Xi Jinping, presidente de China / EFE
Xi Jinping, presidente de China / EFE

El millonario y disidente chino Guo Wengui ha declarado públicamente que el Partido Comunista Chino (PCC) «asigna hasta 2.000 millones de dólares al año» para comprar el silencio del Vaticano sobre la persecución en curso de la Iglesia Católica en China y otros abusos de los derechos humanos.

El Sr. Guo hizo estas afirmaciones – sin ofrecer ninguna evidencia de apoyo – en una entrevista del 20 de junio en The War Room de Steve Bannon. Sus explosivas declaraciones se hicieron en el contexto de una discusión más amplia sobre cómo el PCC está gastando enormes sumas de dinero para comprar políticos, medios de comunicación e influencia en países como Australia e Italia.

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«En el 2014, al interior del PCC se tomó la decisión que cada año procurarían 2.000 millones de dólares para pagar al Vaticano para influir en la política del Vaticano sobre China y el Vaticano callara [con respecto al maltrato] de cristianos y católicos y el PCC pueda continuar con su política sobre la religión, ya conoces esa política. Eso es un desastre”, dijo Guo.

Estos gastos, según declaraciones anteriores de Guo, son parte de una estrategia más amplia para lograr la hegemonía global descrita con las iniciales «BGY». Estas  significan Blue=Azul (control sobre Internet), Gold=Oro (comprar influencia con dinero) y Yellow=Amarillo (seducir a personas clave con sexo).

Guo dijo el sábado que el PCC, en su búsqueda de hegemonía, ha estado invirtiendo un porcentaje fijo de los ingresos por el comercio con países extranjeros en el programa BGY desde 2014. El objetivo es comprometer, coaccionar y controlar tantas naciones-estado como sea posible, especialmente su competidor clave: Estados Unidos. Para este fin, señaló que la cuota de BGY para Estados Unidos y otros países comenzó en 1%, y actualmente se ha incrementado a 5%.

Como sinólogo, ¿qué pienso yo sobre las afirmaciones de Guo, específicamente en lo que concierne al Vaticano?

La dificultad de los números chinos

Permítanme comenzar ofreciendo un par de advertencias. El Sr. Guo es un exitoso hombre de negocios que llegó a ser uno de los hombres más ricos de China pero que a menudo juega rápido y suelto con los números. Además, como alguien que ahora está abiertamente comprometido con el derrocamiento del régimen comunista chino, tiende a pintar sus acciones de la forma más siniestra posible.

En este sentido, Guo afirmó que «según los datos de la Oficina de Comercio de EE. UU. el volumen comercial total entre China y EE.UU. en 2018 fue de 7,37 billones de dólares». Sin embargo, según la Oficina de Comercio de EE. UU. los bienes y servicios con China en realidad alcanzaron un total estimado de 737,1 mil millones de dólares en 2018. En otras palabras, las cifras de Guo están infladas por un factor de diez. En lugar de 7,37 billones de dólares en el comercio, estamos hablando de 737,000 millones de dólares donde el 75% son ventas de China a EE. UU. El 5% de esta cantidad sería unos 27.000 millones de dólares.

A pesar del grueso error de Guo con los números, ¿todavía se le puede creer?

Creo que sí, y voy a explicar por qué. Es demasiado fácil confundir un punto decimal al traducir números del chino al inglés. La unidad primaria para expresar grandes números es Wan, que significa diez mil (10.000)-como en la expresión Wan Sui, «Que vivas diez mil años» -y Yi, que significa 100.000.000. Un «millón» es «cien veces diez mil», mientras que «mil millones» es «diez veces cien millones.» Llevo muchos años hablando chino y todavía tengo que comprobar mis números a la hora de traducir.

China ha gastado fuertes sumas de dinero en el escenario mundial en su impulso por la dominación, y sin duda un gran número de funcionarios electos y no electos en todo el mundo se han visto comprometidos de esta manera. Sobornos, dádivas, ofertas de amor u «oportunidades de inversión» como la que Hunter Biden se llevó de su viaje a China, vienen ocurriendo frecuentemente. Son parte de las tácticas que el PCC utiliza para infiltrarse y controlar organizaciones e incluso países enteros. Han comprado tanto dictaduras como democracias, unas y otras luego socavadas por el manejo comercial chino.        

Es casi imposible exagerar sobre la magnitud de esta inversión china. Es conocido por todos que soy un acérrimo crítico del PCC. Sin embargo, siendo el prospecto más improbable de inversión y reclutamiento para ellos, durante cuarenta años he sido abordado por agentes corruptos de la República Popular China que me han ofrecido viajes gratuitos a China y otros “incentivos”.

La descripción de Guo del programa de dominación mundial a través de BGY me parece muy acertada. Ciertamente, Beijing está tratando, en gran parte a través de Huawei, de controlar Internet (azul) y comprar influencia con dinero (oro). Y ello calza muy bien con la costumbre de oficiales chinos que les encanta hablar con siglas como esas.

La afirmación del multimillonario disidente de que un porcentaje de las ganancias del comercio exterior se dirijan al programa BGY también corresponde a una lógica comercial muy utilizada en otros ámbitos. Garantiza de una forma sencilla que, cuanto más importante sea el mercado, más dinero se gasta en pavimentar el impulso de domino chino.

