Imagen de los últimos de Filipinas.
Imagen de los últimos de Filipinas.

Fue el rey Felipe II de España quien, tras haber incorporado los territorios portugueses de ultramar al Imperio Español, pudo decir con toda razón: “En mis dominios jamás se pone el sol”

Y tenía razón el Rey Prudente porque cuando anochecía en España y era mediodía en México, al mismo tiempo –allá en las Filipinas- aparecían las primeras luces del amanecer.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Muy oportuno resulta recordar que el archipiélago de las Filipinas debe su nombre precisamente a Felipe II.

Al ser parte del Imperio Español, España llevó hasta aquellas lejanas 7 mil islas la religión católica, la cultura occidental y –en lo que fue posible- el idioma castellano.

Pasaron los siglos y cuando, a fines de 1898, arreció la lucha independentista un puñado de valientes españoles resistió durante casi un año en la pequeña iglesia del pueblo de Baler.

El oficial que los dirigía era el capitán Enrique las Morenas, fallecido durante el asedio.

Debido a las deficientes comunicaciones de la época, los sitiados se negaron a creer que ya España había perdido la soberanía sobre el archipiélago pues creían que se trataba de un engaño de los tagalos para obligarlos a rendirse.

Al final, ante la evidencia de los hechos consumados, aquel puñado de valientes abandonó la pequeña iglesia recibiendo los merecidos honores que les tributaron soldados filipinos.

Allí, en Baler, pequeña aldea de la isla de Luzón, situada entre la selva y el mar, a doscientos kilómetros de Manila, se había llevado a cabo una hazaña que hoy en días es admirada por la gente de nuestra época.

Regresaron a España en donde se les recibió como lo que eran: Héroes dignos de ponerse a la altura del Cid, de San Fernando, del Gran Capitán, de Hernán Cortés y de muchos más que cubrieron de gloria la patria que les vio nacer.

Aquel puñado de valientes fue conocido como los últimos de Filipinas.

Pasaron los años y muy pronto se fue desvaneciendo de la memoria popular el recuerdo de aquella hazaña en la cual aquellos héroes comprobaron con amargura como en los dominios de España acababa de ponerse el sol.

Y así hasta que, el 28 de diciembre de 1945 se estrenó la película que hizo honor a la gesta de aquellos valientes, “LOS ULTIMOS DE FILIPINAS” dirigida por el cineasta Antonio Román.

No deja de ser significativo que fuese durante el gobierno de Francisco Franco que, por medio del cine, se hiciera justicia a unos héroes cuya hazaña estaba a punto de caer en el olvido.

Y es que Franco, celoso guardián de las tradiciones españolas, apoyó una iniciativa en la cual se recordaba a unos soldados cuya heroica resistencia habría de inspirar al Coronel José Moscardó, defensor del Alcázar de Toledo.

Y fue así como la película “LOS ULTIMOS DE FILIPINAS” se convirtió no solamente en un ejemplo de cine patriótico sino que hizo posible que en la memoria popular quedase la idea de cómo, también en los tiempos modernos, España seguía siendo tierra de héroes.

Sin embargo, cuando a España llegaron los vientos de la Democracia, muchos de esos vientos, en lugar de ser una brisa refrescante, se transformaron en huracanes que arrasaron cuanto encontraban a su paso.

Fue así como se atentó contra la Familia por medio del divorcio, cómo se asesinó a criaturas indefensas por medio del aborto, cómo se violaron las leyes de la naturaleza por medio de las uniones homosexuales y cómo se eliminó a quienes estorbaban por medio de la eutanasia.

Y entre los vientos huracanados que todo lo iban destruyendo no podían faltar los atentados contra las legítimas glorias de España.

Esa fue la razón por la cual, en 2016 el cineasta Salvador Calvo dirigió la película “1898. LOS ULTIMOS DE FILIPINAS” que aunque trataba el mismo tema lo hacía desde una óptica muy diferente.

A diferencia de la película de Antonio Román, la de Salvador Calvo presenta una versión desagradable en la cual los sitiados en Baler no son héroes dispuestos a morir por España sino más bien un puñado de resentidos dispuestos a cometer los actos más nauseabundos.

Una vez más, sólo que ahora en el campo de la pantalla grande, se enfrentan la Verdad histórica y la Leyenda Negra.

Por medio de la Verdad histórica se enaltece y rescata del olvido a un puñado de valientes; por medio de la Leyenda Negra se les calumnia presentándolos como tipos despreciables.

Dos miradas opuestas las de ambos cineasta que, al menos, coinciden en un objetivo: Que se hable de aquellos militares atrapados en una isla selvática y a miles de kilómetros de sus seres queridos.

Y dentro del mismo tema, nos permitimos recomendar un libro publicado hace un par de años que trata aquella efeméride con gran objetividad: “Más se perdió en Filipinas” cuyo autor es Jesús Valbuena García, biznieto de uno de los supervivientes de Baler y que fue publicado por Ediciones Encuentro.

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Abogado, historiador y periodista. Editorialista de el Heraldo de México (1973-2003). Colaborador de varias revistas mexicanas y españolas. Corresponsal en México de la revista Iglesia-Mundo (1981-1994). Autor de 'La cruzada que forjó una patria' (1976); 'Forjadores de México' (1983); 'Los mitos del Bicentenario' (2010) e 'Isabel la Católica. Su legado para México (2013).