Los concejales de Vox en el Ayuntamiento de Madrid han convencido a los de PP y C’s para que aprueben una moción en la que se retirarán honores a dos mandamases socialistas responsables de que en España estallase la guerra civil: Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto.
Sobre este último se mantienen todavía los retazos de una leyenda rosa, creada entre otros por los falangistas, aunque participase en el asesinato de su jefe. A continuación, repasamos de la vida de un individuo que en esa República idílica que hoy presentan sus correligionarios iba con pistola en el bolsillo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraIndalecio Prieto Tuero (1883-1962) era un liante y una ‘prima donna’. Aparecía en todos los saraos y conspiraciones, aunque fuera sin permiso de su partido, como en el Pacto de San Sebastián. Su calva y su prominente barriga, nada proletaria, delataban su presencia en cualquier lugar.
A la izquierda se le empieza a aplicar la misma ‘memoria histórica’ que ella usa con los demás desde hace décadas
Empezó bien como ministro de Hacienda, pues en esos siete meses garantizó el pago de la deuda pública del Reino de España, pidió consejo a los funcionarios, mantuvo obras de la Dictadura, como la CAMPSA, y no se rodeó de amigotes.
Sin embargo, participó en la deriva bolchevique del PSOE. Y la culpa de Prieto es mayor que la de Largo Caballero, pues éste era un bruto semi-analfabeto y ya sexagenario.
A las Cortes solía ir armado, en recuerdo de sus tiempos violentos en Bilbao y de los presidentes de Gobierno asesinados en atentados terroristas perpetrados por las izquierdas. En una agitada sesión celebrada el 4 de julio de 1934, Prieto sacó su pistola y la amartilló. Luego, con el hábito de los socialistas de mentir, dijo que lo hizo sólo porque vio a un diputado de derechas con un arma, pero no pudo señalar quién fue.
Prieto solía ir armado a las Cortes y en una sesión celebrada en el verano de 1934 empuñó una pistola
El año 1934 lo dedicaron el PSOE y la UGT a preparar su conquista violenta del poder, del que habían sido desalojados por unas elecciones ganadas por las derechas. El 3 de enero, el periódico El Socialista publicó un artículo,
‘¡Atención al disco rojo!’, en el que el PSOE de Prieto y Largo Caballero mostraban su respeto a la democracia:
“¿Concordia? ¡No! ¡Guerra de clases! ¡Odio a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Sí: pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al disco rojo!”
En septiembre de 1934, Prieto fue detenido por una pareja de carabineros en una playa asturiana mientras supervisaba el desembarco de un alijo de armas del buque Turquesa con el que se iban a armar los militantes de la UGT. En los meses centrales de ese año, los socialistas apilaron armas de todo tipo y sus juventudes aprendieron a manejarlas. Lo sabemos por los registros realizados por la Policía en numerosas casas del pueblo.
Prieto, subrayémoslo, contribuyó a traer armas con las que matar españoles. Para huir de sus responsabilidades, escapó a Francia y regresó a España a finales de 1935, para preparar las elecciones de 1936 y el Frente Popular.
Fue detenido mientras alijaba las armas traídas por el ‘Turquesa’ para las milicias socialistas asturianas que se sublevaron en octubre
A partir de la ‘huelga revolucionaria’ de 1934, sabía que su vida corría peligro, sobre todo por sus propios camaradas. Por eso, se montó una escolta personal bien pertrechada de pistolas, porras y navajas: La Motorizada. A sus miembros los entrenaban oficiales de la Policía y el Ejército traidores a sus juramentos, como el teniente José Castillo, de la Guardia de Asalto, y el capitán Fernando Condés, de la Guardia Civil. Esa escolta le salvó la vida cuando los pistoleros de Largo Caballero le tirotearon en Écija en mayo de 1936.
Varios de los terroristas de ‘La Motorizada’ intervinieron en el secuestro y asesinato del diputado José Calvo Sotelo, como Condés.
También participó en el pucherazo de las elecciones de 1936 y en la comisión de actas, en la que el Frente Popular y el PNV despojaron de una veintena más de escaños a las derechas.
El 17 de julio por la tarde, después de hablar con Santiago Casares Quiroga, presidente del Gobierno, declaró a los periodistas una verdad y una mentira: “La guarnición de Melilla se ha sublevado esta tarde. Los trabajadores están siendo pasados a cuchillo”. Así incendiaba el odio Prieto. Horas después, el Gobierno dio armas a las milicias y comenzó un baño de sangre en Madrid y otras ciudades. Los milicianos se dedicaron a matar a curas, burgueses y todo aquel que les pareciera sospechoso, aunque fuera republicano. Entre los que huyeron antes de ser asesinados estaba la ex diputada Clara Campoamor, de quien ahora pretende apoderarse el PSOE.
Fue el primer jerarca del Frente Popular en escapar de España, en diciembre de 1938, tan lejos como a Chile
Prieto difundió el bulo de que los legionarios del coronel Yagüe habían fusilado a cientos de prisioneros desarmados en Badajoz. En un artículo en Informaciones (19 de agosto de 1936) escribió: “En Badajoz los prisioneros fueron encerrados en el local de la plaza de toros y obligados luego a salir al ruedo por la puerta del chiquero. Cuando aparecían en el redondel, desde tendidos, gradas y palcos les ametrallaban los facciosos a placer”. Más mentiras.
Como ministro de Marina y Aire, formó parte del Consejo de Ministros que denegó el indulto al fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, condenado a muerte en un juicio farsa.
Fue el primer dirigente republicano que escapó de España. El Gobierno de Juan Negrín, al que odiaba, le envió como representante en la toma de posesión del presidente de Chile, Pedro Aguirre, y Prieto ya se quedó en América para preparar el cómodo exilio de sus camaradas. Se trasladó a México por invitación del presidente Lázaro Cárdenas, a donde llegó en febrero de 1939.
Vivió rico hasta su muerte gracias a que arrebató el ‘Vita’, rebosante de dinero y joyas, a otro socialista ladrón: Juan Negrín
Su amistad con el dictador mexicano le permitió apoderarse de los tesoros expoliados por las izquierdas españolas. El yate Vita, que los transportaba, atracó en Veracruz en marzo, y Cárdenas se lo entregó a Prieto. Con semejante fortuna, el socialista asturiano mantuvo a docenas de políticos en torno suyo y, como es tradición en su partido, disfrutó de una fortuna.
Otro jerarca socialista sobre cuyos honores conviene reflexionar es Ramón Rubial, quien fue presidente del PSOE entre 1979 y 1999. Con veintiocho años de edad participó en el golpe de estado de octubre de 1934, organizado por su partido. Su misión fue tomar el Ayuntamiento de Erandio (Vizcaya) a punta de pistola. Cuando se comprobó que la revolución fracasaba, huyó y se escondió en Bilbao, donde fue detenido por la Policía.
Al menos no asesinó a nadie, a diferencia de sus camaradas de Mondragón, que secuestraron y asesinaron al diputado tradicionalista Marcelino Oreja. Fue condenado a más de seis años y medio de cárcel por rebelión, pero el Gobierno del Frente Popular le indultó.
Al menos Rubial fue honrado y no robó como hicieron sus jefes de los años 30 y sus más jóvenes camaradas del último cuarto del siglo XX.