imagen referencial / Pixabay
imagen referencial / Pixabay

Cuentan que a un arquitecto que trabajaba en una gran empresa constructora, le encargaron un importante proyecto. Contaría con un gran presupuesto y con libertad suficiente para sacar a flote todo su genio artístico.

Con gran ilusión empezó a diseñar y a dar las primeras órdenes para la compra de materiales.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.

Suscríbete ahora

Y, claro, pensó que, con tanto dinero disponible, si en los materiales interiores, en los que no se ven, empleaba algunos de peor calidad, él se podría quedar con lo que no se gastaba. Nadie se enteraba y todos ganaban. En apariencia, ¡claro!

La construcción seguía su curso y cada vez más el arquitecto se sentía tentado de racanear en el precio de las cosas. Prefería menos calidad y más ganancia para él.

Y llegó el día esperado de la inauguración. Se preparó una gran fiesta y la expectación era enorme por ver el resultado. Sin más dilación, el discurso del presidente de la empresa se centró en el maravilloso trabajo del arquitecto. Y que, por ello, se merecía lo mejor. Por ello, el obsequio de la empresa como recompensa al trabajo realizado fue, ¡¡el edificio que había construido!!

Que oportunidad de haber empleado lo mejor en esta obra. ¡Y cómo iba  a saber él que ese edificio era el premio a su trabajo! Hubiera empleado lo mejor de lo mejor, incluido en los materiales que no se ven.

Lo mismo nos pasa con la sociedad. No nos preocupamos de la calidad de los elementos que la conforman. No nos preocupamos de su célula básica: la familia.

Nos creemos que con tener personas para cubrir la siguiente generación es suficiente. Y que las familias tiren como puedan. Más importante es que trabajen y que coticen. Recaudar es lo más importante.

Sin embargo, no nos damos cuenta de que cómo tratemos y consideremos a la familia y a las personas que la conforman es como será la sociedad.

Todo esto es muy bonito y parece un poco estúpido estar recordando esto porque nadie con sentido común iría en contra de uno mismo. Pero tenemos que contar con que hay demasiada gente que no quiere una sociedad sana y de buena calidad. Sino que quiere destruir esa sociedad solo para conseguir mayor prestigio, poder y control sobre los demás. El ansia de totalitarismo y de gobernar pensando que solo cuenta la apariencia y la mentira, el engaño a uno mismo.

Pero, aunque de primeras parece que todo sale bien y que la sociedad parece que en principio funciona, en un segundo momento se ve que lo que has hecho para otros, acaba siendo para uno mismo. Y que, si has elegido materiales de las peores calidades, resulta que son los que te venden y con lo que tienes hecha tu propia casa.

No solo está bien trabajar para el bien propio, también hay que trabajar para el bien común. Y con los mejores materiales.

Y si alguien quiere lo contrario, si los que gobiernan quieren comprar lo peor para quedarse con la diferencia y ganar solo ellos, pues hay que luchar contra eso. Porque están construyendo la casa de todos.

Hace más o menos un año que inició nueva andadura un nuevo gobierno de España y que en pocos meses ha tenido una durísima prueba que superar. Literalmente ha tenido que comprar los mejores materiales para solventar una enorme crisis sanitaria, gestionar y controlar hospitales y residencias, ciudades y pueblos, hogares y personas.

Y no lo ha superado, no lo ha conseguido, no ha dado la talla. Ha empleado lo peor para hacernos creer que hacía lo mejor. Y ha dejado a casi todos atrás: mayores, familias, expertos, empleos, empresas, … En su edificio no había habitaciones para todos, para casi nadie. Y los estropicios no son su responsabilidad, siempre son de otros.

La diferencia con el relato del inicio es que el edificio no es para ellos. Es para todos. Es de todos.

Quizás tengamos que elegir a otro arquitecto, a otros gobernantes.

Porque como dice el título, el mejor arquitecto es para el mejor edificio. El mejor gobierno para el mejor país, España. No vale cualquiera. Solo los mejores. Y si además tenemos los mejores materiales, ¿por qué cambiarlos? ¿por qué no usarlos para todos y hacer un gran edificio para todos?

Comentarios

Comentarios