Isabel Díaz Ayuso en la presentación del Belén de la puerta del Sol
Isabel Díaz Ayuso en la presentación del Belén de la puerta del Sol

Llama la atención que en su felicitación navideña Isabel Díaz Ayuso no se haya limitado a la ñoñería de la paz y la solidaridad para no pisar callos y quedar como un rey -Don Felipe sin ir más lejos-; sino que haya ido al verdadero motivo de los brindis y el jolgorio, ese que ningún gobernante se atreve a mentar: “el paso de Dios por la Tierra que nace y se hace hombre, muere y resucita y lleva la salvación a todos los hombres». 

Llama la atención por el marco y por la protagonista. El marco: España ha dejado de ser (políticamente) católica. No solo es que reine el indiferentismo sino que además, los gobernantes se dedican a acorralar a los cristianos y a perseguir la enseñanza de la doctrina católica en los colegios, al tiempo que se felicita el Ramadán, como hace Pedro Sánchez.

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El marco es la España de Halloween y de los idolillos paganos (animalismo, panteísmo ecologista etc.), y también la Europa que reniega de sus raíces. Por eso sorprende que Ayuso evoque el ADN cristiano de España y del Viejo Continente y manifieste que “es inseparable de la cultura con mayúscula de la que venimos, y que necesitamos para saber adónde ir».

También llama la atención por la protagonista. Una política, esto es alguien que no da una puntada sin hilo, mirando de reojo las encuestas y calculando cada jugada del ajedrez electoral. Nada hay menos natural y más estudiado que un mitin, una intervención parlamentaria o unas declaraciones a la prensa.           

Resulta inevitable pensar que la homilía navideña de Ayuso -seis minutos nada menos- va dirigida al votante católico del PP madrileño que le disputa Vox

Resulta inevitable pensar que la homilía navideña de Ayuso -seis minutos nada menos- va dirigida al votante católico del PP madrileño ese que Vox le disputa por su flanco derecho. Del mismo modo que, mutatis mutandis, Sanchez se ve obligado a hacer guiños de extrema izquierda a la parroquia socialista, porque tiene encima la presión podemita. La prueba es que cuando el PP no tenía a Vox a su derecha, no era tan explícito cuando felicitaba la Navidad -con la honrosa excepción de Esperanza Aguirre-. 

El discurso de Ayuso resulta apologético; cita, entre otros, a Juan Pablo II, y está bien traído y bien trabado. Pero es conocido que los discursos no los escriben los gobernantes, aunque sean los que los encarguen. Por otro lado, las convicciones de Ayuso no siempre son tan compactas, ni sus actuaciones políticas son acordes con la doctrina cristiana, por ejemplo en el respeto a la vida humana que proclama en su discurso navideño. Recientemente defendió que “las embarazadas de 16 y 17 años tienen derecho a abortar sin el consentimiento de sus progenitores.” Por no hablar de las leyes LGTB, aquellas que coló en Madrid la presidenta Cristina Cifuentes y que -entre otras cosas- son inconstitucionales, tienen un cariz totalitario y atropellan derechos fundamentales como la libertad de expresión o la libertad de los padres para educar a sus hijos según sus convicciones. Leyes que Ayuso mantiene. 

Pero comedia o no, la presidenta madrileña ha dicho verdades como puños que hace décadas no se escuchaban de labios de un político. Y con su desparpajo y su falta de complejos ha roto el viejo tabú: la religión no puede reducirse a la esfera privada, idea dominante en el Occidente del último medio siglo. 

Por definición, el cristianismo tiene una dimensión pública, como acaba de recordar el jurista norteamericano Joseph Weiler -que por cierto es judío-. “¿Cómo se pueden testimoniar los valores cristianos si aceptamos esta idea de que la religión es una cosa privada, que en público debe ser escondida?” se pregunta. No puede ser que el cristiano practique cuando está metido en su agujero, como en tiempos de las catacumbas, y que cuando salga a la calle se mimetice con el paisaje, sin que su creencia personal se refleje en su vida pública y social. Esa era justamente la tesis de la película de Martin Scorsese, Silencio, sobre los jesuitas que apostataban en público y creían en su fuero interno. 

No es la primera vez que pájaros de cuenta rinden servicios a la causa del bien, sin que sepamos los motivos verdaderos de su actuación. Ahí está el emperador romano Constantino “un sujeto poco recomendable -como recordaba Francisco José Contreras en Actuall– que tuvo varias esposas, hizo ajusticiar a una de ellas”; y que no se convirtió hasta el final de su vida, en el lecho de muerte.

Pero “aquel pagano cruel y ambicioso dio paz a la Iglesia: con el Edicto de Milán; puso fin a las persecuciones contra los cristianos” y facilitó la convocatoria del Concilio de Nicea (325), el primer concilio universal (ecuménico), donde se formuló el Credo. 

A un nivel más modesto, pero no menos decisivo, un personaje tan zafio y atrabiliario como Donald Trump prestó un inestimable servicio a la defensa de la vida -el primero de los derechos, sin los cuales no hay democracia que valga, ni sociedad civilizada- con sus políticas anti-aborto. Su conducta privada no era ejemplar pero ahí está su legado en favor de los seres más inocentes, exterminados en el seno materno.

En el caso de Ayuso se trata de una felicitación navideña que a nada compromete. No son más que dichos, no hechos. Pero los electorados son sensibles a este tipo de proclamas, sobre todo cuando hay elecciones a la vuelta de la esquina, como pasa en la comunidad de Madrid en 2023. 

Por todo eso, y sin prejuzgar el fuero interno de doña Isabel, es difícil saber si lo que dice es sincero. Los políticos son profesionales de la actuación -y no por casualidad el hemiciclo tiene forma de teatro, donde los representantes del pueblo escenifican una representación. Claro que Dios, señor de la Historia, se vale de farsantes y comediantes y suele escribir derecho con renglones torcidos. Y hasta retorcidos, como los políticos… 

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Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.