Pablo Casado, todavía presidente del PP
Pablo Casado, todavía presidente del PP

La capacidad de decir una cosa y la contraria en un espacio de tiempo relativamente corto no es una ‘facultad’ exclusiva de Pedro Sánchez, aunque el presidente del Gobierno sea un ejemplar destacado de la especie política. Tanto al menos como su socio Pablo Iglesias, que prometió no salir de un apartamento de Vallecas y vive en una casa de lujo en la sierra de Madrid.

Pablo Casado también ha desarrollado, de forma especialmente acentuada desde la celebración de la moción de censura impulsada por Vox en el Congreso, una cierta metamorfosis en su discurso que se ha mostrado de forma especialmente elocuente esta semana con motivo del Día Internacional contra la Violencia contra la Mujer.

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«El negacionismo es letal para solucionar un problema que es innegable», ha dicho, en referencia a «la terrible lacra de la violencia de género», durante un acto en el que el presidente del Partido Popular se ha presentado con el lazo morado que representa al feminismo radical.

En su alocución, Casado ha pedido «que no haya ideologías extremistas, ni por un lado ni por el otro. Ni negacionismo, ni las anteojeras de intentar denominar a las cosas por otros nombres que hacen que se sea menos eficaz a la hora de desarrollar las medidas que con tanto consenso logramos alcanzar hace tres años».

Claramente se trata de un discurso destinado a distanciarse de Vox, quien ha sostenido en solitario un discurso contrario a la ley de violencia de género, que critica como ineficaz a la hora de combatir los asesinatos de mujeres ateniéndose a las cifras al tiempo que apuesta por una ley de violencia intrafamiliar que proteja, no sólo a mujeres, sino a todos los miembros de un hogar.

Muy lejos queda esta intervención de la que el mismo Casado defendía hace algo menos de dos años, el 4 de enero de 2019, en un discurso muy diferente, que incluía ingredientes tildados de «negacionistas» por parte de los ideológos de género y el feminismo radical como «denuncias falsas» o «chiringuitos» tantas veces denunciadas por Vox:

«Cualquier partido que lo que proponga es que las víctimas de otro sexo, de otro género, también tengan esa protección, que se intenten limitar las denuncias falsas, que se intente delimitar claramente que estas ayudas no sean susceptibles de crear chiringuitos, agencias vinculadas a partidos políticos para lucrarse de las ayudas, esos partidos, dentro de la Constitución, de la legislación y de los acuerdos en vigor con pactos parlamentarios, no mediáticos, podrán sentarse a negociar y mejorar esas políticas».

Y añadía: «Que no nos vengan con las cifras, ya sabemos que el 75% de las víctimas en el entorno del hogar son mujeres, pero también sabemos que hay un 25% de víctimas de este tipo de violencia que no son mujeres, en especial, niños, ancianos, ancianos, parejas homosexuales, que tienen problemas con sus parejas, compañero o compañera. Abordemos este problema, este drama humano, social y nacional con una perspectiva responsable».

Entonces el Partido Popular necesitaba los 12 votos de Vox en el Parlamento de Andalucía para poder gobernar y Casado decidió colocarse el traje de ‘negacionista’. Ahora sus principales asesores han debido de decirle que conviene enfundarse el de ‘aliado’, esa fórmula perdonavidas que utilizan las feministas radicales para dirigirse a algunos hombres. Y sólo le faltó dejar escapar una lágrima para transmutarse en Irene Casado.

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