La neutralidad española en la Segunda Guerra Mundial sigue siendo un tema de continuo debate para la historiografía. El encuentro en Hendaya entre Hitler y Franco en 1940 ha sido interpretado -especialmente en las últimas décadas- como la constatación de que si España no participó en el conflicto fue porque el dictador alemán no lo permitió al no ceder antes las altas exigencias del Generalísimo.
En este punto difiere de manera notable la historiografía española de la extranjera. El motivo, sostiene Fernando Paz, autor de La neutralidad de Franco (Ediciones Encuentro), es de carácter ideológico y por la perspectiva más certera sobre Franco que, a su juicio, tienen los historiadores foráneos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora«Los análisis más negativos hacia Franco que, en general, se han producido desde España se deben a razones ideológicas. La historiografía extranjera suele demostrar una perspectiva más amplia que la española, la ideologización es menor y en consecuencia se puede hacer una valoración más neutra de la figura de Franco», asegura a Actuall.
En su opinión el jefe del Estado español hizo todo lo posible por evitar que España participara en una guerra para la que no estaba preparada. Para llegar a esa conclusión Paz ha acudido a documentación británica, norteamericana, francesa, italiana, alemana y española.
En los últimos tiempos incluso se ha especulado (el historiador Ángel Viñas en su libro Sobornos) con la posibilidad de que varios generales españoles fueran sobornados por el Reino Unido a cambio de influir en Franco para que España no entrara en la guerra del lado alemán.
La catadura moral de Juan March
¿Qué hay de verdad en todo ello? Es verdad que los britanicos realizaron pagos para consolidar la neutralidad de España, cantidades muy importantes para la época, pero no hay documento o persona que acredite que algún general cobró, así lo dice el propio Viñas. «Los britanicos pagaron para llevar a cabo una operación que frustrara la entrada de España en la guerra al lado de Alemania. Y pagaron bien. Es el dato esencial», señala Paz.
El historiador madrileño (autor también de «Europa bajo los escombros», «El fracaso de una utopía» o «Núremberg: juicio al nazismo», entre otras obras), recuerda que esta operación fue cocinada en la embajada británica en Madrid por el secretario naval, Alan Hillgarth. «El dinero pasaba por él y por un personaje tan sospechoso como el millonario balear Juan March, se suponía que ellos tenían que hacer llegar el dinero a un par de decenas de generales españoles».
«Es muy probable que ni siquiera Hillgarth, March ni nadie se dirigiera a los militares, no hay ningún documento que lo acredite. Además estos dos sujetos son altamente sospechosos»
La pregunta es evidente: ¿por qué no llegó ese dinero?
«Se envió un dinero a estos dos hombres con el fin de ‘convencer’ a los generales españoles de que ese dinero procedía de empresarios españoles que querían evitar la entrada de España en la guerra. Se hizo así porque de esta manera los militares no estarían cometiendo un acto de traición, pero sí de soborno».
Es decir, que Londres sí pagó, ese dinero llegó a la embajada británica en Madrid, los documentos existen, pero… «todo hace apuntar a que los militares nunca cobraron», dice una y otra vez Fernando Paz.
¿Acaso los generales no tuvieron constancia de que querían ser comprados por el Reino Unido?
Esposas con grandes fortunas
«Es muy probable que ni siquiera Hillgarth, March ni nadie se dirigiera a los militares, no hay ningún documento que lo acredite. Estos dos sujetos son altamente sospechosos. March era mundialmente conocido por ser un verdadero pirata, no hay mucho que decir acerca de su catadura moral. En cuanto a Hillgarth…»
¿Qué pasa con Hillgarth? ¿Acaso un miembro de la embajada se la jugaba a su propio gobierno? «Hillgarth era muy sospechoso en el manejo de fondos, porque hacía tiempo que le sacaba dinero al gobierno inglés alegando que tenía que pagar a sus intermediarios para obtener información».
«Hillgarth obtenía la información sin la necesidad de pagar nada, así que se estaba lucrando de su propio Gobierno. Es un indicio evidente de que Hillgarth tenía un afán desmesurado por sacarle dinero a los suyos»
En realidad, nada nuevo en el escabroso mundo del espionaje. Kim Philby, jefe de la contrainformación de la OTAN que en teoría tenía que espiar a los soviéticos… ¡estaba al servicio de Moscú!
Pero volvamos a Hillgarth, el secretario naval británico. «En realidad obtenía la información sin la necesidad de pagar nada, así que se estaba lucrando de su propio gobierno. Es un indicio evidente de que Hillgarth tenía un afán desmesurado por sacarle dinero a su gobierno. No sabemos si el embajador inglés Samuel Hoare estaba compinchado o directamente no sabía nada de la operación».
Entonces, ¿qué hay de la obra de Ángel Viñas titulada Sobornos? En ella el historiador cita a algunos generales españoles que vivían por encima de sus posibilidades. «Eso es una trampa porque algunos de esos generales se habían casado con mujeres con importantes fortunas, otros directamente el dinero les venía de su propia familia», sostiene Fernando Paz.
A las órdenes del generalísimo
Se habla, entre otros, del general Antonio Aranda. «Es un disparate, Aranda murió prácticamente en la pobreza. Viñas insinúa que los generales tienen el dinero porque lo han cobrado de los ingleses, lo cual está muy lejos de haber sido demostrado».
Hay otro punto, sin embargo, que parece importante no pasar por alto. La información que la propia embajada británica tenía sobre la política exterior española. ¿Acaso cualquier movimiento de España no lo decidía el generalísimo?
«No tiene sentido lo de comprar generales cuando la propia embajada británica sabía que en política exterior todo lo decidía Franco»
«El embajador inglés sabía que el único que decidía en política exterior era Franco e incluso los ministros de Exteriores españoles reconocían que acataban las órdenes de Franco. Es absurdo desde todos los puntos de vista creer que la embajada en Madrid pidiera a Londres esos dinerales, ya que sabían que no podían influir de facto en la política española».
Para finalizar, Paz sostiene que incluso el propio Viñas dice al final de su libro que lamentablemente no dispone de la lista concreta de los generales españoles. «¡Es que muy probablemente no existen tales documentos!»
Entrevista realizada a: Fernando Paz