
Resulta paradójico escuchar como el presidente del gobierno del Reino de España, en un foro multinacional, reclama que le ayuden a defender la democracia. Es un grito extraño, inusual, surgido de un personaje que ha venido ocupando todos los espacios y agentes de control colocándolos al servicio de su ejecutivo. En estos momentos solamente queda por conquistar el CGPJ, que sirve al aludido personaje y a sus ministros como espolón para acusar de fascista o antidemocrático a todo partido político que no comulgue con sus especiales ideas.
Efectivamente, es preciso acudir en ayuda de la democracia, pero no por acciones o conductas de terceros, sino por la interpretación del poder que está haciendo el gobierno. Un poder que se usa no solamente para alcanzar el voto suficiente sino también para mantenerlo, a toda costa. Es esta una canción repetida; alcanzado el poder, a cualquier precio, hay que retenerlo a cualquier precio, incluso con el descuajeringue del Estado.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEntrega y ocupación mediante colocaciones en los cargos correspondientes haciendo uso de un nepotismo exagerado. No hay ministro, ministra, que no haya colocado a su pareja, sea la que sea, en un puesto de nivel. No hay exministra o exministro que, aun a costa de incumplir la ley, no haya obtenido la prebenda correspondiente. Y así, en cualquier estamento o estrato del ejecutivo, adornado por un vislumbrable espíritu nacionalizador.
Y siendo todo ello paradójico en un Estado de Derecho, todavía lo es más la ocupación del TC con un único objetivo; clavetear con sentencias toda acción del gobierno que haya podido ser puesta en tela de juicio por la ciudadanía, en cualquier vertiente. Contemplar la composición actual del dicho Tribunal es poner en serias dudas la imparcialidad de sus resoluciones. Las dictadas y las por dictar. Llegándose al extremo de hasta insinuarse que alguna proposición de ley ha gozado del previo visto bueno de algún destacado miembro. Lo cual indica que la senda que recorrerá tal proposición tiene una meta ya preestablecida a plena conveniencia de su instigador.
Y siendo ello grave, que lo es, todavía cabe clamar la parcialidad del Tribunal de Garantías ante el sorprendente e inaudito hecho de su dictado de sentencias, absolviendo de delitos y mutando penas impuestas en un juicio visto por el Tribunal Supremo. Ya no se trata de dar amparo al ciudadano afecto por motivos de infracción o desatención de sus derechos constitucionales ― objeto específico del TC ―, sino de revolver en los fundamentos y fallo de una resolución que, se reconoce, no vulnera ningún principio fundamental del enjuiciado. Es decir, el TC se está convirtiendo en una tercera o alta instancia que impregna sus resoluciones con fundamentos destructores del juzgador de instancia. Juzgador que ve como, sin juicio alguno, sus sentencias son revocadas y trastocadas sin que pueda poner más objeción que la pataleta verbal.
Y siguiendo en este mundo paradójico, nos encontramos con otro personaje, venido de ultramar, que pretende dar lecciones de democracia al Reino de España, exigiendo la amnistía, es decir, la limpieza de unas supuestas cloacas gubernamentales. De derechas, naturalmente.
Sustituir un letrado mayor del congreso por no mostrarse afín a esa “limpieza” y colocar en su lugar a otro que, de inicio, ya asume la idoneidad del medio para tal “limpieza”, es democrático; esconder el contenido de un informe favorable no fundamentado jurídicamente por ese letrado ad hoc, también es democrático; imputar un informe desfavorable para ese medio a la oposición, también es democrático. Es decir, impulsar una amnistía global, sin concreción ni de hechos ni personas, ni de períodos temporales, también es democrático. Y que tal amnistía no solamente borre el delito, nunca los hechos, amén de las consecuencias pecuniarias, también es democrático. Todo lo anterior apesta, pero, todavía hiere más al conocer el motivo; agasajar a un grupo de condenados, con un prófugo de la justicia, para conseguir sus votos en el Congreso.
Lo cual nos lleva a afirmar que sí, que efectivamente, el presidente del gobierno en Davos suspira de una ayuda para mantener “su democracia”, para introducir al país en una autarquía que ya se vislumbra en el horizonte.
Pues, de eso se trata; gobernar aunque sea vendiendo la dignidad, la honra, la libertad, la legalidad, la vergüenza por el alcance de esos siete votos necesarios. Esa es “su democracia” y la del socialismo que, siguiendo su costumbre, pretende apropiarse del Estado para su uso y disfrute. Nada nuevo bajo el sol.
Francisco Gilet, Colaborador de Enraizados.