Imagen referencial.
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La tierra ha vuelto a dar otro recorrido alrededor del sol. Ha pasado un año más y nuevamente nos encontramos en la temporada navideña. Una temporada que, según afirman los expertos en mercadotecnia, es la apropiada para cubrir cualquier tipo de compromiso dando un buen regalo.

Y, para dar ese regalo que cubre compromisos o paga favores, el pretexto no podía ser mejor: Puede darse con motivo de la Navidad, con motivo del Año Nuevo o con motivo del Día de Reyes. O sea que a quien se le olvide cubrir su compromiso en Navidad aún tiene otras dos oportunidades como son el Año Nuevo o los Santos Reyes.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Todo se muestra propicio: Miles -por no decir millones- de foquitos multicolores engalanan las grandes ciudades. Un ambiente de fiesta dentro de los grandes centros comerciales en donde una propaganda machacona nos insiste en que debemos gastar, gastar y gastar…

El colmo de tan feroz consumismo lo ha dado el alcalde de Vigo, Abel Caballero, quien no suele escatimar en gastos para jactarse de que la ciudad que él gobierna llegue a tener una iluminación tan deslumbrante que pueda decirse que se ve desde Nueva York.

¿Dónde quedaron aquellos alegres y emotivos villancicos que los niños cantaban en las iglesias o en las plazas de los pueblos de España?

No ponemos en duda los beneficios económicos que trae consigo el consumismo navideño de Abel Caballero, puesto que son miles los forasteros que, al visitar Vigo, dejan en la ciudad miles e incluso millones de euros que ayudan a que se reactive la economía. Ayudan, siempre y cuando, los rebrotes del COVI-19 no echen a perder la fiesta por no haberse respetado la sana distancia.

Siempre que tocamos el tema del consumismo navideño, una gran tristeza invade nuestro ánimo. Y es que, debido al mercantilismo capitalista -hijo predilecto del calvinismo- se ha perdido el auténtico significado de una fiesta tan importante como es la Natividad del Señor.

Las tarjetas navideñas, en vez de mostrar la imagen de la Sagrada Familia, muestran un paisaje nevado propio de los países protestantes del norte de Europa o -el colmo- una simple tarjeta blanca que solamente presenta los nombres de quienes felicitan.

¿Dónde quedaron aquellos alegres y emotivos villancicos que los niños cantaban en las iglesias o en las plazas de los pueblos de España?

Los Santos Peregrinos (Jesús, María y José) han sido sustituidos por un viejo barbón y gordinflón que responde al nombre de Papa Noel y que ¡faltaba más! también nos invita a gastar tan sólo por el placer que produce gastar.

El caso es que nos está invadiendo una cultura anglo protestante que se manifiesta en otras épocas del año como -valga el ejemplo- el Halloween que sustituye a la tradicional y muy española celebración de los Fieles Difuntos.

Una invasión cultural que se encarga de irle quitando el significado a nuestras más bellas tradiciones.

Bueno sería que, en estos días en que el consumismo se encuentra desatado, hagamos un viaje al interior de nosotros mismos. Un viaje que nos haga examinar el camino recorrido durante el año que está a punto de terminar. Y, al examinar el camino recorrido, analizar el bien que hemos hecho, el bien que hemos dejado de hacer y -triste reconocerlo- el mal que le hemos causado a los demás.

Dentro de ese viaje al interior de nuestras conciencias, debe salir el firme propósito de corregir nuestros defectos, poner orden en nuestras vidas y -lo más importante- en el próximo año que está por iniciarse, tratar que las empresas que iniciemos sean para bien nuestro y el de la comunidad.

Un viaje a nuestro interior que tome como modelos a los miembros de aquella Sagrada Familia que, víctimas del egoísmo, no encontraron quienes les hospedasen. Así pues, no caigamos dentro del consumismo derivado del egoísmo y tratemos siempre de ver al prójimo como un hermano y no como un objeto de placer o de consumo.

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