vez que la sociedad degenera y se corrompe, medran políticamente los arrogantes, los ineptos y los amorales. En un momento dado de cualquiera de esas historias comprobaremos cómo, la persona que sería rechazada del espacio público apenas una generación atrás por cualquiera de esos vicios, de repente es aplaudida por aquellos a quienes miente y mangonea.

La explicación de este fenómeno social suicida está en la pérdida de la tensión moral por parte de la sociedad. Cuando el ser humano abandona su dimensión moral, más pronto que tarde, se convierte en víctima del siguiente trato político: cambiará su libertad por la paz.

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A la posibilidad de ese trato se llega poco a poco. Primero, el político ha de conseguir que el ciudadano haga un trato previo; éste es, el de cambiar la libertad del deber por la libertad del deseo. Son los momentos en que el político, abusando de la ley, convierte cada deseo humano en un derecho. Esta es la trampa. Es ahí donde la sociedad se la juega. Si la sociedad se decide por el “derecho” que otorga el político, en vez de por el “deber” de la moral, puede darse por perdida. Al político le costará cada vez menos llamar “progreso” a la degeneración de los seres humanos, como hemos dicho, tratando como un “derecho” cosas cada vez más abominables. Esta dinámica llegará a su cénit cuando para esa sociedad lo bueno y lo malo sea lo que diga el político, es decir, lo legal. En ese momento, lo moral habrá que buscarlo en el pequeño “resto” de personas que hayan conseguido mantenerse indemnes a la vorágine liberticida, es decir, del libertinaje.

Sin tensión moral, sin principios absolutos que gobiernen la vida de las personas, éstas dejarán de saber para qué sirve la libertad. En efecto, pues, para quienes no existe ningún absoluto moral, no verán que la utilidad de la libertad está fundamentalmente en construirles como personas y defenderles del mal. Y, así, trataran la libertad como una capacidad para optar hoy por una cosa y mañana por la contraria. La vida de estas personas será algo parecido a una deriva marítima sin brújula. De esta manera, estas vidas serán empujadas de aquí para allá por las modas, las corrientes de opinión, los discursos políticos, los generadores de opinión, los influencers, etc. Esta es la razón de que el liberalismo sea la ideología “moderna” madre de todas las tiranías socialistas. Es él quien, con la llamada “tolerancia” de cualquier deseo y opinión, siembra el terreno para que los peores corrompan moralmente a todos. Es que acaso ¿no es el liberalismo el que convirtió las cartas de derechos humanos en las guías morales hombre “moderno” y, con ello, dejó a los europeos en manos de los políticos?

Que existan las cartas de derechos sociales, ahora también de los animales y la Pachamama, es porque antes el liberalismo consiguió que fuesen los “derechos” concedidos por el Estado los que nos definieran como personas. Es él el progenitor del socialismo, por mucho que se presente discutiendo económicamente con el socialismo. Lo hemos dicho ya en otros sitios: la regla utilitarista liberal de que la felicidad es la mayor cantidad de placer para el mayor número (Bentham), sólo tuvo que maximizarla el socialismo proponiendo todo el placer para todos. Es decir, una y otra ideología están coincidiendo en lo básico: el hombre es sólo un ser deseante, es decir, un animal.

Un estado social inmoral, liberal y socialista (perdón por la redundancia), en donde los estómagos y los genitales son los que dominan la escala de valores de los hombres, coloca la libertad a tiro del político. Pues, fijémonos, cuando las personas ya no son capaces de moverse por más razones que las de sus instintos, el peor de los políticos, el peor de los hombres de esa sociedad, puede proponer el segundo trato social del que hablábamos: el de la libertad por la paz. Y esto es muy sencillo de hacer. Consiste simplemente en gobernar generando problemas sociales. En efecto, pues, la patulea de inmorales a los que se gobierna siempre estarán dispuestos a pasar por alto cualquier mal y problema con tal de no perder la paz de su pesebre, de las vacaciones, de la paguita, del bienestar inmediato, es decir, cederán una y otra vez su libertad política por la paz.

Como vemos, el camino que hemos descrito hacia la tiranía es, primero, cambiar la libertad moral por la libertad del deseo y, a partir de ahí, ceder la libertad política por la paz.

No estoy hablando de nada hipotético. No estoy haciendo teoría del contrato social. Tampoco estoy diciendo nada que no se nos hubiera profetizado cuando comenzó el disparate de la partidocracia en 1978. Quiero recordar aquí la instrucción pastoral del Obispo de Toledo, Don Marcelo González Marín, del día 28 de noviembre de 1978, donde avisaba de toda la corrupción y degeneración social que provocaría la Constitución de 1978. A esa instrucción no se le hizo caso por los españoles. Estaban todos deseosos de que el Estado les concediera “derechos”.

