El 7 de septiembre de 1193, el Papa Juan Pablo II visitó en Lituania, cerca de la ciudad de Siauliai, la Colina de las Cruces, un santuario en el que los católicos colocaban estos cruceros, que llegaron a calcularse en 400.000 en 2006.

Aunque la historia venía de le época de los zares, lo cierto es que fue bajo el yugo soviético cuando la colina adquirió mayor fama. En cuatro ocasiones las máquinas arrasaron con las cruces de las montañas, y en otras tantas ocasiones, a escondidas de las autoridades, cientos de ciudadanos anónimos inundaban la colina con los crucifijos.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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La imagen de Juan Pablo II caminando entre miles de cruces dio la vuelta al mundo.

Esa misma imagen es la que ofrece Callosa de Segura, en Alicante. En la noche del jueves al viernes, ha aparecido una nueva cruz, de madera, donde hasta hace unos días se encontraba la original de piedra.

Juan Pablo II camina entre las cruces en su visita al santuario cerca de Siauliai, en Lituania.
Juan Pablo II camina entre las cruces en su visita al santuario cerca de Siauliai, en Lituania.

Pese a que existían procedimientos judiciales abiertos en torno a la cuestión en los que se dirimirá si la retirada del monumento constituye un atentado contra el derecho fundamental a la libertad religiosa y si el Ayuntamiento podía tomar la decisión pese a que tanto el monumento como el sitio en que estaba emplazado es propiedad de la Iglesia, el Ayuntamiento siguió adelante y desmontó el monumento, pese al rechazo del pueblo, y con la Guardia Civil teniendo que hacer un cordón de seguridad.

Desde hacía más de un año los vecinos hacían guardia, día y noche, con frío o calor, en torno al monumento y finalmente, de noche y con mentiras, las autoridades retiraron la cruz, bajo la excusa del cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica.

Curiosamente, horas después de que se retirara la cruz, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana ordenó el cese «de los trabajos de destrucción», pese a que la semana anterior había desestimado las medidas cautelarísimas por no estimar que concurriesen «circunstancias de especial urgencia».

Lo que parece claro es que los vecinos de Callosa van a continuar con su lucha por preservar, no un símbolo de la Guerra Civil, sino un símbolo cristiano, verdadero motivo por el que las autoridades han decidido retirar el crucifijo, pese a los procedimientos judiciales pendientes.

Sin embargo, otro caso que sigue en el candelero es la cruz del Ribalta en Castellón. Tal y como denuncia la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Cruz del Ribalta, el monumento ha vuelto a aparecer con una nueva pintada en la que decía «Púdrete Franco». El presidente de la Plataforma, Javier Torres, ha condenado el ataque y ha solicitado a la alcaldesa de la ciudad, a la socialista Amparo Marco, amparo ante los ataques contra los símbolos cristianos y que se mantenga el espíritu de reconciliación que motivó la modificación de 1979 dedicando el monumento a las víctimas de cualquier violencia, sin importar su condición religiosa.

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