La identidad filipina está íntimamente ligada a la fe católica
La identidad filipina está íntimamente ligada a la fe católica

Muy lejos de nosotros, pero muy cerca de las costas de China, más de siete mil islas se encuentran esparcidas en la azul inmensidad del Océano Pacífico.

Son las Islas Filipinas, así llamadas en honor del rey Felipe II de España, un monarca que jugaría un papel decisivo en la historia de los pueblos que habitan aquel archipiélago.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.

Suscríbete ahora

Las Islas Filipinas –esto ya lo hemos dicho en este medio digital- fueron ganadas para el imperio español por Miguel López de Legazpi quien había partido desde la Nueva España (México) a fines de 1564.

Una vez fundada Manila y controlada la bahía de Cavite, se inicia en firme el dominio de España. Esto ocurría en mayo de 1565.

Al mismo tiempo el fraile agustino Andrés de Urdaneta, quien acompañaba a Legazpi en la expedición, supo hallar una segura ruta de regreso a la Nueva España; ruta que los marineros siguieron durante un cuarto de milenio y que hizo posible que aquel lejano archipiélago formase parte del imperio español.

La mayoría de nuestros amigos lectores conoce la gran relación que existió entre España, México y las Filipinas, razón por la cual deseamos abordar tan interesante tema desde otro punto de vista.

Una vez que España consolida su dominio en el archipiélago, importantes personajes de la Corte se acercaron al rey Felipe II para convencerlo de que, por ser un pésimo negocio, lo más conveniente era salir cuanto antes de Filipinas.

Como bien nos dice el historiador Constantino Bayle, S.J “si América rebosaba oro y plata por las grietas de su costra, Filipinas fue pobre….La pobreza de la colonia durante el siglo XVI y parte del XVII fue proverbial” (La expansión misional de España. Editorial Labor. Páginas 210 y 211)

No obstante, y a pesar de que la colonización de Filipinas era un negocio pésimo para la Corona, Felipe II expuso sus razones para continuar en el archipiélago:

“Con tal de mantener una ermita, si más no hubiese, que conservase el nombre y veneración de Jesucristo; porque las islas de Oriente no habían de quedar sin luz de su predicación, aunque no tenían oro ni plata”

Idealismo puro. Un santo afán de llevar la Fe de Cristo hasta aquellas islas paganas era el móvil que impulsaba a este monarca que también es conocido como el Rey Prudente.

Por el modo en que Felipe II hablaba al referirse de la Evangelización de las Filipinas así como por el celo demostrado enviando allá misioneros tal parece que estamos oyendo a Isabel la Católica.

Que no se olvide que el Rey Prudente era biznieto nada menos que de aquella Gran Reina que consumó la Reconquista, contribuyó al Descubrimiento de América y convirtió a España en una Gran Nación Misionera.

Y es que en lo referente a la expansión de la Fe Católica, Felipe II continuó la obra de sus padres y de su bisabuela Isabel enviando a sus dominios de ultramar gobernantes justos que se esforzaron por dar toda clase de facilidades a los misioneros que iban llegando al Nuevo Mundo.

El caso es que, en muy pocos años, Filipinas era ya una nación católica. En 1572 los agustinos habían edificado ya su primer convento que, dicho sea de paso, es el templo más antiguo del archipiélago. Es allí donde se encuentra la tumba de Miguel López de Legazpi.

La conquista espiritual de las Filipinas reviste los caracteres de una auténtica cruzada.

Hoy en día, Filipinas es el único país católico de Asia y es en Manila donde, desde 1614 gracias a los dominicos, existe la más antigua universidad occidental en el Oriente: La Universidad de Santo Tomás.

Como ya en otras ocasiones lo hemos dicho en este medio digital, el idioma castellano se ha perdido en el archipiélago puesto que, para comunicarse entre ellos, los filipinos utilizan el tagalo y el inglés.

Como huella hispánica se conservan antiguas iglesias que suelen estar en intramuros de Manila así como el que una gran cantidad de nombres y apellidos sean netamente castellanos.

Sin embargo, lo que si se conserva y con gran fervor es la fe de los filipinos de la cual dan testimonio gran cantidad de crucifijos e imágenes religiosas no solamente dentro de los hogares sino incluso en la vía pública.

Es de tal magnitud el catolicismo de los filipinos que los Papas han premiado a dicho pueblo otorgándoles el capelo cardenalicio a varios arzobispos.

Incluso los filipinos han tenido el honor de ser visitados por tres Papas en diversas ocasiones: San Pablo VI, San Juan Pablo II y Francisco.

Pues bien, todos estos prodigios de fe han sido posibles gracias a la generosidad apostólica de un Rey Prudente que dio su nombre al archipiélago y que se mantuvo firme en que Filipinas se enviasen misioneros aunque eso no fuera negocio.

Un monarca misionero, dignísimo descendiente de Isabel la Católica.

Comentarios

Comentarios

Abogado, historiador y periodista. Editorialista de el Heraldo de México (1973-2003). Colaborador de varias revistas mexicanas y españolas. Corresponsal en México de la revista Iglesia-Mundo (1981-1994). Autor de 'La cruzada que forjó una patria' (1976); 'Forjadores de México' (1983); 'Los mitos del Bicentenario' (2010) e 'Isabel la Católica. Su legado para México (2013).