Ahora, pasado el tiempo, si se examina la historia de la partidocracia desde 1978 ésta se explica en clave degenerativa. De los veintisiete años de gobierno del PSOE y quince del PP la nota constante es la promoción de la inmoralidad social, de la corrupción y de la política de la subvención. No encontraremos ni una sola ley por parte de estos dos partidos que haga de la moral y la tradición su bandera. Entre los dos han llevado a un punto tal la degradación moral y social a nuestra sociedad que se presume en la página web de La Moncloa de los cerca de cien mil abortos al año que se practican en España.

En un país en este estado, por favor, ¡¿a quién puede sorprender que haya personas condenadas por terrorismo en las instituciones, que los políticos se indulten a sí mismos los delitos que cometen, que el rey emérito esté residiendo fuera de España para no aclarar el origen de su patrimonio y que un presidente esté a punto de asaltar el poder judicial y la libertad de prensa porque su esposa y hermano están en el punto de mira de las investigaciones por corrupción!? Si España tiene tragaderas morales para soportar el la matanza anual de cien mil personas, exactamente esta clase de políticos y política es la que se merece.

Al actual presidente del gobierno la sociedad se le ha puesto a tiro. Ahí la tiene lista para el segundo trato del que venimos hablando: el de la paz por la libertad. Durante más de cinco años ha podido comprobar cómo los españoles han optado siempre por la paz cuando él ha comprometido su libertad. Ley tras ley, generando problemas y más problemas para tapar las consecuencias de los anteriores, enfrentando a los españoles con la memoria histórica, blanqueando a personas condenadas por atacar la unidad de España o poniendo violadores en la calle, la sociedad española ha tragado con todo. Y, cuando las cosas se le han torcido un poco, le ha bastado sacar el espantajo de la “derechona”, para que, los inmorales volvieran al redil de la regla del mal menor, es decir, de la libertad por la paz. Pues bien, ahí va el órdago final: o poder judicial separado del poder legislativo y ejecutivo (libertad) o Sanchismo (paz).

Lo más desalentador de esta situación es que los españoles estemos mirando a Europa para que nos saque de esta situación. Lo cual es otro síntoma de la incapacidad moral que hoy padecemos los españoles para defender nuestra libertad política por nosotros mismos. ¿Es que acaso no somos capaces de diseñar instituciones de control del poder político? ¿Es que somos tan cipayos que tenemos que defender nuestra libertad política viendo que es lo que hacen franceses y alemanes? ¿Es que individualmente acostumbrados a que el Estado nos “salve”, ahora, colectivamente, tenemos que ir a la Unión Europea a que nos socorra como país? No sé qué es más escandaloso y triste, si la acción tiránica del PSOE o la política del PP no tenga más miras que la de ser un chivato en la Unión Europea.

Para quienes sean cinéfilos me voy a permitir recomendarles una película que creo que explica la situación que padece España. Ésta es “High Plains Drifter” (1973) de Clint Eastwood. Un pueblo entero ha renunciado a la ley para optar por el deseo. Unos pocos quieren disfrutar del dinero que les proporciona la explotación de una mina ilegal y deciden contratar a unos matones para que se deshagan del Sheriff . Estos pistoleros azotan al Sheriff en medio de la plaza del pueblo hasta matarlo. Nadie mueve un dedo por ayudar al Sheriff (ni el alcalde, ni el pastor de la iglesia, ni los vecinos). Hecho el trabajo para el que se les contrató, quienes los contrataron deciden denunciarles para no pagarles. Pero, pasado el tiempo, los pistoleros salen de la cárcel y regresan al pueblo para vengarse. De nuevo, el pueblo busca a una persona ajena al mismo para que les arregle el problema. Este nuevo pistolero es el protagonista de la película. Naturalmente, ese hombre les cobra por sus servicios todo lo que quiere. Incluso llega a humillarlos violando a una mujer del pueblo, ocupando todas las habitaciones del hotel, acostándose con la esposa del dueño del hotel, haciéndoles pintar las casas de rojo, dando el cargo de Sheriff y de alcalde al enano del pueblo, etc. El caso, es que ese pueblo inmoral, incapaz por sí mismo de arreglar sus problemas, acaba destrozado. Por cierto, la traducción al español del título de la película es mucho mejor que el título en inglés. Va directamente al tema de la trama: “Infierno de cobardes”.

Emilio Eiranova Encinas

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