¡Quien lo iba a decir! Estados Unidos: ya saben, Jefferson y Tocqueville; los hechos son sagrados; las,opiniones libres; y toda esa cantinela de la libertad de expresión… bueno pues en Estados Unidos te pueden mandar a galeras según lo que digas. Le ha pasado a una actriz secundaria, Gina Carano, de la serie The mandalorian por comparar a los republicanos y simpatizantes de Trump con los judíos perseguidos por el nazismo. Disney y Lucasfilm la han expulsado de la serie alegando que “sus publicaciones en las redes sociales denigrando a las personas por su identidad cultural y religiosa son aborrecibles e inaceptables».

La señora o señorita Carano no ha amenazado a nadie de muerte, ni ha enaltecido a criminales o terroristas, ni ha blasfemado. Nada de eso, simplemente ha expresado su opinión. Discutible, sin duda, y por eso precisamente se llaman opiniones; si no fueran discutibles serían verdades o constatación de hechos. Y además de discutible, desproporcionada, tanto que no hay quien se la tome en serio. Como el 80% de las tonterías que se dicen a diario en las redes sociales. ¿Entonces, porque los mandamases de Disney entran al trapo de las exageraciones y dicen que las opiniones de Carano son “aborrecibles”, y van y la despiden?

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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El problema de los censores es que suelen ser incultos. Ponen a afilar el lapiz rojo a los más torpes de la clase, los que no saben leer entre líneas, gente de alma estrecha y de sesera más estrecha todavía, que cuelan un mosquito y se tragan un camello. Los de Disney y Lucasfilm no deben ser unos Einstein que digamos. 

Las limitadas entendederas le impide al censor captar la ironía o la hipérbole y cuando da con una, la emprenden con el autor, matando moscas a cañonazos

Pero además de incultos, los censores carecen de sentido del humor. Su limitadas entendederas les impide captar la ironía o la hipérbole y cuando dan con una, se ponen nerviosos, y la emprenden con el autor,  matando moscas a cañonazos.

Nadie puede tomarse al pie de la letra una exageración como la de Gina Carano al comparar a los republicanos de Trump con los judíos del holocausto. Salvo alguien tan obtuso como el censor de turno. Lo que pasa es que sus amos le han dado la consigna de que Trump es el demonio con cuernos y tridente; y Biden, la salvación de la democracia americana, y sin más averiguaciones, el chaval dispara contra todo lo que huela a Trump. El expresidente republicano se ha convertido en el mal absoluto sin mezcla de bien alguno. ¿Por qué? Porque ha cometido el único pecado que no tiene perdón en la era del relativismo: ser políticamente incorrecto. 

El horror a la incorrección política lleva a gobiernos, empresas y partidos políticos a ataques de histeria. La propia Disney los tiene llegando a extremos ridículos como suprimir de su catálogo infantil películas como Dumbo, por “odio” a los animales; o Peter Pan y El libro de la selva por “racismo”. Claro que, como es sabido, los episodios de histeria suelen tener algo de teatro. Y Disney, que al fin y al cabo se dedica al espectáculo, monta la farsa antiracista con Garfio y Mowgli cuando le está mirando el público occidental, pero cambia el discurso ante el público de la República Popular China, donde las minorías étnicas no es que sean perseguidas es que son exterminadas y eso de los derechos humanos les suena a… marciano. 

Verán. Resulta que Disney incorporó a un personaje de raza negra al último episodio de la saga Star Wars, un tal Finn, interpretado por John Boyega, inglés hijo de nigerianos. En el cartel de la peli, aparece destacado y bien visible, junto a los protagonistas  Daisy Ridley (Rey) y Adam Driver (Kylo Ren). Pero en el poster que Disney exhibió en China John Boyega sale notablemente encogido en relación a los personajes principales, -como se puede comprobar en la foto-,

y aparece junto con Harrison Ford (Han Solo) y Carrie Fisher (Leia), que tienen un rol secundario.

Pero no sólo lo negro se oculta ante el imperio amarillo. Disney y Lucasfilm suprimieron del flyer publicitario al personaje de Poe Dameron, interpretado por el guatemalteco Oscar Isaac y a la pirata Maz Kanata, encarnada por una actriz mexicano-keniana Lupita Nyong’o.

Y es que la diversidad y la inclusión ni venden ni tienen buena prensa en la idiosincrasia de China. Un país que presume de su raza superior frente a otras a las que debe considerar sucias, a juzgar por un spot publicitario de jabón de lavadora, como se puede apreciar en este vídeo

Quizá este anuncio explique por qué Disney reduce el tamaño y la importancia de un actor negro en Star Wars. Pero business is business puede argumentar alguien. Faltaría más… tan business como el supremacista imperio británico en Asia y África o el belga en el Congo. 

Pero que luego no nos vengan con la farsa de la inclusión y la diversidad. Es muy fácil -y muy cobarde- ser fuertes con los débiles y doblar el espinazo ante los tiranos. Y eso es lo hacen Disney -y otras empresas y otros gobiernos- lanzando, por un lado, cazas de brujas contra quien se atreve a cuestionar lo políticamente correcto, como Gina Carano; y haciendo reverencias, por otro, ante regímenes dictatoriales que se parten de risa con la corrección política. 

Que le pregunten a la República Popular qué opina de los derechos de los negros o de los gays, lesbianas y trans. Que le pregunten si respetan a las minorías religiosas o étnicas. Disney rodó parte de la versión con imagen real de Mulan en la provincia de Xinjiang, donde hay un millón de ciudadanos de etnia iugir -y religión musulmana- internados en campos de concentración. Al final de los créditos, la compañía cinematográfica agradece su apoyo a la Oficina de Seguridad Pública de Xinjiang en Turpan, denunciada por diversas organizaciones internacionales por violación de los derechos humanos. 

Para Disney no es aborrecible hacer negocios con un régimen que mata a inocentes en Tibet o encarcela a cristianos 

Pero mostrarse agradecidos con los carceleros de Xinjiang por las facilidades para el rodaje no es “aborrecible”, como lo eran las opiniones de Gina Carano. Tampoco lo es hacer negocios con un régimen que mata a gente inocente en Tibet, y persigue y encarcela a los cristianos, como si estuviéramos en tiempos de las catacumbas.

Moraleja: ¿Libertad de expresión? Figura en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en las constituciones de los países, pero se está convirtiendo en papel mojado. O mejor dicho en papel relativo. Depende de quien mande, como decía el personaje de Humpty-Dumpty en Alicia en el País de las Maravillas

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Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.