La extrema izquierda ha polarizado la política española.
La extrema izquierda ha polarizado la política española.

En España, a principios de los años ochenta del pasado siglo, el calificativo de «ultraderecha», la de los «ultras», desapareció de la arena política al mismo tiempo que lo hacían las dispersas y minoritarias formaciones políticas de extrema derecha, unos grupúsculos que a fecha de hoy siguen siendo anecdóticos. A los partidos políticos del nacionalismo histórico catalán y vasco, cuyo supremacismo étnico y social los sitúa en la ideología de extrema derecha, nunca se les ha aplicado esa etiqueta.

Paralelamente y por esas mismas fechas, el calificativo de extrema izquierda cayó en desuso al mismo tiempo que se convertían en irrelevantes las reducidas formaciones políticas de la «ultraizquierda». El proyecto totalitario de extrema izquierda nacionalista propugnado por ETA quedaba oscurecido tras sus criminales atentados terroristas, por lo que a ETA se la identificó como banda terrorista sin añadir un apelativo ideológico.

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Transcurridos más de treinta años, a principios de los años diez de este siglo, cobra fuerza política la extrema izquierda antidemocrática que, antitéticamente, es catalogada como de regeneración democrática y entra en liza la derecha conservadora de regeneración democrática que, antitéticamente, es etiquetada como «ultraderecha» antidemocrática. La adjudicación inversa de la cualidad democrática es una inequívoca muestra de la perversión del lenguaje derivada de la posición hegemónica de una partitocracia sometida al pensamiento único y de unos medios de comunicación dominantes que constituyen sus apéndices narrativos.

Llevamos ya una década en que la denominación de extrema izquierda no se aplica y el sambenito de extrema derecha o de fascista se adjudica automáticamente a todo lo que no sea socialismo o secesionismo, lo que viene a demostrar la extrema debilidad de nuestra democracia. Un principio constitutivo de un régimen democrático es, precisamente, el reconocimiento del pluralismo ideológico, lo opuesto a los antidemocráticos «cordones sanitarios» que, desde la izquierda, pretenden excluir de la representación política a la ideología conservadora.

La hegemonía cultural de la izquierda ha sido el imprescindible soporte para que haya desarrollado unas anómalas estrategias de consecución del poder político, que han podido llevarse a cabo mediante la sistemática perversión del lenguaje. Para restablecer una semántica que respete la verdad, debemos de recuperar la ética de la responsabilidad, tanto personal como pública, instaurando una cultura de comunicación veraz, tanto en la política como en los medios de comunicación.

Avizor, artículo originalmente publicado en el Centro Diego de Covarrubias: https://centrocovarrubias.org/cdc/2024/10/08/el-lenguaje-inverso-y-las-etiquetas-politicas-avizor-oct-2024/

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