Europa no se quiere enterar, el problema es el Islam. Así arranca Juan Ghanim cuando rememora su huida de Irak, su país, su casa. Y no es que fuera un cobarde, que antes que renegar de su fe a cambio de trabajar -como ingeniero- para el Estado, prefirió montar una peluquería en la que lucir con orgullo su crucifijo.

Ser ingeniero agrónomo no era suficiente para la administración iraquí, cuya idea de la meritocracia sólo está reservada para quien abraza la fe de Mahoma. Juan tragó saliva y siguió adelante. «¿Qué hacer si tenía dos hijos y una mujer?», asegura a Actuall. Entonces se convirtió en peluquero y creó su propio negocio.

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Pensaba que lo malo ya había pasado, pero las cosas fueron a peor. Los islamistas no consentían que tuviera un crucifijo colgado de la pared. Las amenazas no tardaron en llegar. Al principio en forma de notas. Más tarde sufriría un robo en la peluquería. Juan no se achantó y el crucifijo no se movió.

El acoso islamista se recrudeció y de las amenazas se pasó a las bombas. Le pusieron una en su casa. «Me dijeron: ¿quieres vivir?, cambia de religión». Se acabó. Ahora no tenía más remedio que abandonar Bagdad. Se marchó al Kurdistán con su familia.

Todo eso fue después de la invasión de Estados Unidos, porque antes las cosas eran muy diferentes. «No digo que Sadam fuera bueno, era un dictador, pero cuando llegaron los americanos pensábamos que las cosas irían a mejor». Juan tardó menos de una semana en desengañarse.

Huida gracias al padre Manuel

Juan asistía a misa. De repente, todos escucharon el ruido de los helicópteros norteamericanos que entraban en Bagdad. Juan salió corriendo del templo. Tan exultante estaba que se quitó la camisa para bailar junto a otros fieles. «Gritábamos: ‘salvadnos, welcome americanos», como si fuera la versión iraquí de Bienvenido Mr. Marshall.

Cuatro días le duró la euforia. Los radicales campaban a sus anchas por las calles ante el asombro de Juan y tantos otros que pensaban que la bandera de las barras y las estrellas les traería la paz. Los yihadistas se hicieron notar muy pronto. «Se multiplicaban como setas, los terroristas y las milicias procedentes de Irán (Jarash Jomeini) llegaban en masa».

Luego llegaría su calvario y posterior destierro. Por eso a Juan Ghanim no le coge por sorpresa lo que están haciendo los terroristas del ISIS. «Cuando matan creen que van a ir al paraíso con Alá y Mahoma. Eso no hay que olvidarlo. Pero tras la invasión americana todo empeoró».

«Si EEUU era más fuerte que Sadam y Sadam mantuvo a raya a los radicales, ¿cómo es posible que éstos hayan crecido?»

A Juan le encajan las piezas. Cuando los marines norteamericanos dominaban Irak vio cómo abrían las cárceles y dejaban libres a todos los presos. «Si EEUU era más fuerte que Sadam y Sadam mantuvo a raya a los radicales, ¿cómo es posible que éstos hayan crecido? Hay muchas cosas que quedan en mi cabeza sin respuesta, me da miedo que sigan creciendo».

De aquel infierno Juan escapó gracias a un sacerdote español, el padre Manuel -ahora en Palencia-, que le consiguió los visados para poder viajar a España como refugiado junto a su familia. Más tarde sería acogido en la parroquia de los Carmelitas de Madrid. Desde entonces vive feliz en la capital de España, donde sigue con su oficio de peluquero.

El drama de Irak le recuerda a lo que antes sucedió en Irán. El ayatolah Jomeini derrocó al sha Mohammad Reza Pahlevi. «El sha era un dictador, pero era pacífico hacia el exterior. Tenía buenas relaciones con España, Israel, EEUU…». Jomeini llegó a Teherán desde París en un avion de Air France. Todo bajo la tutela de la CIA. «Qué error, qué gran error».

La última torpeza: el acuerdo EEUU-Irán

Aquello acabó -y sigue hoy- en una República islámica. «Jomeini fue una gran bomba para el mundo», dice Ghanim. Las revueltas de la primavera árabe tampoco le han dejado satisfecho. «En Libia están peor tras derrocar a Gadafi. Y en Egipto Mubarak garantizaba la estabilidad».

La anarquía se ha extendido por el mundo árabe. Abarca desde Oriente Medio hasta el norte de África, hasta el punto que el Mediterráneo es hoy testigo de la muerte de los refugiados que huyen del horror de Siria o Libia.

Juan cree que occidente no está haciendo las cosas bien. Primero, por omisión, porque se permite que los radicales sigan creciendo. Y hoy en Irak, hasta los que apoyaban a Sadam Husein se han unido a las revueltas buscando que crezcan la anarquía y el caos para que la gente añore tiempos pasados y diga: ‘con Sadam esto no pasaba’.

«Hasta que no dejen construir iglesias en los países árabes, aquí tampoco se deberían edificar mezquitas»

Pero el peligro yihadista también salpica a una Europa cada vez más poblada de ciudadanos musulmanes. «No digo que todos sean malos. Pero todos creen que son mejor que el resto porque Mahoma los ha aceptado. Yo digo que hay que aceptar a todos, ellos no. En Europa van creciendo las mezquitas, ¿qué crees que te enseñan allí? No rezan como nosotros«.

Juan Ghanim no se esconde: «Hasta que no acepten la libertad religiosa y dejen construir iglesias en los países árabes, aquí tampoco se deberían edificar mezquitas. Dios es amor, Dios es la paz, soy católico, quiero vivir en paz. Pero tenemos dos problemas en el mundo: los radicales musulmanes y los intereses de los países».

También aquí occidente no se va de rositas. «Hablemos de verdad, al final lo que ha primado son los negocios. ¿Quién le mete la mano a la tarta?» El último error ha sido el acuerdo nuclear entre EEUU e Irán. «Debería haber servido para que Irán viviera en paz con Israel. Si se garantiza la paz de Irán se acaba el problema con Israel». Palabra de Juan Ghanim.

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