Aunque de formación bioquímico, su pasión es la de escribir, actividad a la que dedica su faceta como opositor al régimen castrista. Sueña con una Cuba libre que no vaticina a corto plazo, ni siquiera cuando mueran los hermanos Castro. Es el pesimismo histórico que arrastra Cuba, que sufrió un rejonazo de muerte cuando el régimen se quitó de en medio a Oswaldo Payá.
Orlando Luis Pardo Lazo abandonó la isla cuando ya no le dejaba ni presentar un libro a un amigo, la muerte civil a la que el castrismo condena -con la sutileza marca de la casa- a quienes disparan con las balas de la escritura. Fue un año después de la muerte de Payá, suceso del que no alberga dudas: «Un crimen de Estado que creó un cisma en la sociedad».
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAcaba de publicar una recopilación de ensayos Del clarín escuchad el silencio, una radiografía pesimista de la era post Fidel en la que habla de Cuba como nación diaspórica. Una colección de desahogos contra la tiranía, pero también contra los tibios y los cómplices de la injusticia, que tan a menudo ocupan los púlpitos que no les corresponden, como es el caso del cardenal Jaime Ortega.
Se habla mucho de la complicidad de la Iglesia cubana con el castrismo, y me refiero a la jerarquía, claro.
Es importante matizar este punto, porque la Iglesia también es pueblo vivo: desde las monjitas que atienden a ninos con dificultades a los sacerdotes de a pie al servicio de la gente. Mi crítica se focaliza en la alta jerarquía y especialmente en el cardenal Jaime Ortega. Cualquier cura cubano que esté fuera de la isla te explicará por qué salieron de allí. Muchas veces la orden viene del Gobierno: la jerarquía reubica a los sacerdotes incómodos en una orden en Etiopía, Madrid o Miami. Y eso por no hablar de la penetración del Estado dentro de la Iglesia: sacerdotes castristas infiltrados.
«El castrismo prefiere recibir tiros antes que enfrentarse a opositores como Oswaldo Payá o Laura Pollán, ambos asesinados»
A muchos el cardenal Jaime Ortega les resulta, cómo decirlo, inquietante.
Se comporta como el ministro de asuntos religiosos de Cuba en lugar de ayudar a los cubanos. Lo más curioso es que en el consejo del Estado hay una Oficina de Asuntos religiosos del Estado.
¡El Partido Comunista, ateo, con una oficina religiosa!
Cuando la expatriación de los presos políticos de la primavera de 2003, en 2010 se llega a un arreglo y se expatrian a estos presos, alrededor de 50. Entonces el cardenal Ortega les llamó y les dijo que si no aceptaban salir del país con sus familias, tendrían que cumplir la condena completa. Podría haberse solidarizado con los presos 10 años antes, pero no lo hizo.
Hay más casos, como el de Oswaldo Payá.
Oswaldo fue censurado por la Iglesia católica cubana, así de claro. Un hombre tan querido por la gente fue apartado por la jerarquía de la Iglesia. El cardenal apareció en su velatorio, pero no dijo nada acerca de que había sido un asesinato de Estado. En mi opinión, el cardenal lo lapida. En el totalitarismo no existen instituciones independientes ni intermedias entre el poder y los ciudadanos.
¿Es difícil conservar la fe en Cuba?
En estas circunstancias se potencia la apatía y la cultura de la simulación. Le cuento una anécdota: cuando un grupo de 50 jovenes cubanos fue seleccionado por la Iglesia para un retiro con el Papa Juan Pablo II en Estados Unidos, 30 de estos jovenes se quedaron allí. El joven católico cubano si tiene la oportunidad de quedarse fuera de Cuba, sobre todo en los 90, se queda. Es la nación diaspórica. La Iglesia como institución también ha sido fallida porque no ha reclamado un espacio de independencia. Algunos sacerdotes les dicen a las Damas de Blanco: «¿Por qué venís a la Iglesia de blanco?, puede traerme problemas con el Gobierno».
¿Cuándo y por qué decidió salir de Cuba?
Vivo en Reikiavik, Islandia, gracias a una beca del International City of Refuge Network para escritores. De momento, no quiero regresar a Cuba. En los últimos cinco años no pude hablar en los medios ni presentar un libro a un amigo. Fui fotógrafo de cine y televisión además de bloguero. Pero a medida que fui publicando más cosas en el blog me dijeron que ya no me contrataban más.
Además se asoció con Yoani Sánchez.
Escribí Boring Home, un libro de cuentos que fue sacado de imprenta, y no por censura al libro en sí, sino por publicar blogs. Luego abrí una revista digital independiente con Yoani Sánchez y lanzamos 23 números. A partir de ahí ya fui un enemigo del Estado cubano.