Obviamente, China está gastando mucho más que antes en sus operaciones de influencia en el exterior. El aumento del 1% al 5% de los ingresos señalado por Guo encaja perfectamente con esta imagen. Para dar sólo un ejemplo, se han gastado miles de millones de dólares en EE.UU. para comprar el favor de las universidades estadounidenses en los últimos años. No es coincidencia que a su vez se haya producido cantidades masivas de robo de propiedad intelectual de esas mismas instituciones.

Guo puede estar equivocado en sus cifras pero, en mi opinión, tiene razón en todo lo demás, incluyendo el hecho de que el Vaticano ha estado recibiendo donaciones del PCC. De hecho, el Vaticano ha reconocido la aceptación de tales donaciones, al menos en términos de suministros médicos.

¿El PCC ofrecería «contribuciones» a los funcionarios del Vaticano a cambio de su silencio sobre la persecución de la Iglesia en China, o incluso a cambio de la firma del Acuerdo Sino-Vaticano? Sería sorprendente que no fuera cierto, dado que esa  es la forma en que el PCC se comporta siempre, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

¿Habría funcionarios del Vaticano que habrían aceptado tales «contribuciones»? Así parece, teniendo en cuenta otras transacciones turbias que han salido a la luz en los últimos años.

Por supuesto, el monto total de tales contribuciones no sería de $2 mil millones al año, como Guo erróneamente sugiere. Es más verosímil el 10% de esa cantidad, es decir $200 millones al año, pues sería una cantidad de dinero mucho más fácil de ocultar en la laberíntica red financiera del Vaticano. Podría ser menos por supuesto. Si efectivamente hay una «regla del 5 %», no se aplicaría a las donaciones del Vaticano, ya que no hay comercio entre China y el Vaticano.

A muchos les sorprende lo lejos que ha llegado el Vaticano en sus relaciones amistosas con el PCC. Hace dos años, el canciller de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, asombró al mundo católico al sugerir que la China comunista era el mejor ejemplo de la doctrina social católica en el mundo de hoy.

Y precisamente este mes de mayo, La Civiltà Cattolica, revista que goza de un estatus semioficial vaticano, ha lanzado una nueva edición china. Sus editores jesuitas explicaron que la nueva edición se entiende «como un gesto de amistad en el espíritu de Matteo Ricci, dado el papel cada vez más importante que la lengua china desempeña en el mundo contemporáneo dentro del contexto global».

El mismo Papa Francisco, no deja de hablar elogiosamente sobre China. «Me gustaría ir a Pekín», dijo el Papa Francisco en noviembre pasado en Asia. «Me encanta la China». Incluso insiste en que el gobierno comunista de China protege la libertad religiosa y que «las iglesias están llenas». (Por supuesto, los católicos chinos cuyas iglesias han sido desfiguradas, cerradas o incluso arrasadas quedarían turbados escuchando tales afirmaciones).

Al centro de todo está el acuerdo secreto que el Vaticano firmó con Pekín en septiembre de 2018, que supuestamente se refiere al nombramiento de obispos católicos en China y traza un camino para la normalización de las relaciones diplomáticas.

Y a pesar de la falta de progreso en ambos frentes, el Vaticano parece decidido a prorrogar el acuerdo. En vista de lo mal que ha funcionado para los católicos en China, tanto para la Iglesia en la clandestinidad como para la Iglesia oficial, es difícil no buscar otras explicaciones.

Muchos observadores del Vaticano, incluyendo a John L. Allen, Jr., explican que el Vaticano continúa complaciendo a China como un intento de atraer a Pekín a relaciones diplomáticas plenas. «El Vaticano está avanzando a todo vapor en su cortejo de Beijing, con la meta puesta en mantener relaciones diplomáticas plenas, una posición legal segura para la Iglesia, y una alianza en el escenario global», escribió Allen.

¿Pero, y si Pekín tiene otros planes?

¿Y si los comunistas chinos están simplemente usando el señuelo de las relaciones diplomáticas, junto con donaciones estratégicamente colocadas, para comprar el silencio del Vaticano sobre el aplastamiento de la libertad en Hong Kong o el éxito de la democracia en Taiwán y, sobre todo, la persecución de católicos y otros creyentes en la propia China? ¿Y si simplemente quieren un cheque en blanco para establecer una iglesia títere con una Biblia reescrita que promueva «el socialismo con características chinas», predicado por un clero acobardado que ya se siente abandonado por la Iglesia Universal?

¿Y si los maestros del engaño que dirigen China simplemente están comprando tiempo, literalmente comprando tal como Guo Wengui lo denuncia, hasta completar  sus planes de transformar la iglesia católica china en un brazo de facto del PCC?

Me pregunto si el Papa Francisco, o alguien más, tiene alguna idea de cuánto pueden haber recibido varios funcionarios e instituciones vaticanas en «donaciones» del PCC.

¿Dónde está el cardenal George Pell cuando se le necesita? La mejor manera de que el Vaticano refute las afirmaciones de Guo Wengui sería contratar una auditoría externa y confiable. Esta mirada a los libros de contabilidad debe comenzar en primer lugar por la Secretaría de Estado que negoció el acuerdo sino-vaticano.

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