La actualidad manda. Por eso, esta vez, sólo puedo escribir sobre el Adviento. No está sucediendo nada más importante en ningún lugar del mundo que el hecho de que Dios se haga insignificante, incapaz de todo y necesitado de tanto, y decida nacer en un cutre, maloliente y cochambroso pesebre. Y es que ésa, y sólo ésa, es la Gran Noticia.
Un año más tengo el privilegio de vivir el Adviento rodeada de niños, y más privilegio aún, de adolescentes. Son ellos los que me enseñan y me ayudan a preparar el corazón y vivir el Adviento. Especialmente los adolescentes, porque con los niños todo es fácil y bonito, especialmente en Navidad, y con los adolescentes todo es un reto, una aventura. Ellos necesitan llegar al fondo, vivirlo todo al máximo, encontrar sentido y plenitud. Necesitan exigirse, necesitan dar pero no quieren hacerlo!!!. Y tampoco quieren ser infantiles, no quieren “ser como niños”… y toca encontrar un doble camino, una manera sencilla y profunda de rezar junto a la corona de Adviento, de enfocar los propósitos de cada día, toca encontrar la manera de entusiasmarles, como adultos, con poner esa pajita cada día en la cuna del Niño Jesús (aún estamos en ello, me temo…).
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLos pequeños me enseñan la ilusión, las ganas sin aburrirse, la constancia… y los mayores me enseñan a buscar la manera de trasformar la ilusión en entusiasmo, que requiere de voluntad más que de pasión.
Cada noche nos ponemos de rodillas en torno a la corona, revisamos si hemos cumplido el propósito, si lo hemos entendido bien y cómo debemos guardar ese propósito en el corazón para seguir cultivándolo cada día. Miramos a ver si nos ha servido para ir limpiando el corazón y ponerlo bonito para el Niño Jesús. Luego leemos un texto de la liturgia de las horas y cada uno va a poner su pajita en esa cuna aún vacía (ni que decir tiene que los pequeños no lo dudan, por supuesto que ponen pajita porque siempre lo cumplen, claro…).
Los adolescentes, algunos de ellos, se quedan atrás disimuladamente y rara vez la ponen, no por no haber sido capaces de cumplirlo sino porque, sencillamente, se olvidaron…Después abrimos el propósito del día siguiente y lo escribimos en la pizarra de la cocina. Durante el día nos lo vamos recordando y buscando maneras de ponerlo en práctica.
Hemos puesto también un mural en un pasillo con un dibujo a lápiz, no tiene más misterio que durante el día, cuando quieran y se acuerden, vayan coloreando trocitos para tenerlo listo en Nochebuena y llevárselo de regalo al Niño Jesús.
Es un privilegio vivir el Adviento sabiendo hacia dónde voy. Claro que ando amargada buscando qué comprar, escandalizada por los precios y de tiendas todo el día… no queda otra. Pero luego llega la tarde, llegan ellos, y entonces recupero la serenidad, vuelvo a poner cada cosa en su sitio, recupero la sencillez del momento de grandísima actualidad social que vivimos y coloreo yo también alguna estrella del mural. Tengo claro que, si no fuese por ellos, yo sería incapaz de abstraerme de ese mogollón que nos rodea y donde, cada vez más, la Navidad se olvida de Jesús.