Hay múltiples maneras de decir sí y no y en Hispanoamérica millones de decir no sin decirlo...
Hay múltiples maneras de decir sí y no y en Hispanoamérica millones de decir no sin decirlo...

Los escolantes de mi generación deben de recordar el consejo de la escuela primaria: “Hay que decir si o no, como Cristo nos enseña”. Realmente, la admonición provenía de un texto evangélico, el San Mateo: “No juréis de ninguna manera… Sea vuestra palabra sí, sí; no, no. Todo lo que pasa de esto es mal proceder” (Mt. 5: 33-37).

En principio, parece fácil la recomendación léxica de procurar contestaciones terminantes. Pero, en la realidad de tejas abajo, hay muchas formas de expresar una respuesta afirmativa, sin necesidad de apelar a ningún juramento. El inglés, se contesta, por ejemplo, lo sé (I know it) y todo queda claro. En español, contamos con una frondosa variedad de fórmulas de asentimiento para dejar tranquilo al interlocutor. Veamos: sí, eso es, pues sí, de acuerdo, claro, ya, fijo, cantidad, a saber, no diría yo que no, a ver, ¿cómo te lo diría?, tal cual, va a ser que sí, eso mismo, natural, conforme, ya lo creo, y que lo digas. Además, tales manifestaciones de aprobación se pueden acompañar de un movimiento de cabeza, los párpados, las manos, etc. Todo lo cual refuerza el asentimiento.

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A la hora de negar lo que dice el interlocutor, caben, todavía más variaciones: no, no y no, no y mil veces no, pues no, ni hablar, descuida, a mí que me registren, no te quepa la menor duda, quita, ¡ahí va!, ca, quiá, para nada, no necesariamente, ni hablar, qué remedio, niego la mayor, rotundamente no, nequáquam, te he dicho que no, en absoluto, ni por pienso, yo no digo nada, va a ser que no, de ninguna manera, como si nada, ni por asomo, ni por pienso, ni de lejos, faltaría más, ni punto de comparación. De nuevo, se puede acompañar la fórmula verbal de la negación con gestos de la cabeza, la cara, las manos, etc.

También, hay mil maneras de decir si o no al mismo tiempo. Un suponer: depende, según, más o menos, a saber, ni fu ni fa, a mí plin, no sé qué decir, ¿qué quieres que te diga?, ni idea, tengo mis dudas, puede, las cosas son como son, esto es lo que hay.

El juego de la afirmación, la negación o la indiferencia puede conciliarse con esta maravillosa fórmula de nebulosa: un si es, no es. Últimamente, se ha puesto de moda el infantilismo del si o sí. Sirve para reforzar una petición, para indicar que no hay vuelta de hoja. En la jerga política, para subrayar el rechazo a una propuesta, se acude a la sinsorgada de no es no.

Nos podríamos preguntar por qué se revelan tantas variaciones para afirmar o negar algo, que propone o emite el interlocutor. Intuyo que la explicación reside en el origen mismo de la nueva acción de conversar, que empezó a darse en los humanos hace unos 40.000 años. Seguramente, asentir o disentir a lo que indagaba el prójimo eran los principales estímulos para replicarle y entablar una plática. Es decir, con el o el no estamos remedando los albores del lenguaje, el mayor salto de la evolución humana.

Los matices entre el y el no permiten una infinitud de similitudes o disparidades. No otra cosa es la esencia del lenguaje. En estos días, la ministra de Sanidad (que sesea con tanta gracia) nos ha obsequiado con un raro adverbio: parecidamente. El mundo de la medicina permite multitud de eufemismos. Mi amigo José María Navia-Osorio, médico él, me recuerda el equivalente de fallecimiento para los galenos refinados: éxitus. En mi tribu sociológica abundan, también, las exquisiteces eufemísticas. Es el caso del empate técnico de la jerga los encuesteros. Se aplica a la previsión de que dos partidos vayan a quedar muy igualados en votos ante unas futuras elecciones. Realmente, lo que indica es que no se sabe lo que va a suceder. Lo de técnico da mucha vistosidad científica a la expresión.

Como puede verse, no, siempre, rige la ley de la economía léxica. Al contrario, en los usos sociales, la norma es el exceso de palabras, tan pletóricos estamos con el descubrimiento de hace 40.000 años. Y, si no, véase este imperativo coloquial de detenerse: quieto parado.

Amando de Miguel, artículo publicado originalmente en Actualidad Almanzora

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