Karol Wojtyla, creador del personalismo polaco.
Karol Wojtyla, creador del personalismo polaco.

El centenario del nacimiento de Karol Wojtyla es momento propicio para valorar su aporte filosófico, tanto antropológico, ético y de filosofía social, desde lo que podríamos ubicar como el personalismo polaco, coincidiendo también con los 25 años que justo ahora cumplo como catedrático del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Ciencias del Matrimonio y la Familia.

El talante polaco es el marco para comprender el personalismo polaco. Este talante fue el que, en vano, intentó destruir tanto el nazismo como el régimen comunista, que se hicieron, a la fuerza, del poder político en ese país de Europa del este.

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Polonia es un país con una sólida cultura católica. Como ejemplo de lo anterior basta mencionar a la Virgen de Chestokowa, que es todo un símbolo político y religioso de este pueblo. Esta fe ha mantenido a la nación polaca a lo largo de su historia. Juan Pablo II afirma que “la historia de la nación merece ser convenientemente apreciada, seguir la contribución que aporta al desarrollo del hombre y de la humanidad, a la inteligencia, al corazón, y a la conciencia. He aquí la más profunda corriente de cultura… No es posible, sin Cristo, comprender y valorar la aportación polaca”.

La referencia Hegeliana y el Talante polaco: Scientia vs. Sapientia

La referencia hegeliana ha sido el punto de partida para corrientes filosóficas y políticas que han sido sumamente difundidas en nuestro mundo contemporáneo. Desde Marx hasta Fukuyama han usado como principal referencia la fuerza y el poder. En este sentido el comunismo, el fascismo, y el liberalismo centran su atención en alcanzar el poder a través de la fuerza de clase, la fuerza de raza o la fuerza de mercado.

A pesar de que los tres sistemas políticos son evidentemente diferentes, su ideología se centra en adquirir fuerza, por cualquiera de las tres vías para alcanzar el poder. Así pues, como en Hegel, ya no se subordina la fuerza a la verdad sino que se identifica la fuerza con la verdad, dándole prioridad a la scientia sobre la sapientia, usando la distinción agustiniana del De Trinitate.

Por ello podemos afirmar que nos encontramos ante una situación de suma importancia, pues se está anteponiendo la utilidad que se le puede sacar al hombre sobre su verdadera y trascendente finalidad. En el siglo XX se ha desarrollado la scientia, que es la capacidad de manipular las cosas del mundo, por encima de la sapiencia, que es la capacidad de conocer la verdad sobre el hombre. El siglo XXI no parece ser muy distinto en esto, por lo menos en su inicio si la relación adecuada entre scientia y sapientia sigue desarmonizándose.

Polonia ha sufrido las dos formas más violentas del totalitarismo moderno y, ante ellas, ha reafirmado una visión diferente del hombre con una oposición esencialmente moral contra las pretensiones del poder

El conocimiento instrumental, comprendido dentro del ámbito de la scientia, es al que se han circunscrito, exclusivamente, el comunismo, fascismo, nazismo y hasta el capitalismo, ya que el hombre no domina la naturaleza para realizar mejor la verdad de la persona, sino que su dominio se convierte en un fin en sí mismo.

La nación polaca

La nación polaca ha constatado a través de su historia de invasiones e intentos de sojuzgarla, que la verdad y la fuerza no siempre se identifican. A través de las múltiples invasiones se ha constatado que el héroe es aquel que sabe valorar la verdad por encima de la fuerza a través del engrandecimiento del hombre y no del mero poder. Los grandes hombres como Estanislao, Kolbe y Popielescu, entre otros, han luchado por afirmar la importancia de la persona humana y sus derechos, aun cuando esto se tenga que hacer a costa de sus propias vidas.

Este valor que es engrandecido por los polacos, es un valor para cualquier nación que ha luchado contra la fuerza, que no pocas veces atenta contra la dignidad de la persona. De esta manera se puede constatar que Polonia ha sufrido las dos formas más violentas del totalitarismo moderno y, ante ellas, ha reafirmado una visión diferente del hombre con una oposición esencialmente moral contra las pretensiones del poder.

