
El jordano Abu Ali, de 38 años, buscaba un cambio radical en su vida. Había perdido su trabajo y se había divorciado de su mujer. Con la excusa de “ser un buen musulmán” se enroló a las filas del Estado Islámico.
Una mañana de mediados de enero, Abu Ali se dirigió hacia Akcakale, en la región de Anatolia Suroriental y situado justo en el borde de la frontera con Siria. Desde Siria, un coche condujo a este joven musulmán a una casa de acogida cercana en la que eran recibidos los yihadistas que llegaban desde diferentes puntos del mundo para unirse al IS.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAbu Ali, según las informaciones recogidas por Infobae, ha relatado: «Esta casa era como un aeropuerto. Allí vi a norteamericanos, ingleses, franceses y personas de otros países. Sólo uno era sirio».
Lecciones de la sharia que fomentaban la lucha contra los infieles
Tras cinco días en los que los dirigentes yihadistas revisaron los antecedentes de los reclutas, se dirigieron a la ciudad de Homs. Durante las primeras semanas en la ciudad siria de Homs, los nuevos combatientes se despertaban antes del amanecer, rezaban y luego salían a correr y hacer flexiones, antes de recibir las lecciones de la sharia. Éstas se centraban en la diferencia entre los musulmanes y los no musulmanes y la necesidad de luchar contra los infieles y los apóstatas.
La primera experiencia impactante que vivió Abu Ali fue durante una reunión que organizó un emir yihadista en la que mostró a los reclutas la ejecución del piloto jordano Maaz al Kasasbeh, quien fue quemado vivo por los terroristas en febrero de 2015.

El joven musulmán no pudo hacer frente a estas imágenes, por lo que el emir le mandó que se retirase de la sala. Sin embargo, unos minutos después le hizo llamar de nuevo para mantener una conversación con él en la que el emir le explicó que “al principio de este curso, usted era un kafir (infiel). Ahora se están convirtiendo en musulmán».
Aunque el jordano Abu Ali se salvó de ser castigado, todas sus acciones comenzaron a ser vistas con desconfianza. En ese momento se dio cuenta de que la nueva vida que había planeado no era lo que esperaba.
Su trabajo: arrastar a los heridos del campo de batalla
Unas semanas después de este hecho, los yihadistas juraron lealtad para ser enviados a luchar en Irak. Pero, Abu Ali ha señalado que en ese momento y con cierto temor habló con el comandante yihadista pare decirle que “él no quería ir a la primera línea” y que si le permitían “hacer la parte administrativa en Raqqa”. Por su parte, el comandante le aseguró que “si se negaba a obedecer, el castigo que podía recibir era la pena de muerte».
El lugar al que huyeron los nuevos terroristas fue a Garma, un pueblo al oeste de Bagdad en el que el joven jordano se ocupaba de arrastrar a los heridos del campo de batalla.
En este sentido, Abu Ali ha recordado que “el trabajo era aterrador”. Por lo que al tercer día junto a otro compañero se dirigieron a un comandante iraquí para decirle que no querían «luchar más”.
Devuelto a Raqqa como segunda oportunidad
Tras cuatro meses en las que fue testigo de numerosas atrocidades y barbaridades, Abu Ali se negó a seguir luchando, por lo que fue devuelto a Raqqa y permaneció unos días en una prisión de ISIS.
Los dirigentes yihadistas le comunicaron que le darían una nueva oportunidad y lo llevarían a luchar a la ciudad siria de Manbij. Tras recibir un mail de su esposa decidió huir de las garras del Estado Islámico pidiendo ayuda a uno de sus compañeros en Irak, un hombre marroquí, que había escapado a Turquía. Su compañero le prestó auxilio. Y en la actualidad, vuelve a ser feliz con su esposa.