John Janner Quintero Espinosa se convirtió en Gabriela en 2016.
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Un reciente estudio publicado en los Estados Unidos lanza una línea de investigación pionera sobre un fenómeno relativamente reciente llamado «disforia de género de inicio rápido» que cada vez es más comentado en diferentes foro relacionados con la transexualidad.

Esta suerte de declaración de transexualidad sobrevenida en la adolescencia, se caracteriza, entre otros rasgos, por la ausencia de criterios canónicos de disforia en la infancia y por suceder de forma repentina durante o después de la pubertad adolescente o incluso durante la etapa de joven adulto de acuerdo al estudio ‘Disforia de género de inicio rápido en adolescentes y jóvenes adultos: un estudio de informes parentales’ elaborado por Lisa Littman, del Departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Universidad Brown de Salud Pública situada en la ciudad de Providence (Rhode Island, EE. UU.).

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Asímismo, este fenómeno se caracteriza por el importante papel que desarrollan en su activación tanto el grupo de amistad cercano como el uso intensivo de determinados entornos digitales. En este sentido, los padres de estos adolescentes describen espisodios en los que casi todos los miembros de un grupo de amigos, o todos, expresan de forma repentina la idea de la transexualidad y también «describen un proceso de inmersión en las redes sociales (…) inmediatamente antes de que su hijo se vuelva disfórico de género».

Transexualidad y anorexia

Según el estudio, la propagación de comportamientos a través de los grupos, o de manera individual es muy relevante a la hora de analizar el fenómeno de la ‘transexualidad adolescente exprés’ y lo hace de forma muy similar a como sucede con la anorexia.

Según el estudio, algunas de las pautas sobradamente estudiadas en el caso de la anorexia nerviosa «pueden tener relevancia para las consideraciones de disforia de género de inicio rápido».

Así, entrarían en juego «las camarillas de amigos» que marcan las normas sobre cómo cuidar el cuerpo; la consideración de élites reconocidas a quienes son más delgados y la marginación de quienes «desean recuperarse y cooperar con el tratamiento médico»; los comportamientos asociados con engañar a los padres y a los médicos; o «la búsqueda excesiva de consuelo, la reflexión conjunta y la retroalimentación» en los entornos en línea que «validan el trastorno alimentario como una identidad».

Todo este paralelismo con la anorexia «complica enormemente la evaluación y el tratamiento» de los adolescentes y jóvenes adultos afectados por la disforia de género. 

Según los datos del estudio, uno de cada cinco adolescentes afectados (21,5%) pertenecían a un grupo donde «uno o varios amigos se volvían disfóricos» y exhibían un aumento en el uso de sus redes sociales y en general de internet (19,9%); en el 45,3% de los casos, concurrían ambas circunstancias.

Criterios de la disforia infantil y trastornos psiquiátricos

Resulta llamativo que ninguno de los adolescentes descritos en el estudio cumplía todos los criterios diagnósticos de disforia de género en la infancia. Y aún más, el 80,4% tenía cero indicadores. Se trata de ocho señales contempladas en el DSM-5. Cinco de ellas son calificadas de «fácilmente observables» y otras tres se conocen como «indicadores de deseo / aversión».

De entre los fácilmente observables, los progenitores señalaron de sus hijos adolescentes que el 83,5% no presentaba ninguno siendo niños; y de los referidos al alterno deseo/aversión, tampoco eran detectados en absoluto en el 95,7% de los casos.

Los casos de conductas autolesivas no suicidas previas alcanzaron al 45% y en un 58% de los casos los sujetos objeto del estudio tenían «una capacidad pobre o extremadamente pobre para manejar las emociones negativas de forma productiva

Por otro lado, la doctora Littmann señala que los adolescentes objeto de estudio «tenían muchas comorbilidades y vulnerabilidades anteriores a la aparición de su disforia de género, incluidos trastornos psiquiátricos, discapacidades del desarrollo neurológico, trauma, autolesión no suicida y dificultades para enfrentar emociones fuertes o negativas.

El 62,5% tenía «uno o más diagnósticos de un trastorno psiquiátrico o discapacidad de desarrollo neurológico previo al inicio de la disforia de género» y cerca de la mitad (48,4%) «habían experimentado un evento traumático o estresante antes del inicio de su disforia de género». EStos episodios estaba relacionados con categorías como «familia», «sexo o género», «social», «mudanza», «Psiquiátrico» y «médico».

Los casos de conductas autolesivas no suicidas previas alcanzaron al 45% y en un 58% de los casos los sujetos objeto del estudio tenían «una capacidad pobre o extremadamente pobre para manejar las emociones negativas de forma productiva.

Más de seis de cada 10 (61,4%) manifestaron «sentirse abrumados por emociones fuertes» y en casi 7 de cada 10 casos los padres confesaron que sus hijos presentaron «ansiedad social» durante la adolescencia.

Salen del ‘armario’ como «leyendo un guión»

El momento en que estos adolescentes y jóvenes adultos manifiestan a su entorno más cercano su consideración sobre la transexualidad se produce como media hacia los 15 años y, según el testimonio de la mayoría de los progenitores, el anuncio surgió «de la nada, sin evidencias significativas de disforia de género».

Pero más allá de lo inesperado, los padres detectaron que la mayoría de ellos no estaba expresándose con un lenguaje natural, sino copiado de lo que habían encontrado en la red al respecto, por dos razones principales.

El estudio señala que cerca del 60% de quienes manifiestan esta suerte de ‘transexualidad sobrevenida’ «tenían expectativas muy altas de que la transición resolvería sus problemas en áreas sociales, académicas, ocupacionales o de salud mental»

Algunos en el momento, al notar con claridad que el hijo no se expresaba con naturalidad; otros, al poco, buscando información en internet y comprobando cóm olas palabras y el tipo de frases estaban calcadas de los consejos para estos caso en la Red. De hecho, algunos padres se refirieron a este episodio como si sus hijos estuvieran «leyendo un gión» con palabras que encontraron «textualmente», «prácticamenter copiar y pegar» o «idénticas» en Internet.

Entre las reacciones al este anuncio sobrevenido, la mayoría de los padres explica que sintió que su hijo se equivocaba respecto a su «creencia de ser transgénero».

Impaciencia por la hormonación y la cirugía sexual

Resulta de especial interés detenerse en el hecho de que, según el estudio, un tercio de los adolescentes pidieron «una transición médica o quirúrgica al mismo tiempo» de su salida del armario y dos de cada tres expresaron su deseo de comenzar con el tratamiento hormonal cruzado cuanto antes.

El estudio señala que cerca del 60% de quienes manifiestan esta suerte de ‘transexualidad sobrevenida’ «tenían expectativas muy altas de que la transición resolvería sus problemas en áreas sociales, académicas, ocupacionales o de salud mental».

Frente a esto, cerca del 305 «no estaban dispuestos a trabajar en su salud mental básica antes de buscar un tratamiento de género» y, en caso de que los padres tuvieran dudas sobre si apoyar o no en este camino a sus hijos, casi un tercio «planteó el tema de los suicidios en adolescentes transgénero como una razón por la cual los padres deberían aceptar el tratamiento».

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