Oswiecim y la Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial puede observarse como la confrontación entre la dialéctica Hegeliana y los principios del talante polaco, pues por un lado, la filosofía de la historia de corte hegeliano deja ver su terrible consecuencia, no sólo por los miembros del Eje, sino también en los Aliados. Esto debido a que la verdad del ser humano se deja de lado para dar paso a la fuerza pura y dura, como se vio en el caso de Auschwitz, los Gulags y la Bomba atómica.

La enseñanza de la unidad de la persona humana y el primado del reconocimiento de la verdad sobre la capacidad de imponer el dominio propio por la fuerza se puede ver en Oswiecim, donde culminó la anticultura de la inmanencia, pues ahí se construyó el Campo de Concentración de Auschwitz, que pretendía reducir al ser humano a simple objeto o instrumento, ejemplo claro de un proceso de deshumanización.

Los alemanes intentaron eliminar el sentido de dignidad de persona así como romper con el sentido de comunidad. Esto debido a que intentaron romper los vínculos que tiene el individuo con el exterior para reafirmar el ser. La alienación es el mayor atentado contra este concepto de comunidad, y fue ésta la que se quiso imponer en el campo de concentración al tratar de reducir al ser humano a objeto.

Situación del hombre después de la Segunda Guerra Mundial

El drama del hombre moderno es, en cierto sentido, haber sobrevivido físicamente a su propia extinción espiritual. Durante la guerra se de puso en evidencia que cuando la fuerza se separa totalmente de la justicia, concluye la pretensión del homo sapiens de querer elevarse por encima de la pura animalidad.

La pregunta después de esta tragedia humana se centró en la posibilidad de ser auténticamente humano después de constatar los horrores de la guerra. ¿Hasta que punto el hombre podría renacer de la extinción espiritual que había sufrido?

La respuesta no la dio una teoría abstracta, la dieron los testimonios reales, concretos, como el de Kolbe, que contestó con su vida que el amor salió victorioso ahí, precisamente ahí, donde se trataba de imponer el odio. El padre Maximiliano, dio este testimonio al ofrecerse voluntariamente a sí mismo en el búnker del hambre en lugar de un hermano. De esta manera consiguió una victoria similar a la del mismo Cristo.

En un lugar, como lo fue el campo de concentración, que fue construido para el aniquilamiento del hombre, se afirma la tesis de Kolbe, al mostrar la verdad irrebatible de la dignidad del hombre. De esta manera, recobra la verdad del hombre en sí y en los otros.

Wojtyla: «Mi concepto de la persona, única en su identidad, y del hombre, como tal, centro del universo, nació de la experiencia y la comunicación con los demás, en mayor medida que la lectura»

Orígenes del personalismo polaco

Los orígenes del personalismo polaco surgen inmediatamente después a la II Guerra Mundial, mientras estaban bajo el dominio soviético. Dentro de sus promotores está el cardenal Sapieha con la creación de revistas culturales de gran importancia: Tygodnik Powszechny y Znak, que tomó como modelo a Esprit, en la que participaba Karol Wojtyla.

La corriente polaca es diferente a la de Francia, pues el comunismo era una teoría de libro para los franceses, mientras que en Polonia era representado por una potencia real tratando de imponerse por la fuerza. En Francia el existencialismo se hizo ateo, representado principalmente por Sastre, y en Polonia tenía una impronta cristiana y religiosa. En Polonia tuvo estos tintes cristianos ya que la autoridad moral del cardenal Wyszynski y la autoridad intelectual de Wojtyla dieron rumbo a esta corriente.

En la escuela de Lublin se encuentran autores influidos por la fenomenología de Husserl, Scheller, Ingarden, y por filósofos franceses neotomistas como Gilson y Maritain, y personalistas encabezados por Mounier, que fueron concretando esta corriente en la Universidad Católica de Lublin.

