Imagen referencial / Pixabay
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Tiene raíces musulmanas y por seguridad prefiere no revelar su verdadero nombre, pero Sandra ahora es cristiana.

Nació y creció practicando el Islam, pues además su padre era el imán de la mezquita de su barrio en Singapur. A pesar de sentir muchas dudas sobre su fe, nunca fue capaz de preguntar a su familia sobre sus inquietudes y aceptó aquello que le enseñaban sin objeciones.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Así vivió hasta que conoció a su marido. Sandra cuenta que “hablando con él me pareció encontrar todas las respuestas en el cristianismo. Cuando le conocí en Singapur, instantáneamente conectamos y juntos avanzamos en el amor a Jesucristo”.

El joven nació en Nigeria y sufrió en sus propias carnes la persecución a los cristianos. Su hermana gemela murió a manos de Boko Haram cuando ambos salían de la iglesia de su ciudad. Afortunadamente pudo huir para salvar su vida.

“Nos enfrentamos y decidimos decir la verdad. Lo que pasó después puso a prueba nuestra fe en el Señor”

A pesar de las diferentes historias vividas, los jovenes decidieron casarse siguiendo el rito musulmán para que la familia de Sandra no sospechara nada. Su historia en común comenzaba, y también la doble vida que les llevó a practicar su fe cristiana a escondidas.

Ser cristianos, un pecado 

Su suerte se acabó cuando un familiar de Sandra les vio salir de la iglesia católica donde se reunían. “Nos enfrentamos y decidimos decir la verdad. Lo que pasó después puso a prueba nuestra fe en el Señor”, cuenta la joven cristiana.

“Me dijeron que tenía que renunciar a mi fe cristiana y convertirme de nuevo al Islam. Yo me negué”

Su calvario comenzó cuando su padre decide separarla de su marido y sus dos hijos. Fue golpeada y torturada por su gran “pecado”, convertirse al cristianismo.

“Me dijeron que tenía que renunciar a mi fe cristiana y convertirme de nuevo al Islam. Yo me negué”, prosigue Sandra. Su padre le amenazó con hacer daño a su familia y a sus hijos porque “lo habíamos deshonrado siendo cristianos y por lo tanto, no podíamos seguir con vida”.

Sandra siguió en contacto con su familia gracias a la iglesia, a la que acudía a escondidas. Gracias a ella, también consiguieron llegar a España para “escapar de todas las amenazas de muerte contra mi familia que prometieron cumplir mis parientes”.

Una nueva vida alejados de Singapur

La familia cristiana decidió dejar todo lo que tenían, su casa, su negocio de compras por internet… y por miedo a ser descubiertos cortaron cualquier contacto con Singapur para reconstruir su vida en España.

Los cuatro miembros pidieron la condición de refugiados religiosos, la cual les fue denegada. Durante tres años han esperado para solicitar el permiso de trabajo, pero es necesario certificar que los miembros no tienen antecedentes penales.

“Estamos sobreviviendo con la ayuda de Caritas y Cruz Roja pero es insuficiente para nuestra familia»

Sobre Sandra pesan cuatro órdenes de detención por no haber presentado los ingresos anuales del negocio que regentaban en Singapur y que no cerraron para no levantar sospechas de sus intenciones de huida. Tras las apelaciones en los tribunales, la multa ha quedado reducida a 2.000 euros, pero la familia no dispone de ningún tipo de ingreso.

“Estamos sobreviviendo con la ayuda de Caritas y Cruz Roja pero es insuficiente para nuestra familia. Hemos sido bendecidos con dos ninos más y deseamos trabajar para proveerles de un futuro mejor”, cuenta desesperada Sandra.

La mujer cristiana no pierde la fe y asegura que “tenemos la esperanza de que nuestra situación va a cambiar a medida que miramos adelante, hacia el futuro”.

El Observatorio para la Libertad Religiosa ha puesto en marcha una campaña para recaudar fondos con el fin de ayudar a Sandra y a su familia a pagar las multas de Singapur antes del 18 de julio, fecha límite para abonar la multa reducida.

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