Dices en Del clarín escuchad el silencio que Yoani tuvo una reacción un tanto aséptica tras el asesinato de Oswaldo Payá.
Ella escribió, como el cardenal, que Dios había llamado a Oswaldo a su lado. Sí, pero antes había habido un crimen político. Aquí hay una sospecha y no se puede hacer un epitafio como si Oswaldo hubiera muerto en un accidente cualquiera. No necesitamos una estatua de piedra, sino saber la verdad.
«En Cuba se puede jugar con la cadena, pero no con el mono: puedes decir que es una dictadura, pero no que Fidel o Raúl Castro son unos asesinos»
También murió otro disidente que iba con él, Harold Cepero.
Si Rosa María Payá (la hija de Oswaldo) hubiera viajado en ese coche a lo mejor la hubieran asesinado porque no podían dejar vivo a un testigo cubano. Laura Pollán, otra disidente, entró un año antes con fiebre a un hospital y murió porque le suministraron anestesia general. Lo curioso es que tras la muerte de Payá gran parte de la sociedad civil creyó que fue un accidente.
¿Hay un cisma abierto en la sociedad cubana desde entonces?
Desde luego. Se puede jugar con la cadena, pero no con el mono. Tú puedes decir que Cuba es una dictadura y que Fidel es un dictador, pero no puedes decir que Fidel o Raúl Castro son unos asesinos. Tuve muchas dificultades para obtener apoyos, aunque en el funeral de Oswaldo, la Iglesia se llenó y gritamos «libertad, libertad». Varios disidentes me dijeron que dónde estaban las evidencias del asesinato de Payá.
Volvamos a Yoani. Hay quien dice que tiene un pacto con la seguridad del Estado: enseña sus textos antes de publicarlos.
Mucha gente tiene dudas. Incluso de mí tienen dudas. Pero yo sigo creyendo y respetando el trabajo de Yoani Sánchez. Creo que hasta 2012 tenía un gran capital político, era la voz de los sin voz, pero al concentrarse en su web abandonó el capital político. Yo también he pensado: «¿Qué dirán de mí porque me han arrestado menos que a otros disidentes?» La Seguridad del Estado no sólo se dedica a hablar mal de todos los opositores, sino que lanza rumores sobre nosotros para que cunda la desconfianza.
Si lo mejor de la oposición, Oswaldo, fue asesinado, y los jovenes ahora estáis fuera, ¿no es ponerle las cosas fáciles al régimen?
Salí de Cuba en 2013, estuve en varias universidades de EEUU ofreciendo talleres de literatura y conferencias, hasta que me marché a Islandia. Ahora no puedo volver a Cuba porque cuando estás más de dos años consecutivos fuera del país hay que pedir un permiso especial a la embajada cubana para entrar. Estoy esperando la muerte de Fidel y Raúl Castro, no porque vaya a cambiar algo, sino como una especie de garantía para volver.
¿Garantía de qué?
Oswaldo Payá declaró en 2006 durante «la primera muerte de Fidel» que si Castro realmente estuviera muerto, él y otros disidentes ya estarían detenidos. Estaba convencido de que no iba a disfrutar ese momento de apertura post-muerte.
Parece que todo es oscurantismo cuando hablamos de Cuba. En España el Gobierno tuvo que tragarse la versión oficial castrista para que Ángel Carromero pudiera volver.
La familia de Payá pidió el indulto de Carromero aceptando que se trató de un homicidio involuntario. No se sintieron agraviados, entendieron que la sentencia era válida. El sueco que también iba en el coche, Jens Aron Modig, dijo que jamás volvería a Cuba y a Rosa María le confesó en privado que probablemente fue algo más que un accidente.
«A nadie se le ocurrió desmilitarizar Guantánamo para garantizar que, por ley, se acoja a los cubanos con el estatus de ‘cubanos dentro de Cuba'»
Cuando hablas de lo que pudo haber sido y no fue, se te ocurre lo de ‘Taiwantánamo’, un Estado dentro del Estado cedido por EEUU para poner las bases del futuro democrático de Cuba. ¿No es más ciencia ficción que realidad?
Soy un neófito, llego tarde a la Historia de Cuba: Girón, la crisis de los balseros en 1994… Hago una crítica también a nuestro exilio, porque teniendo un pedacito de tierra a nadie se le ocurrió hacer un lobby para desmilitarizar Guantánamo, sobre todo después de la Guerra de Irak, ya que allí se tortura, y garantizar que, por ley, se acoja a los cubanos en Guantánamo como ‘cubanos dentro de Cuba’.
¿Ha habido complicidad de Estados Unidos con la dictadura castrista?
