¿Por qué no dejan que los niños sean niños?
¿Por qué no dejan que los niños sean niños?

Noruega ha sido el último país en dar marcha atrás a las llamadas leyes trans. Se suma así a Finlandia, Suecia y Gran Bretaña donde no permiten el ‘cambio’ de sexo en menores.

En el caso noruego ha sido el Consejo de Investigación de Salud el que anunció a primeros de mayo su intención de revisar el protocolo para los casos de disforia de género en menores porque el que tenían vigente no estaba basado en evidencias científicas. El consejo científico también que el creciente número de niñas que tras la pubertad afirman sentirse varones está todavía en estudio.

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En todo caso, con el nuevo protocolo noruego los bloqueadores de pubertad, la hormonación cruzada o las operaciones quirúrjicas de ‘cambio’ de sexo no serán proporcionadas por el sistema de Salud hasta que se investigue más y haya más evidencia científica.

De esta manera Noruega se suma a Finlandia, Suecia y Gran Bretaña en establecer una mayor protección para salvaguardar a los niños. También en Estados Unidos ocho estados han apliucado medidas similares, el último de ellos, Tennessee.

Decisiones prudentes porque muchos estudios demuestran que muchos niños que dicen sufrir disforia de género terminan sintiéndose cómodos con su cuerpo cuando pasan la pubertad. Y también muchos estudios apuntan a que los que plantean el cambio de sexo repentinamente tras la pubertad lo estarían haciendo por un efecto contagio de una moda social. Estos estudios han sido rechazados porque contradicen el discurso ideológico del activismo trans.

Pero la realidad siempre termina imponiéndose. Un artíuculo científico recientemente publicado en la revista científica Archives of Sexual Behaviour analiza el efecto placebo. Es decir, los efectos psicológicos e incluso físicos de someterse a un tratamiento (aunque sea placebo) en contraposición al tratamiento en sí mismo.

Participar en un estudio implica una atención especial, que es lo que quizás reclama el menor. Y también implica expectativa de que su enfermedad, en este caso la disforia de género. Y no parece que a casi nadie le importe demasiado el futuro funcionamiento sexual y la salud a largo plazo de los afectados.

Por eso lo prudente es esperar a tener una mayor evidencia científica y no tomar ninguna decisión irreversible de castración o mutilación que pudiera afectar a su identidad, estabilidad psicológica y felicidad. ¡Bien por Noruega!

Dra. Debra Soh, artñiculo originalmente publicado en inglés aquí

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