Las corrientes de la Escuela de Lublin fueron las siguientes:

  • Tomista tradicional: dirigida por el profesor de Metafísica Stanislaw Adamczyk.
  • Tomista existencial: profesor Swiezawski. Maritain y Wilson renovaron el tomismo de este profesor.
  • Tomismo trascendental: Mieszyslaw Krapiec que sigue la escuela de Lovaina.
  • Personalista: Karol Wojtyla.

A pesar de las divergencias de las corrientes, los filósofos permanecieron unidos gracias al compromiso fundamental de todas las corrientes con la defensa de los derechos humanos contra toda teoría o práctica que intentara disolver la dignidad humana.

La aportación de Karol Wojtyla

Karol Wojtyla es el representante principal del personalismo polaco. Su obra tuvo mayor difusión en otros países al ser elegido sumo pontífice. Es un típico personalista en tanto que reúne acción y reflexión (estudiante, poeta, artista, obrero, sacerdote, maestro, intelectual, obispo, cardenal…). El talante polaco, cuya corriente filosófica es ejemplificada por Wojtyla, se basa en la experiencia, en el volver a la realidad misma, en la adecuada relación entre el pensamiento y la experiencia. Es decir, la persona es una realidad objetiva y subjetiva, pues “me percibo existencia y actividad  y sujeto de ellas”. La persona es permanencia y presencia que no se agota en la suma de los fenómenos. Así, la persona no es en sentido estricto parte de algo más, sino que claramente la persona tiene valor por sí, valor de sí, por lo cual se puede concluir que la persona es fin en si misma. Este valor se manifiesta en la acción, y es donde mejor se puede descubrir.

Un pensamiento desde y para la vida

Podemos ver el talante personalista de Wojtyla en la siguiente cita: “Por temperamento prefiero el pensamiento a la erudición… Mi concepto de la persona, única en su identidad, y del hombre, como tal, centro del universo, nació de la experiencia y la comunicación con los demás, en mayor medida que la lectura. Los libros, el estudio, la reflexión… me ayudan a formular lo que la experiencia me enseña”. El personalismo wojtyliano es por tanto un pensamiento desde y para la vida.

Itinerario intelectual

Amor y responsabilidad

La primera época del trabajo intelectual de este personalista polaco, se avocó a renovar la ética y dar una perspectiva del amor y la responsabilidad. Veía la necesidad de remozar la ética cristiana impregnada de un tomismo que resultaba difícilmente comprensible a los hombres de hoy. Da un énfasis en la importancia de la experiencia como punto de partida de la ética para resaltar que esta ciencia no es un resultado deductivo de unas normas o teoremas surgidos de una abstracción, sino la reflexión sobre un hecho de experiencia fundamental y común, la moralidad, que se encuentra sin dificultad  en el interior de sí mismo.

Al mismo tiempo introdujo la subjetividad, mas no el subjetivismo, en la ética para dar cuenta de un hecho insoslayable, que la moralidad se da en el interior del sujeto, en su vida personal e irrepetible. Donde también se experimenta la dimensión del autodominio de la voluntad. Su aporte, por tanto, fue dar una perspectiva personalista a la ética. La obra que señala esta etapa es Amor y Responsabilidad, de la cual comenta que “en aquellos años, lo mas importante para mí se había convertido en los jóvenes, que me planteaban no tanto cuestiones sobre la existencia de Dios, sino mas bien preguntas concretas sobre cómo vivir, sobre el modo de afrontar y resolver los problemas del amor y del matrimonio, además de los relacionados con el mundo del trabajo”.

Persona y acción

La siguiente etapa de su itinerario intelectual se caracteriza por la obra “Persona y Acción”. Con ella se hace el esfuerzo por renovar la antropología desde una perspectiva personalista.

El planteamiento principal de Wojtyla es que, compartiendo lo esencial de la antropología clásica al uso, identificaba varios problemas: excesivo objetivismo, carácter demasiado estático, deductivismo, y que se dejaban de lado varias realidades existenciales de la persona.

