Si salen a la calle y notan un nuevo aura de felicidad, no es porque el final de esta primavera es esplendoroso, ni porque las temperaturas del estío, que ya se filtran por todos lados, calienten los corazones, ni porque el virus remita al paso de la vacunación. No. Esta recobrada felicidad proviene, sin duda, de la decisión del G7 de imponer un nuevo impuesto a las empresas del mundo, del 15 por ciento.
No hay más que ver los titulares de prensa. The Guardian: “Un paso en la buena dirección”. La Repubblica: “Un rechazo al populismo y al egoísmo”. De Standaard: “Los políticos una vez más toman el control”. Die Tageszeitung dice que un 15 por ciento es muy poco. Europa Press dice que el G7 logra un acuerdo “histórico”. Facebook, la simpática multinacional que ha hecho del álbum universitario una máquina de ganar dinero y censurar discursos, se ha mostrado muy ufana ante tal medida.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraHay cuestiones que no están aún claras. Ese 15 por ciento, ¿será sobre el beneficio neto o sobre el bruto? La diferencia puede ser enorme. Sobre todo porque la determinación del beneficio neto depende de las decisiones de las empresas de situar en tal o cual país determinado coste, para sustraerlo a otro que tenga un tipo impositivo menos confiscatorio.
Esta decisión tiene varias aristas. La primera de ellas es que aunque quienes han adoptado esta medida se llamen G7, el objetivo es que se aplique a todos los países. La medida, según han anunciado, pone el foco sobre los llamados “paraísos fiscales”. Cómo han cambiado las cosas; que siete países capitalistas dicten la política fiscal al resto ahora nos parece de perlas.
Además, los grandes países imponen su fiscalidad al resto porque no quieren competencia. Igual que Facebook, y el resto de multinacionales están encantados con este tipo de medidas, porque imponen una barrera que ellos pueden superar, pero que la competencia potencial ve muy difícil de batir.
Pero hay más. Con los tipos de interés, y con la conciencia fiscal, en mínimos históricos, los Gobiernos se han endeudado a niveles catastróficos. Y las catástrofes, ya lo saben, hay que pagarlas.
Y, en última instancia, una fiscalidad global es un paso necesario para un gobierno mundial. Para una infraestructura al servicio de las élites, y que se pueda saltar los veredictos políticos de los pueblos, esa antigualla pre-post-moderna que ya no les es útil.