Real Madrid o de cómo no perder nunca la Esperanza
Real Madrid o de cómo no perder nunca la Esperanza

No vi el partido del Madrid contra el City pero me lo pude imaginar. Estoy acostumbrado a esas gestas. Todavía recuerdo aquellos miércoles después de un martes de Champions. Llegaba al colegio con un nudo en el estómago, como si el partido lo hubiese jugado y si los goles llevasen mi sello. Una de mis ilusiones infantiles es de color blanco. Daba igual que al día siguiente tuviese examen, mi mente recordaba la materia ante el miedo de quedarme como la elástica del Real Madrid a la par que vibraba con Benzema.

El deporte no es una de las cosas de las que me guste escribir, empecé en el columnismo haciéndolo para evolucionar a un relato más social, menos alejado de la realidad. Hoy hago un alto en el camino recordando mis orígenes en aquellas páginas webs deportivas para narrar lo que es único. Hablo de lo que nos enseña el espíritu madridista. Uno que provoca que escriba estas líneas con los pelos de punta.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Esta mañana, como el que escucha las mejores piezas de Beethoven me he delitado con las narraciones de la remontada. Que pasión, daban ganas de llorar. Me emocionaba de ser del Real Madrid, le daba las gracias a Dios por haber nacido del mismo equipo del que es él. Porque sí, ya no hay duda. Él es del Madrid, no sé si Jesús sería comunista hoy, pero sí tengo claro que gritaría los goles de Benzema y Rodrigo en el templo, el Bernabéu.

Lo que hizo y hace el equipo blanco representa a la perfección una atribución católica: la esperanza. Un cristiano triste es un triste cristiano, un católico desesperado no ha entendido que nuestra fe es en sí un alegato a favor de los anhelos. “Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis, llamad y os abrirá. Porque cualquiera que pide recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá.” (Mateo 7-11).

No bajar los brazos, mantenerse firmes en la lucha, agarrando la Cruz. Esperanzados en que todo cambiará, en que todo irá a mejor. Esa sensación teníamos los madridistas ayer, o la mayoría. Era el minuto 60 y el Madrid no metía, después marcó el City y todo parecía esfumarse. De pronto los nuestros salvaron los muebles en tres minutos. Espectacular. ¿Suerte? Más que fortuna, es optimismo. Aguantar, vivir sufriendo, pero vivir. En la sociedad en la que estar de pie no merece la pena e irse cerrando la puerta de la vida es lo más fácil, evocar el madridismo es un aleluya a todos los que creemos en un mundo en el que la gente no tiene fe en nada. Por eso hay tan poca tolerancia a la frustración, porque no atraemos la suerte, una alegría que se busca poniendo el corazón en una causa superior. El convencimiento de avanzar, la mentalidad de ganar. Los escépticos llaman fortuna a la providencia.

¡Hala Madrid!

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