Un renovado planteamiento se distingue, “No se trata de una disertación sobre la acción en la que se presupone a la persona. Hemos seguido una línea distinta de experiencia y entendimiento. Para nosotros la acción revela a la persona, y miramos a la persona a través de la acción”. Además el tratamiento de las relaciones interpersonales, la participación y la vida del hombre junto-con-otros terminan de perfilar el nuevo enfoque. De la relación ínter subjetividad – subjetividad llega a la comunión de las personas. La comunidad de ser que fundamenta el hacer junto con otros, es decir del co-ser se llega al co-hacer. Esto nos da una filosofía social desde una perspectiva personalista y con un fuerte talante dialógico.

Una nueva perspectiva social

La propuesta social de Karol Wojtyla tiene como ejes a la persona y la acción, y se elabora a partir de la experiencia del ser y actuar junto con otros, desde ahí replantea la cuestión fundamental de la vida social: la participación y el bien común. Lo que propone es un concepto personalista de la vida social que enfrenta actualmente una disyuntiva que él llama individualismo o totalitarismo (también mencionado como “anti individualismo”) que aunque son sistemas aparentemente de signo opuesto, comparten el ser antipersonalistas, por no considerar a la persona en su justo valor.

Esta propuesta social es de tremenda actualidad, pues se relaciona con una serie de coyunturas históricas tanto nacional como internacional. Desde la valoración de las acciones norteamericanas en el medio oriente, ya sea en Afganistán o en Irak, la caída del Muro de Berlín, el fenómeno del  terrorismo, hasta los problemas raciales étnicos y de gobernabilidad democrática. Todos los problemas anteriores nos llevan a una necesidad de renovar y reconstruir el orden social. No podemos decir que ninguna comunidad humana esta hecha o acabada del todo; es algo que sé esta haciendo del fruto de las acciones de las personas.

La Filosofía Social que se plantea en Persona y Acto nos permite tener claves interpretativas de la problemática en el mundo contemporáneo y al mismo tiempo elementos prescriptivos para delinear estrategias o cursos de acción para restaurar el orden social desde una perspectiva humanista.

El fundamento antropológico de esta propuesta se basa en la dinámica entre la persona y su acción. La acción puede integrar las potencialidades de la persona y cuando se realiza junto con otros la trasciende. La participación, entonces, es la capacidad de actuar junto con otros y  al mismo tiempo la capacidad de actualizarse en ella. La característica de la participación, indica que el hombre, al actuar en la comunidad, conserva en su actuar el valor personalista de su propia acción. Contemporáneamente, comparte el resultado de actuar en común y el valor personalista consiste en el hecho de la persona que  se realiza, y se planifica en la acción por la cual  se manifiesta su dignidad.

En este contexto surge una pregunta: ¿Cómo puede realizarse el hombre cuando actúa junto con otros? ¿Cuáles son los principios que debe descubrir y respetar, para que en un contexto social, se de la plenificación humana y no su detrimento? La participación significa por una parte la capacidad de actuar junto con otros, lo que hace posible la actuación común y todo lo que es consecuencia de ello. Y al mismo tiempo permite al que esté actuando, el realizar con ello el valor personalista de su acción. “El valor personalista, por otra parte, es intrínseco a la misma realización de la acción por la persona, al hecho mismo de que el hombre actúe de forma adecuada a lo que es él mismo, de que la autodeterminación sea inherente auténticamente a la naturaleza de su actuar  –realizándose la transcendencia de la persona por medio de su actuación-”.

De la actuación “junto con otros” la participación es su rasgo esencial y fuente especial de los derechos y obligaciones de la persona. La persona entonces tiene como atributo el derecho a ejecutar acciones y la obligación de auto realizarse en la acción, obligación que es consecuencia del valor personal de su propia realización.              

