La Iglesia militante puede y debe de rezar por la iglesia purgante
La Iglesia militante puede y debe de rezar por la iglesia purgante

Noches con lluvia y neblina son las noches de Galicia durante los meses de otoño e invierno.

Noches con lluvia y neblina que los aldeanos aprovechan para reunirse alrededor de una hoguera y tener una serie de charlas que fomentan esa convivencia que educa.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Charlas que atrapan la atención de los presentes, especialmente cuando en la penumbra los viejos -con sus rostros iluminados por el resplandor de las llamas- cuentan historias de fantasmas que realizan una macabra procesión detrás de la Santa Compaña.

Mientras saborean castañas asadas acompañadas por un vaso de vino tinto, los allí presentes cuentan acerca de lo que ocurre en una extraña procesión de difuntos.

Cuentan que a media noche, de la iglesia parroquial sale un entierro que es encabezado por un sacerdote muerto hace tiempo y que en vida había sido el párroco del lugar.

Rodeados en todo momento por las brumas propias de Galicia, cuatro de los asistentes cargan con el ataúd mientras la comitiva reza y va entonando responsos.

Y cuentan y siguen contando (ignoramos si los cuentos son verdad o fantasía) que quienes van dentro de tan macabro cortejo llevan unos cirios que proyectan frio en lugar de calor.

Sin embargo, lo más importante de todo esto es que, cuando la Santa Compaña se aparece no lo hace tanto para asustar sino más bien con el fin de pedir que se celebren Misas por el eterno descanso de quienes van en la procesión.

Una cosa es muy cierta: Si por algo se caracteriza el pueblo gallego es por firme devoción hacia las ánimas del Purgatorio.

Desde los primeros siglos, el Cristianismo caló tan hondo dentro del alma popular que los gallegos sintieron como deber de conciencia ofrecer Misas, limosnas y sufragios para lograr el eterno descanso de aquellos seres queridos que, por haber muerto antes, se nos adelantaron en el viaje final.

Uno de los dogmas de la Fe Católica es precisamente el de la existencia del Purgatorio, lugar donde, antes de entrar en el Cielo, habrán de purificarse quienes murieron dejando cuentas pendientes.

El Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por San Juan Pablo II en octubre de 1992 nos dice en el número 1032:

“Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a tener la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos”

No nos cabe la menor duda de que el clima lluvioso y con neblina, así como los bosques frondosos de Galicia contribuyen a darle un toque fantasmagórico a una devoción que, analizándola en su debida dimensión, nada tiene de terrorífico.

Una devoción que es todo un mensaje de esperanza puesto que todo es bueno (Misas, rosarios, comuniones, limosnas, indulgencias, etc.) para aliviar a quienes padecer de ese infierno frío que les condena a vagar por los caminos hasta que su alma esté limpia de toda mancha.

Como antes dijimos, la Doctrina Católica apoya la piadosa costumbre de pedir por el eterno descanso de los fieles difuntos a quienes la liturgia les dedica un día muy especial cada 2 de noviembre.

El caso es que la piadosa costumbre de pedir por los fieles difuntos coló tan profundo dentro del pueblo gallego que el mes de noviembre es conocido como “Mes de Ánimas”

Repetimos: El lluvioso clima de Galicia se presta a las mil maravillas para que dentro del alma popular la imaginación se encienda contando tenebrosas historias.

Muy diferente a lo que ocurre en otras latitudes de la geografía española (Castilla, por ejemplo) en donde el clima seco y el paisaje árido en nada favorecen la aparición de fantasmas que anden vagando en medio de la neblina.

Una vez expuesto todo lo anterior, sacamos la siguiente conclusión: Es un deber de quienes por estar aún con vida formamos parte de la Iglesia Militante ayudar en la medida de nuestras fuerzas a quienes, por estar purificándose, forman parte de la Iglesia Purgante y que, gracias a nuestros sufragios puedan llegar muy pronto a formar parte de la Iglesia Triunfante que es la meta a la cual todos nosotros aspiramos.

Pedir por los difuntos y rogar a los santos que nos ayuden forma parte de uno de los dogmas más importantes que enriquecen nuestra Fe: El Dogma de la Comunión de los Santos.

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Abogado, historiador y periodista. Editorialista de el Heraldo de México (1973-2003). Colaborador de varias revistas mexicanas y españolas. Corresponsal en México de la revista Iglesia-Mundo (1981-1994). Autor de 'La cruzada que forjó una patria' (1976); 'Forjadores de México' (1983); 'Los mitos del Bicentenario' (2010) e 'Isabel la Católica. Su legado para México (2013).