Niños de Primaria, el primer día de vuelta al colegio en la era covid. /EFE
Niños de Primaria, el primer día de vuelta al colegio en la era covid. /EFE

En situación normal a las familias -y a las numerosas en especial- nos ningunean, nos dejan castigados en el rincón del olvido, no nos consideran y les damos igual. En la situación totalmente excepcional de pandemia mundial tampoco se han acordado de nosotros.

En esta vuelta al colegio de 2020 tan extraña y diferente tampoco nos han preguntado por nuestras circunstancias, situaciones familiares y necesidades a la hora de organizarnos.

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A los colegios los han dejado solos y éstos se han medio organizado. Pero a las familias nos han dejado a un lado. Cuando son nuestros hijos los que van a estar en clases con 20 personas, pero en los sitios públicos se entra de uno en uno. Van a tener que ir muchos al colegio en transporte público. Con los peligros que conlleva. Muchos padres van a depender de terceras personas para llevar y traer del colegio y para acompañar y ayudar los días que toquen clases online.

Eso sí, la administración no puede ofrecer atención presencial y los obstáculos para gestionar y tramitar documentos son brutales. Pero la vuelta al cole es indispensable para evitar colapso económico. Pero sin ayuda logística. A sobrevivir. Cada uno como pueda. Y más y sobre todo las familias y en especial las familias numerosas.

En la asociación de familias numerosas de Madrid hicimos hace unos pocos días una encuesta con varias preguntas sobre esta vuelta al colegio. Las respuestas nos dicen que el 74% de las familias encuestadas sí quieren que sus hijos vuelvan al colegio de manera presencial, pero casi todas obligadas por la imposibilidad de dejarlos en casa y tener que ir a trabajar todos los días. Lo mismo si teletrabajan, pues no pueden otra vez estar a la vez atendiendo a los hijos en sus clases virtuales.

A pesar del miedo y del peligro de que digan que aumentan los contagios y haya que quedarse otra vez en casa, aunque los confinamientos sean más locales y la logística sea de supervivencia… muchos padres parecen estar de acuerdo con la idea de iniciar el curso escolar.

Eso sí, a la administración, al gobierno -nacional o regional- le importa poco lo que piensen los padres, lo que necesiten los padres, cómo organicen la familia. No nos han preguntado, no nos han llamado.

Y eso provoca que el malestar lo paguemos contra el colegio, que es lo que tenemos cerca, que es donde vamos cada mañana. Y dejamos a un lado el protestar, reclamar, exigir, denunciar a la administración, a la Consejería, a la Inspección. Porque ellos tienen el poder y salen en la televisión diciendo que lo tienen todo pensado, preparado y organizado. Que hay suficiente dinero presupuestado para las contingencias por el covid, que si hay que desdoblar clases se contratan más profesores, que si hay que tener más aulas pues se hacen obras, que si hay clases online pues se regalan ipads y tablets, …

En marzo lo primero fue cerrar colegios. En septiembre lo primero es abrir colegios

Y ellos, los que tienen el poder, salen ganando porque a la ciudadanía, a las familias, nos ponen la vacuna que nos salva de pensar y ver que todo es un desastre. Es la vacuna del miedo. Y con miedo la gente se vuelve vulnerable, cobarde, timorata y se queda paralizada.

Y si además se mezcla el miedo con las mentiras o medias verdades, el resultado es la victoria sobre la libertad. Y se logra la grandeza de prohibir. La vacuna contra la libertad es una mezcla de miedo y mentira.

Esta semana empiezan las clases para muchísimos alumnos. Llevan 24 semanas sin clase. Eso son seis meses, la mitad de un año. No son tontos, las familias tampoco somos tontas. Porque lo mismo que nos pidieron en la pandemia, cuando todo era excepcional y sorpresivo, urgente y apremiante, nos lo piden ahora igual, igual, igual.

Ni han dado ni dan la talla, ni han considerado a las familias ni entonces ni ahora. Solo saben vacunar miedo. Para que obedezcamos y no pensemos. Lo sensato, prudente y razonable se cambia por creer todo, por extraño que parezca. Porque tener a 20 niños en una clase y que el profesor tenga que ocuparse de las 20 mascarillas y de que se laven frecuentemente las manos… ¡¡No da tiempo a dar clase!!

¿No han podido pensar en estos meses algo más imaginativo, novedoso? ¿Tantos días, semanas y meses para pensar en que las familias y sus hijos solo están para obedecer?

Primero nos cerraron los colegios, sin más. Coge los libros y la mochila y a casa. Luego clases online, deberes y trabajos virtuales. En muchos casos sin preguntar si se podía acceder a esta vía telemática para terminar el curso.

Luego con horarios restrictivos para salir de casa y la tontería más grande: que los niños pueden salir con su padre o madre, pero solo al supermercado o al banco.

Y al llegar el verano todos fuera, que hay que salir. Pero sin saber si los que salen de casa están contagiados o están sanos del virus.

Guantes sí, mascarilla no. Siempre gel. Luego fue al revés, guantes no y mascarilla sí. Distancia sí, para no necesitar mascarilla. Al final mascarilla siempre, hasta para los muertos.

En marzo lo primero fue cerrar colegios. En septiembre lo primero es abrir colegios.

Independientemente de la importancia de educar y enseñar presencialmente, de socializar con otros niños, de obedecer a profesores además de a los padres, de vivir un montón de experiencias en la etapa escolar, las dos decisiones, la de cerrar y la de abrir, se han tomado sin justificaciones sanitarias, ni educativas. Sin tomar en consideración la organización de las familias.

Las dos decisiones de cerrar y abrir colegios han sido producto del miedo, de la imprudencia, de la locura de no pensar ni razonar con sensatez. Y, sobre todo, de obedecer a quien solo le ha interesado aprovechar el miedo para paralizar y acobardar, no para gestionar, organizar y procurar el bien común de todos. Sobre todo de los niños, futuros ciudadanos. Nuestros hijos.

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