Es difícil saberlo. No quiero ser promotor de la teoría de la conspiración, pero es cierto que Fidel Castro era un hombre que jugaba siempre a no fallar. Siempre fue amigo de senadores americanos y cuando tuvo que retirar a los cubanos de Panamá en 1989, lo hizo sin problemas; cuando tuvo que hacer la guerra 15 años en Angola, lo hizo; digamos que Castro es un gran ‘norteamericanólogo’, así lo dicen sus grandes biografías.
Hablas en pasado de Castro…
Sí, porque su tiempo ya pasó. La revolución cubana está un poco acéfala, es hoy la disciplina de Raúl Castro y quiere que ese continuismo lo herede su único hijo varón, Alejandro Castro Espín. Fidel incluso concedió dos entrevistas a Playboy: una en 1968 y otra 1986. Curiosamente en Cuba te expulsaban de la escuela si te pillaban con una revista con contenido pornográfico.
¿Qué se puede esperar de Raúl cuando muera Fidel? Cuando era joven Fidel le confesó a un sacerdote jesuita que «Raúl no era muy listo».
Pero con el paso de los años Raúl ha interiorizado el funcionamiento de los resortes del poder. Ha demostrado ser pragmático. Es lo que sucede cuando pasas por el ministerio del Interior. Raúl Castro tiene en su mano la oportunidad de llevar el régimen cubano hacia un régimen autoritario. Ahora las cartas están tapadas, pero es posible que la Historia tenga que reconocerle, siendo un criminal, como la figura que sentó las bases hacia una transicion.
De momento, ha propuesto blindar el régimen.
El último Congreso del Partido Comunista concluyó con una mayor continuidad de la revolución y el socialismo además de la convocatoria de un referéndum que ratifique dos cosas: que el Partido Comunista es el único órgano legal para controlar a la sociedad cubana y dos, que el carácter de la sociedad socialista es irrevocable. Estoy convencido de que el referéndum será aprobado por el 96,7% de los cubanos. Un 2% de votos en blanco y un 2% de abstención. Es un mal síntoma.
¿Cuál es tu balance de la figura de Fidel Castro? Para gran parte de la izquierda el balance es positivo porque resistió a Estados Unidos.
No sabemos qué pasado le espera a Fidel Castro. El pensamiento fidelista no existe, es tan sólo una pragmática del poder. Lo podrán convertir en un icono con el brillo del héroe que ganó una guerra. Al principio su lucha fue la de restituir la Constitución de 1940, aunque lo que de verdad restituyó fue la pena de muerte abolida ese año. Es muy difícil predecir cómo va a pasar a la Historia, pero sí digo que poco a poco aparecerán más operaciones en todo el planeta en las que la mano de Fidel tuvo que ver porque la inteligencia cubana trabajó a todo nivel apoyada por la Stasi y la KGB.
«Soy un ‘castrista’ para criticar el castrismo, en cambio los jovenes no saben nada de Fidel, es un gran desconocido. A mí me dicen: «No te desgastes, esto no lo tumba nadie»
Otra cosa es la memoria de su pueblo.
No creo que vaya a tener un gran monumento en Cuba, y si lo tiene será quemado. Igual esparcen sus cenizas en Miami, que cada vez es una ciudad con mayor infiltración castrista. Yo soy un ‘castrista’ para criticar el castrismo, en cambio los jovenes no saben nada de Fidel, que para ellos es un gran desconocido y lo será más aún en un plazo breve de tiempo. A mí me dicen: «No te desgastes, esto no lo tumba nadie».
¿El cubano es pesimista? ¿Ya no esperan nada tras la muerte de Fidel?
Este pesimismo tiene que ver con un cansancio histórico. Una figura de mucha renovación sería Rosa María Payá. Debemos aspirar a tener apoyo diplomático y mediático, así como de organizaciones prodemocracia en Europa y EEUU. La iniciativa «Cuba decide» que lleva a cabo Rosa María es un buen comienzo. El régimen tiene una deuda moral con ella. Todas las figuras que, como ella, trabajan creyendo que el cambio es posible son peligrosas para el régimen. Lo ideal para el castrismo es ser atacado a tiros, en cambio temen a gente como Oswaldo Payá o Laura Pollán, asesinados los dos. Me interesa ser parte de una escenario de inestabilidad y cambio en Cuba.
¿Tú te sientes vigilado incluso en España?
No. Estoy en Reikiavik, donde ni siquiera hay una embajada cubana. He tratado siempre de obviar el tema de espionaje, porque si me obsesiono entonces la narrativa pasa a ser «el acoso, el acoso, el acoso». Y no quiero eso. Soy un escritor. En Oslo boicotearon una conferencia de Rosa María Payá: cuatro tipos aparecieron con carteles y reventaron el acto. Pero algo tengo claro: en EEUU estaré más expuesto que en Europa.