Enemigos de la participación

Una vez establecido que el hombre se realiza, derivado de su naturaleza social, en su correcto actuar juntos, Wojtyla se pregunta ¿cómo es posible y cómo no es posible la realización del valor personalista en las acciones en común? La respuesta a esta pregunta debe orientar a toda comunidad, sobre la forma de hacer posible que la persona se realice en la participación.

La participación  puede ser limitada o frustrada de dos maneras: por un lado a causa de la misma persona en cuanto a sujeto; por otro lado la participación debe resultar imposible, es decir que haya defectos en el sistema de acuerdo con el cual funciona una comunidad.

El individualismo y el totalitarismo son sistemas que limitan o frustran la participación y con ello la realización de la persona y la sociedad en su conjunto.

Individualismo

  • Se entiende individuo con el bien supremo y fundamental.
  • Todo se subordina al individuo.
  • Limita la participación a la medida que aísla a la persona a colaborar para el bien común.
  • El Co-ser y el Co-hacer resultan un valor negativo algo que se tiene que aguantar y de lo que uno se tiene que defender.
  • Para el individuo los otros son una fuente de limitación, son el polo opuesto en una serie de intereses enfrentados.
  • No se concibe la realización de la persona junto con otros.

Totalitarismo (o antiindividualismo)

  • Concibe a la sociedad como el bien supremo y fundamental.
  • Todo se subordina a la sociedad como ende independiente de los individuos.
  • Plantea la necesidad de defenderse del individuo.
  • El bien común solo se consigue limitando al individuo.
  • Protege a la comunidad del individuo generalmente por vía coercitiva.

“Cada uno de estos dos sistemas o tendencias –tanto si es el individualismo como el totalitarismo objetivo- tiende, de distintas maneras, a limitar la participación, o bien directamente, como posibilidad o capacidad que se actualiza en la actuación “junto con otros”, o indirectamente, en cuanto propiedad de la persona que corresponde a su existir “junto con otros”, a vivir en una comunidad”, con estas palabras el personalista polaco denuncia el talante antipersonalista tanto del individualismo como del totalitarismo, también llamado individualismo invertido, ya que ambos no permiten la realización de la persona al actuar en comunidad.

Reinterpretación del bien común

La noción del bien común, como suele entenderse, al mismo tiempo manifiesta la gran oportunidad de darle un cauce adecuado a la participación así como el peligro de que se le entienda unilateralmente, por lo que Wojtyla ve la necesidad de reinterpretar el concepto de bien común. El identificar el bien común con el objetivo común de la actuación realizada por un grupo de personas constituye una simplificación precipitada y superficial. Es imposible definir el bien común sin tener en cuenta el momento de la subjetividad. El bien común es el fin de la actuación solo si lo hacemos en ese doble sentido subjetivo y objetivo.

El momento subjetivo es un momento constituyente de los actos humanos para que sean tales. Un objetivo común no es bien común si no es al mismo tiempo mi objetivo. Si lo es, estará en disposición de realizar sacrificios personales o individuales en aras del bien común. Para entender mejor esto se tienen que ubicar cuales son las actitudes autenticas de participación de las personas hacia el bien común.

Actitudes auténticas

Al hombre no le queda mas remedio que participar en la vida social, por tanto no se trata de demostrar que participa, si no de analizar los diferentes modos de participación que pueden estar en concordancia o en disonancia del bien común. Comencemos por los que nuestro intelectual ubica como en sintonía con el Bien Común.

Solidaridad. Significa una disposición constante a aceptar y realizar lo que a un le corresponde en la comunidad. No se trata de una parte estática e individualmente establecida con exclusividad, ya que en la actitud de  solidaridad debe mantenerse siempre viva la referencia al bien común, hasta el punto que haga posible a cada uno, cuando es necesario, aceptar una proporción mayor de la que le corresponde normalmente. O como sostiene el personalista polaco: “Es esta actitud la que hace posible que el hombre encuentre su autorrealización al complementar a los otros”.

