Hace unos cuantos años me topé en El Mundo con un artículo en el que Fernando Sánchez Dragó contaba su pasado comunista soslayando la intolerancia natural que caracteriza al socialismo radical. El escritor, con su característica prosa, aludía a los comentarios peyorativos que vertían sus caciques hacia los inmigrantes, los homosexuales o contra todo el que no representase lo que ellos concebían cómo un camarada de bien.

Podría reescribir algunas declaraciones homófobas o racistas de todos estos capos comunistas que tanto enarbolan analfabéticamente determinados individuos o apelar a las oscuras cacerías del Che Guevara, pero está todo muy manido. Los ilustrados ya saben el pasado tenebroso de la izquierda sectaria y del que ahora hipócritamente intentan zafarse. Apostasía mediática de todos los valores que antes defendían, no cómo consecuencia de una transformación sobrenatural, sino por meros intereses electoralistas.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Concienciados de la imposibilidad de dar la batalla de las clases provocando la obsolescencia de la socialdemocracia clásica, han preferido fragmentar a la población enarbolando a las minorías sociales enfrentándolas con el resto de los mortales. Paradójicamente, ahora los acosados no son los marginales si no la ciudadanía disidente con esos fragmentos poblacionales. En cuanto alguien hace el amago de emanciparse de la masa anestesiada por los falsos consensos, es instigado, perseguido y destruido. Quizá por eso Pablo Casado y su equipo mantienen la boca cerrada a pesar de que determinadas convicciones sociales implementadas por una opinión pública izquierdizada atentan contra sus principios. Sin conocer el trasfondo de las circunstancias, una mayoría popular comulga al unísono con todo aquello que diferentes focos disfrazan de consenso esterilizando cualquier posibilidad de disentir.

En estos tiempos, en esta semana del Orgullo, por ejemplo, si no adornas el emblema de tu empresa con los colores del arcoíris, pasas a ser un apestado. Los apadrinados del postureo ven en esta época el momento para expresar al mundo lo tolerantes que son. Condescendencia, eso sí, que es caricaturizada en cuanto abren la boca y se les pilla en un renuncio.

Famosas son las declaraciones de camarilla pronunciadas por Dolores Delgado, actual Fiscal General del Estado y ex ministra de Justicia, cuando compadreando con Villajero llamó «maricón» a Marlaska. No me extraña que luego vayan a las marchas del Orgullo con camisetas estampadas con la cara del Che… A ver si los primeros homófobos son ellos…

Virales se hicieron también los comentarios tabernarios de Pablo Iglesias a la actual pareja de Un Tío Blanco Hetero (UTBH) cuando al coincidir con esta una tarde de cervezas le invitó indiscretamente a hacerle un apaño con un: “Voy a refrescarme, te espero en el baño”.

Vaya ‘pichabrava’ está hecho el ex coletas… Adalid del feminismo y exponente por igual del machismo moderno de considerar a las mujeres un juego recreativo. Para que luego Irene Montero se autoproclame la líder suprema de todas las féminas. Manda narices. Ministra de Igualdad, la señora Montero, que llamativamente, mientras se llena la boca de la palabra tolerancia para defender a las personas que se cambian de sexo, hace referencia a ellas como personas trans cómo si nos encontrásemos ante una especie alienígena desconocida. Están los reptilianos y luego los transexuales. Por la boca muere el pez, decía Fito.

Esclavos de las palabras que pronuncian se ven acorralados por la realidad representada por sus vocablos. Cómo cuando el otro día en una entrevista Irene Montero insinuó que las labores de las mujeres eran las de limpieza, cocina o cuidado del hogar. Los anacrónicos del futuro se llamarán a sí mismos paladines de la modernidad. Lo mismo que aquellos empeñados en polarizar a la ciudadanía son los que hablan de concordia. Pretenden enfrentar a los hombres contra las mujeres, a los negros contra los blancos, a los heterosexuales contra los homosexuales… Su plano mental opaco está empeñado en que estemos en guerra permanente mientras minan lo verdaderamente importante: la libertad y la dignidad de toda persona sea del sexo, sea de la raza, o sea de la creencia que sea.

Son ellos los que nos han obligado a dar la batalla cultural, si no hubieran atacado los pilares fundamentales de la sociedad con sus políticas sectarias quizá habríamos progresado de verdad en lugar de estar combatiendo por lo que amamos.

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