
Quizás sea casualidad, pero recientemente están llegando comunicaciones y opiniones con afirmaciones bastante engañosas.
En unas se califica a Jesucristo como ‘el primer socialista’ y en otras como ‘el primer liberal’, afirmaciones que llegan desde personas de confianza y formadas.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero, no te engañes. ¡Ni fue lo uno ni lo otro!
Estas afirmaciones son fruto del carácter egocéntrico y soberbio del Hombre Moderno que se obceca en medir todo desde su punto de vista, que considera único e indiscutible, resultado de la desaparición del Mundo ‘anterior’ a la llegada de la Ilustración, la Revolución Francesa y el Liberalismo ‘salvaje’ del siglo XIX.
Por encima del Hombre Moderno no hay nada, no hay límites y si hay son los que se pone a sí mismo, menospreciando todo lo que no entiende y dando explicación a todo como si entendiese de todo.
Lo vemos en la política, lo vemos en la sociedad, lo vemos en la historia, lo vemos en la ciencia y, también, en la fe.
¡El Hombre Moderno lo sabe todo! Y como lo sabe todo modifica la realidad del pasado de acuerdo con sus pensamientos actuales.
El socialismo proyecta su pensamiento social, político y económico sobre una sociedad del siglo I totalmente alejada de la actual. Se autoproclaman defensores del pueblo, de los oprimidos, de la comunidad y de la igualdad, y lo que entienden ellos por luchar contra la riqueza y el poder lo proyectan deformando la imagen de Jesucristo modificando sus palabras a conveniencia.
Otro tanto ocurre con los liberales, al igual que el socialismo buscan puntos en común como la libertad individual, las críticas al poder y la defensa de la dignidad humana para usarlos como anclajes con los que apropiarse de una figura como la de Jesús.
Ambas corrientes sociales, políticas y económicas reinterpretan las enseñanzas de Jesús intentando conectar el mensaje religioso cristiano con sus conflictos e intereses materiales actuales.
Este deseo de ‘apropiación indebida’ no es el único punto en común de socialistas y liberales, también tienen en común su crítica a la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) de Roma en aquellos capítulos que ‘no les convienen tanto’.
A los primeros cuando pone freno a las ideologías totalitarias, al menosprecio del individuo en favor de la colectivización, cuando defiende la propiedad privada y rechaza la centralización excesiva en defensa de la subsidiariedad por la DSI.
Las limitaciones que defiende la DSI tampoco convencen a los segundos, al defender:
- La libertad como un medio para alcanzar el desarrollo personal y el bien común, no debiendo constituirse en un fin en sí mismo.
- Igual ocurre con la democracia, ya que es esta la que debe estar al servicio de las personas y no al contrario, como frecuentemente observamos en los países occidentales.
- Apoyando la ley natural que es anterior a cualquier ordenamiento jurídico de los hombres.
- Abogando por una economía de mercado al servicio del bien común y no como herramienta de explotación de los más necesitados.
- Denunciando cuando el estado de derecho se convierte en instrumento de opresión, alejándose de las necesidades de las personas.
¡Entonces! ¿La DSI es algo del pasado? ¡Ni mucho menos!
Las palabras de Cristo son más de actualidad que nunca, ya que los abusos que se cometían entre los hombres del siglo I son comunes entre los hombres del siglo XXI, habiendo influido la DSI en la ejecución de profundos cambios a lo largo y ancho de todos los continentes, desde su creación por el papa León XIII con la publicación de la encíclica ‘Rerum novarum’ en 1891.
En la actualidad las enseñanzas de Cristo se descubren en la transformación social y la lucha contra las estructuras injustas en América, en el estado del bienestar, la protección social y la garantía de derechos en Europa y la reconciliación, la paz y la lucha contra la pobreza y el hambre en África.
¡Entonces! ¿Por qué unos y otros tratan de apoderarse de la figura de Cristo? Por su propia necesidad de supervivencia que los lleva a su continua transformación y adaptación.
Ambas ideologías, marxismo y liberalismo, nacieron en el siglo XIX, pero permanentemente han ido sufriendo crisis que los han obligado a transformaciones y adaptaciones a la realidad de las sociedades.
Ambas se encuentran en permanente búsqueda de referentes en siglos anteriores que les legitimen y justifiquen.
Ambas han ido modulando su mensaje, los marxistas evolucionando del comunismo al socialismo hasta llegar a la socialdemocracia, los liberales desde el capitalismo y liberalismo ‘salvaje’ hasta el desarrollo de un liberalismo más social, en ocasiones incluso WOKE. Pero los cambios no han terminado, ni terminarán, en la actualidad se enfrentan a nuevos retos como la globalización, la desigualdad económica, el populismo y las tecnologías disruptivas que cambian y crean nuevos paradigmas económicos y sociales, haciéndoles perder constantemente el poder del relato único que cada uno defiende.
¡Qué suerte ser católico y saber que siempre podemos apoyarnos en las palabras universales y eternas de Cristo que no hay que transformar ya que siempre permanecen en plena actualidad!
A pesar de los cambios sociales y culturales sus palabras siempre ofrecerán a toda la Humanidad consuelo, esperanza y servir de guía moral para una vida plena, y significativa para ti y para los que te rodean.
Pero, quizás, lo más importante es la pertenencia a una comunidad y a unas tradiciones religiosas milenarias.
Vicente Medina Prados, Colaborador de Enraizados