Oposición. A pesar de lo que superficialmente podría pensarse, la oposición puede no ser una actitud contradictoria con la solidaridad sino mas bien una forma de ella. Aquel que no claudica de su condición de miembro de una comunidad y no deja de lado su compromiso con el bien común tiene el derecho y el deber de disentir, con esto esta tratando de mejorar su participación en el bien de la comunidad a la que pertenece: “La estructura de una comunidad humana es correcta únicamente  si admite no solo la presencia de una posición justificada sino también la eficiencia de la oposición que es exigida por el bien común y el derecho de participación”.

Diálogo. El cauce verdaderamente humano y personalista de la oposición  es el diálogo. El principio del diálogo es algo que se debe adoptar prescindiendo de los obstáculos y dificultades que puedan aparecer en el camino que lleva a su realización, ya que de él depende la configuración concreta del bien común  en una comunidad, “el bien común debe entenderse en forma dinámica y no estática”. “El principio del diálogo parece ser el más adecuado para seleccionar y hacer resaltar lo que en las situaciones controvertidas hay de verdadero y bueno y eliminar todas las actitudes y opiniones parciales, preconcebidas o subjetivas”.

Actitudes inauténticas

Así como hay actitudes que son consideradas auténticas porque tanto respetan el valor personalista de la acción junto con otros  como aportan al bien común, hay, en cambio, otras actitudes que no permiten la realización y trascendencia de la persona.                 

Conformismo. A pesar de que el término podría tener alguna connotación positiva, Wojtyla se refiere al la actitud de la persona que no llega a aceptar su parte en la construcción de la comunidad y se deja llevar con y por la multitud, “que manifiesta una falta de solidaridad y, al mismo tiempo, una actitud de huida de la oposición”, y en donde la asimilación a los demás miembros de la comunidad solo se hace de manera superficial y externa, es un simple espectador de lo que ocurre y no un autor o agente responsable de lo que hace y lo que pasa en su comunidad, la cual termina absorbiendo su propio yo.

Evasión. Es la ausencia de compromiso. Consiste en una falta de participación y en estar ausente de la comunidad, ni participa ni se interesa en el bien común. Es una retirada que huye del conformismo pero no se convierte en auténtica oposición, “el que esta ausente se equivoca siempre” recuerda el filósofo polaco.

Sistemas de referencia

Volver a ver al prójimo

La noción de prójimo se refiere a la realidad más amplia, a la más común, y también a los más amplios fundamentos de la comunidad interhumana.

La base más amplia de la comunidad son, primero el sistema de referencia prójimo, que es esencialmente superior al segundo, el sistema de referencia de miembro de una comunidad; Wojtyla indica en la palabra prójimo el principio más fundamental de toda comunidad real.

Según Wojtyla, la idea de prójimo nos obliga no solo a reconocer sino también a valorar aquello que dentro del hombre es independiente de su condición de miembro de cualquier comunidad. Nos obliga a observar y apreciar en él algo que es mucho más absoluto. La idea del prójimo esta íntimamente relacionada con el hombre en cuanto tal y con el mismo valor de la persona prescindiendo de todas sus relaciones con una u otra comunidad o con la sociedad. La idea de prójimo toma en consideración únicamente la humanidad del hombre, esa humanidad que es posesión de todo hombre igual que de sí mismo. Esta radicalidad de poseer a todo hombre, a cada hombre le permite concluir que el hombre-persona “es también capas de participar en la humanidad de los demás” y que “en esta capacidad de participar en la humanidad de cada ser humano se basa toda participación en una comunidad”, recordemos la relación fundamental entre el co-ser y el co-hacer.

El prójimo, portador de toda la humanidad

Esta argumentación tiene dos momentos, ser miembro de una comunidad esta fundamentado en ser prójimo, la capacidad de distinguir no se separa para poder ordenar complementando y no negando o eliminando.

En este punto es importante hacer notar que toda sugerencia que tienda a oponer entre sí las ideas de prójimo y miembro de una comunidad o a separar la una de la otra, carecen de toda justificación y son altamente peligrosas. Podemos presuponer que el sistema de referencia denotado por el término prójimo sea la base de todas las relaciones interhumanas.

