Ciudadanos portan mascarillas en Barcelona. / EFE
Ciudadanos portan mascarillas en Barcelona. / EFE

Hace ya más de tres semanas que terminó el estado de alarma y los españoles recuperamos nuestra plena libertad deambulatoria. Seguramente, somos todos ahora un poco más pesimistas que hace tres semanas, momento en el que vivimos la vana ilusión de que el virus estaba a punto de ser derrotado.

Los contagios apenas superaban los cien diarios. Y durante algunos días no tuvimos que lamentar fallecimientos. Así que todos nos preparábamos para recuperar el tiempo perdido durante el forzoso confinamiento y comenzábamos a planear jubilosos unas vacaciones que, si bien iban a ser más contenidas que las de años pasados, nos hacían esperar momentos muy gozosos.

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Pero ¡ay!, tres semanas después, el virus no solo no se ha ido, sino que amenaza con un violento repunte. Y aquí estamos, muertos de miedo, viendo que nuestras anheladas vacaciones pueden esfumarse y tenemos que pasar el mes de agosto disfrutando de los veranos de la Villa.

En estos momentos varias zonas de la geografía patria se encuentran ya confinadas total o parcialmente. Y el honorable president amenaza con sacar un decreto ley de dudosa constitucionalidad para confinar a los ilerdenses aún en contra de una resolución judicial.

La reacción de los habitantes de la españolísima capital del Segría no se ha hecho esperar. Las intenciones confinatorias de la Generalidad han sido ampliamente contestadas por una población, que se alza en rebelión frente a un presidente autonómico a su vez rebelado contra la justicia.

Parece que volver a los confinamientos masivos no es la solución. Ni nuestra economía ni nuestra estabilidad emocional se lo pueden permitir

Y es que parece que los españoles, que aceptaron con gran mansedumbre el primer confinamiento demostrando un gran sentido de la ciudadanía, no están dispuestos a que los vuelvan a encerrar por tiempo indefinido. Y no les falta razón.

Porque nadie sabe cuándo va a estar lista la dichosa vacuna. Lo último que hemos escuchado  a Salvador Illa es decir que estará para junio de 2021. Y si está para esa fecha, que habrá que verlo, después habrá que vacunar a 40 millones de españoles. Y eso no se va a hacer en una semana, ni en dos.

Así que nos queda, por lo menos, año y medio de coronavirus. Con una proporción de población con anticuerpos que apenas pasa del 5%, parece que eso que llaman inmunidad de rebaño está muy lejos de llegar. Y si en tres semanas de vida normal estamos teniendo ya un primer rebrote, ¿Cuántos confinamientos y posteriores rebrotes nos pueden quedar hasta diciembre de 2021?

Viviremos lo que Shumpeter llamaba un proceso de destrucción creativa, que es la forma en la que el capitalismo se adaptar a los cambios que se producen en el entorno

Los institutos de estudios económicos aumentan la previsión de caída de nuestro PIB hasta un 12%. Eso hará que nuestro déficit fiscal supere el 15% y que nuestra tasa de desempleo se vaya más allá 25%. Y eso solo con un confinamiento de 12 semanas. ¿Qué pasará si tenemos otro? ¿Hasta dónde veremos caer a nuestra economía? Y lo que es más importante ¿tendrá capacidad el Estado para hacer frente a sus obligaciones? Y que decir de la banca, que va a tener que soportar la quiebra de sectores enteros de la economía.

No. Parece que volver a los confinamientos masivos no es la solución. Ni nuestra economía ni nuestra estabilidad emocional se lo pueden permitir.

No nos queda otra que aprender a vivir con el virus. Higiene de manos, distancia social, uso de mascarillas. Fomentar el teletrabajo en la medida de lo posible, establecer sistemas de detección temprana de los brotes y confinar sin ningún tiempo de miramientos a los enfermos, no a los sanos.

Las empresas que puedan tendrán que adaptarse al nuevo entorno económico. Muchas otras cerrarán. Tendrán que surgir empresarios que aprovechen las nuevas oportunidades que surjan en el mercado y la economía tendrá que ir ajustándose de forma dolorosa, pero eficaz. Viviremos lo que Shumpeter llamaba un proceso de destrucción creativa, que es la forma en la que el capitalismo se adaptar a los cambios que se producen en el entorno.

Esto del coronavirus no ha hecho más que empezar. No nos queda otra que armarnos de paciencia y tratar de llevar la vida más normal que podamos llevar.

Lo que no podemos es consentir que nos vuelvan a encerrar en casa durante tres meses. El gobierno tiene que encontrar otras formas de prevenir los contagios más sutiles, que sean capaces de preservar la salud de los españoles sin arruinar nuestra economía. 

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