Caricatura de la ministra de Educación Isabel Celaá, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. /AMB
Caricatura de la ministra de Educación Isabel Celaá, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. /AMB

Empezaba a echar de menos, que quieren que les diga, a la ministra de Educación, Isabel Celaá, que tiene el inestimable don de hacer apariciones estelares en los momentos menos oportunos y con las ocurrencias más insólitas.

Están los profesores, directivos y personal no docente de colegios e institutos agobiados por este difícil inicio de curso, con sus clases online y presenciales, con reajustes horarios y alumnos y profesores y alumnos confinados, con termómetros a las puertas de centros escolares, con los protocolos sanitarios en constante cambio, con la cámara que no funciona y no retransmite en directo las clases a los alumnos que están en casa, habilitando espacios nuevos para impartir clases y cerrando zonas comunes para evitar que los chicos se contagien, esperando a profesores sustitutos porque el de 4º de ESO de Matemáticas ha dado positivo… 

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Este es el día a día del docente o directivo o trabajador de un colegio o un instituto a día de hoy. Con sus 17 normativas diferentes. Pero no se preocupen que, para poner orden en este infernal inicio del curso escolar de 2020-2021 está la ministra de Educación. 

¿Y con qué nos ha sorprendido esta semana doña Isabel? Pues con un Real Decreto aprobado en el Consejo de Ministros de esta misma semana. 

¿Y qué dice tan urgente normativa para saltarse a la torera algunas medidas de la actual ley orgánica de educación (LOMCE)?

Pues la ministra, sin más, decide que se otorga el “carácter de orientativos” a los estándares de aprendizaje evaluables y también se autoriza la modificación de los criterios de evaluación y promoción para todos los cursos de educación primaria, secundaria obligatoria, bachillerato, y formación profesional, así como los criterios para la obtención del título de graduado en Educación Secundaria Obligatoria, el título de Bachiller, y las titulaciones correspondientes a la formación profesional.

Por último, se suprimen las evaluaciones de final de etapa de Educación Primaria y Secundaria obligatoria, que dejan de tener valor económico alguno.

Nadie lo entiende pero los lumbreras que redactan la normativa educativa que imponen a nuestros niños tienen que inventarse algo para sobrevivir

Para los no iniciados en la jerga pedagógica de las leyes educativas que padecemos desde hace más de tres décadas, los “estándares de aprendizaje evaluables” son una concreción de los criterios de evaluación que permiten definir los resultados del aprendizaje y que concretan lo que deben saber. Deben ser observables, medibles y evaluables y permitir graduar el rendimiento o logro alcanzado. Por ejemplo, un estándar de aprendizaje para Historia de 2º de Bachillerato es este: “Define el concepto de unión dinástica aplicado a Castilla y Aragón en tiempos de los Reyes Católicos y describe las características del nuevo Estado”.

Por su parte, los criterios de evaluación son “los referentes que se dan para poder valorar el grado de adquisición por parte del alumno de las competencias clave y de los objetivos de cada área de conocimiento y cada curso. Sirven para valorar capacidades, conocimientos, procedimientos y actitudes”. No se preocupe si no lo ha entendido. No es usted lento ni torpe ni poco inteligente. Nadie lo entiende pero los lumbreras que redactan la normativa educativa que imponen a nuestros niños tienen que inventarse algo para sobrevivir. 

Pues los famosos criterios de evaluación son uno de los apartados esenciales del currículo educativo. Ejemplo de criterio de evaluación para Historia del Mundo Contemporáneo: “Establecer las etapas de desarrollo de la Segunda Guerra Mundial distinguiendo las que afectaron a Europa y las que afectaron a Japón y Estados Unidos”.

No me pregunten por favor cuál es la diferencia entre los criterios de evaluación y los estándares de aprendizaje porque no soy capaz de explicárselo después de quince años haciendo materiales didácticos para Secundaria y Bachillerato. Lo que es seguro es que los estándares de aprendizaje formaban parte obligatoria, por ley, de las programaciones de los profesores para impartir sus asignaturas. 

Bueno, pues llega Celaá y de un plumazo se carga, vía Real Decreto, el trabajo de los profesores, miles de páginas de programaciones didácticas y un esfuerzo titánico por mejorar la calidad educativa, tal como tímidamente intentaba recuperar la LOMCE después de tres leyes socialistas infumables. Para remate, el decreto ley urgente suprime también otra medida derivada de la LOMCE: las evaluaciones de final de etapa de Educación Primaria y Secundaria obligatoria.

Pero no se pierdan la introducción al Real Decreto en el que la señora ministra fulmina el currículo educativo. Por ejemplo: “Se hace necesario asegurar unos niveles comunes de exigencia que garanticen la calidad de los títulos académicos…” Ojo al dato: “niveles comunes de exigencia”, en lenguaje Celaá, es rebajar… la calidad educativa. 

Y, manténganse sentados, de ‘cum laude’ el autobombo reflejado en el BOE sobre lo que ha hecho en estos meses de pandemia, desde el confinamiento, el departamento que dirige doña Isabel: “Desde ese momento, el Gobierno, a través del Ministerio de Educación y Formación Profesional, en coordinación con el Ministerio de Sanidad y con todas las administraciones educativas, ha desarrollado una intensa actividad. En un primer momento, al suspenderse la actividad docente presencial, se produjo una rápida movilización para facilitar acceso a materiales educativos on-line, crear plataformas, poner en servicio con RTVE un programa de televisión educativa de 5 horas diarias de emisiones…”.

Pues es lo que hay, queridos amigos.

Casual o providencialmente ando estos días repasando una obra magistral, La buena y mala educación (Encuentro, 2011). La autora, Inger Enkvist, buena conocedora de los sistemas educativos de varios países recuerda que “la nueva pedagogía [en la que se basa la legislación educativa española desde la década de 1980 hasta la actualidad] no se centra en los conocimientos y los profesores pasan a ser simples organizadores de la jornada escolar”. Pues bien, lo que ha hecho Isabel Celaá es precisamente llevar al extremo la nueva pedagogía, cargarse los indicadores de lo que deberían aprender nuestros niños y adolescentes en cada materia escolar y dejar que los profesores se organicen como buenamente puedan. Eso sí, para garantizar “unos niveles comunes de exigencia”…

Señoras y señores. Nada es casual. Se trata de que las nuevas generaciones no sepan absolutamente nada, no sean capaces de hacer nada y dependan para todo de la Administración, o sea del Estado o del gobierno autonómico de turno. Bienvenidos al socialismo compadres. 

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