Alumnos y profesores abandonan las aulas en una Venezuela en crisis. Según denuncia la Federación Venezolana de Maestros (FVM), entre un 30% y un 40% de los maestros lo hacen cada día para poder hacer colas en busca de comida o medicinas. La asistencia de los alumnos también disminuye de forma alarmante: en el país de las neveras vacías, cortesía de las políticas del régimen de Nicolás Maduro, los ninos, sin tener con qué alimentarse en casa, saben que tampoco habrá comida en el colegio, y muchos se ven obligados también a acompañar a sus padres a hacer largas colas, según añade el gremio.
En la nación con las mayores reservas de petróleo del mundo, la educación ha dejado así de ser una prioridad entre muchos venezolanos pobres y de clase media, afanados en encontrar comida en medio de las protestas y los saqueos en aumento. Una situación agravada además por el anuncio del Gobierno de suspender las clases los viernes de abril y mayo para ahorrar energía.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl Gobierno de Maduro echa balones fuera, acusando a la oposición de exagerar los problemas sociales «como parte de una campaña para desacreditar el socialismo en Venezuela», y culpando a la «guerra económica propiciada por sectores de la ultraderecha y los empresarios» de la innegable falta de comida en los anaqueles.
Pero los expertos lo tienen claro: un año interrumpido como este no se recupera. Estos muchachos están creciendo con un déficit educativo, lamenta Tulio Ramírez, especialista en Educación de la Universidad Central de Venezuela.
Hoy en Venezuela, al absentismo se le llama hambre
Siendo Venezuela uno de los pocos países de América que no participa en el programa internacional de evaluación PISA, es difícil medir el estado real de la educación. Pero el recorte de beneficios sociales impuesto por Maduro ha generado una visible falta de profesores calificados, bajos salarios y fondos insuficientes para mantener las escuelas.
La deserción de las aulas en Venezuela tiene otro nombre: hambre. Profesores y personal administrativo, visiblemente afectados por la situación, explican que «a diario ven ninos con la boca blanca, con la mirada ida, porque no han desayunado, incluso no cenaron el día anterior».
Solo el 42,97% de los venezolanos come algún tipo de lácteo, un 34,68% huevos y solo el 28,72% tiene acceso a frutas
Según la Encuesta sobre Condiciones de Vida de los Venezolanos 2015 (Encovi), solo el 42,97% de los venezolanos come algún tipo de lácteo, 34,68% huevos y solo el 28,72% tiene acceso a frutas. El estudio señala que la proteína animal es un alimento de lujo y se afianza otro dato, que el 87% de los encuestados no tiene suficientes ingresos para la compra.
«La calidad nutricional de la dieta ha bajado mucho y el problema se deteriora de modo acelerado en los últimos meses. Los que más sufren son los ninos, sobre todo los menores de 5 años», denuncia la Dra. Marizta Landaeta, que trabaja directamente con centros escolares de Venezuela dentro de la Fundacion Bengoa para la Alimentación y Nutrición, donde se controla desde décadas la situación de la alimentación en el país.
Testimonios de la decadencia
El régimen de Maduro ha abandonado a los ninos. En Caracas, nos ilustran testimonios como el de María Arias, de 14 años. Este ha sido su día de escuela: puso sus cuadernos en su mochila, junto a una banana para compartir con sus dos hermanos pequeños y se encaminó hacia su escuela de Secundaria. Pero no tuvo la clase de Arte de las 7:00, el profesor estaba enfermo. Luego, la de Historia se canceló. No hubo Gimnasia: el maestro fue asesinado a tiros días antes. Por la tarde, el profesor de Español envió a los chicos a sus casas, acatando un toque de queda impuesto por las pandillas. «Te sientes atrapada. Tú esperas, y esperas y esperas durante horas. Pero hay que venir para salir de aquí», afirma la niña.
En el estado andino de Táchira los profesores de la escuela pública Mariangel Cáceres abandonaron las clases a principios de este 2016, al no recibir sus sueldos
En el estado andino de Táchira (oeste de Venezuela), como informa Notimérica, los profesores de la escuela pública Mariangel Cáceres abandonaron las clases a principios de este 2016, al no contar con salarios. Su escuela pública tampoco pudo proporcionarles alimento, debido a la aguda escasez de bienes básicos que sufre el país iberoamericano.
Tampoco acuden los alumnos. «Dejé la escuela la siguiente semana en Semana Santa», señala Cácares, de 13 años, que ahora acompaña a su madre a Colombia para comprar harina, arroz y azúcar, que ya no consiguen en Venezuela o no puede darse el lujo de pagar.
La misma decadencia se observa en La Fría, cerca de la frontera con Colombia. La longeva escuela pública Monseñor Marco Tulio Ramírez se echó abajo en 2013 con el proyecto de levantar una nueva, pero la escasez de materiales, la inflación desatada y las demoras burocráticas pararon la construcción, según informa su administración.
Las autoridades no ofrecieron un espacio alternativo para los casi 300 alumnos, así que las clases se han esparcido por casas cercanas, una habitación sobre un desolado supermercado y hasta en el angosto garaje de un empleado de la escuela. Las clases se dan a pesar de los frecuentes apagones, cortes de agua, y sólo con una comida al día.
«Estamos desesperados»
«La situación es muy grave», acusa Josefina Molina, agobiada como tantos padres de familia en Venezuela por la situación de sus cinco pequeños, obligados a dejar el colegio al mediodía porque no había almuerzo. «Estamos desesperados. Sinceramente, no hay nada que hacer».
Sharon Roa, otra madre de La Fría de 27 años, cuenta que a menudo deja a sus hijos en casa, ya que no puede lavar sus uniformes por la escasez de detergente y los constantes cortes de agua. El año pasado, Ever Mejías, vecino de la misma localidad y con apenas 14 años recién cumplidos, abandonó la escuela para empaquetar hielo en una fábrica y ayudar económicamente a su familia.
Douglas Mena, profesor de Matemáticas de 32 años, dejó de dar clases por las mañana en marzo porque había comenzado a ganar el doble pescando en el enorme Lago de Maracaibo. «Yo no soy el único, hay muchos: unos se dedican a bachaquear (revender bienes), otros hacen tortas, limpian casas privadas o cualquier otra cosa», relata.