La capacidad de participar en la humanidad misma de todo hombre constituye el verdadero núcleo  de toda participación.

Con estos elementos podemos darnos cuenta de cuál es el éxito y el límite de los dos grandes sistemas socioeconómicos (en el fondo,  antropológicos) que han regido las últimas décadas de la historia del hombre: El Liberalismo y el Colectivismo.                     

Los cauces a instituciones para canalizar y llevar a la práctica esos cambios

El esbozo de la Filosofía Social que hace Wojtyla  nos permite contar con unos criterios para poder enjuiciar la validez de algunos hechos que la sociedad mundial a empezado a enfrentar al inicio del siglo XXI; no solo juicios en un sentido terminal, sino juicios en un sentido principial, pues se trata de criterios que hay que tener en cuenta para delinear los planes y las acciones que convenga implantar.

“Toda comunidad humana que permite que este sistema de referencia (se refiere al prójimo) adquiera cierto carácter  deficiente se condena a sí misma a una deficiencia de participación y establece un abismo insalvable entre la persona y la comunidad. Esta desintegración no es resultado de la mera indiferencia; en realidad sus causas son destructivas; la destrucción amenaza, en primer lugar a la persona y no a la comunidad; pero a través de la persona se extiende a toda la comunidad” 

Las medidas, para establecer el orden social deben ser medidas que, en primer lugar, beneficien a las personas y, por ellas, a las comunidades; pues, en el caso contrario, si son medidas solo pensadas solo para beneficiar a las comunidades, es de prever que no salgan ganando las personas y, por tanto, de acuerdo con la Tesis de Wojtyla, tampoco las comunidades.

De esta manera Karol Wojtyla aporta los criterios y fundamentos para cómo “toda comunidad de actuación, o toda cooperación humana, debería ser orientada de forma que hiciera posible que la persona que permanece dentro de su órbita se autorrealice mediante la participación”. Wojtyla plantea las líneas fundamentales del como humanizar, es decir, personalizar a la sociedad y las comunidades del siglo XXI.

*Agradezco a mi profesor y amigo Rocco Buttiglione por sus enseñansas sobre la filosofía de Karol Wojtyla, así como las actuales profundizaciones y proyecciones de Juan Manuel Burgos, pero sobre todo, agradezco al Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia por estos 25 años en los cuales he podido conocer más y compartir el valioso legado filosófico de Karol Wojtyla y aprender, saborear y proyectar el magisterio de Juan Pablo II, una luz verdadera que ha iluminado mi camino como laico.

Referencias bibliográficas

Wojtyla, Karol, Amor y Responsabilidad, Razón y Fe, Madrid, 1969.

_____, La trascendencia de la persona en el acto y la autoteleología del hombre, Analecta Husserliana, vol IX, 1979.

_____, Persona y acto, B.A.C., Madrid, 1982.

_____, Persona y acción, Palabra, Madrid, 2011 (versión más correspondiente al original polaco ya que a diferencia de la traducción publicada por la B.A.C. es directa del original)

_____, Mi visión sobre el hombre, Palabra, Madrid, 1997.

_____, El hombre y su destino, Palabra, Madrid, 1998.

_____, El don del amor, escritos sobre la familia, Palabra, Madrid, 2000.

Burgos, J. M., El personalismo, Palabra, Madrid, 2000.

Buttiglione, R. El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, 1982.

David Calderón, “El Pensamiento Filosófico de Karol Wojtyla,” mimeo


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Filósofo y líder cívico humanista, Rodrigo Iván Cortés realizó estudios de posgrado en historia, gobierno, relaciones internacionales, inteligencia y seguridad. Catedrático universitario, es coautor de 8 libros y participa en redes intelectuales y políticas a favor de la vida, la familia y la libertad religiosa. Dirige el Instituto de Análisis de Políticas de Familia y es cofundador y presidente del Frente Nacional por la Familia.