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Nuestro líderes políticos sueñan con abolir estas fiestas que recuerdan las dos cosas que más odian, sus dos más enconados enemigos: la fe y la familia. La Navidad significa algo muy grande para nuestra civilización, incluso entre aquellos que han olvidado o rechazado su significado original.

Aquel momento mágico sirvió para hacerles olvidar que en breve volverían a matarse, pero no ese día; era Navidad. Un suboficial galés relata que, en mitad de la noche, una voz desde la trinchera enemiga decía: “¡Soldado inglés, feliz Navidad!”. Alguien contestó en los mismos términos. Esa noche “no hubo disparos, sino esperanza”.

Bueno sería que, en estos días en que el consumismo se encuentra desatado, hagamos un viaje al interior de nosotros mismos. Debido al mercantilismo capitalista -hijo predilecto del calvinismo- se ha perdido el auténtico significado de una fiesta como es la Natividad del Señor.

Los perpetradores serán los mismos que hacen pintadas en las iglesias. Pero en Navidad encuentran algo más: destrozar figuras del Belén. Colau, tras “innovar” con los últimos belenes en Barcelona, ha decidido no ponerlo este año. De la mofa a la eliminación.

Una película plagada de muertes termina con un Nacimiento. Y surge inevitable la asociación de ideas entre Míster Ebenezer Scrooge, el mezquino misántropo del Cuento de Navidad de Charles Dickens, y el funcionario del crimen encarnado por Robert De Niro en El irlandés, la última película de Martin Scorsese.

Ante quienes le critican el derroche, el alcalde de Vigo se defiende diciendo que la gigantesca exposición de luces atraerá a miles y miles de visitantes. De todo ese dinero invertido proveniente de las arcas del Ayuntamiento… ¿No sería prudente apartar un veinte por ciento?

Para la jueza Jara Moura autorizar la suspensión de esta película “constituiría una censura equivocada decretada por el Poder Judicial”. “La hostilidad abierta y deliberada hacia el núcleo central de la fe católica, exponiéndola a burla pública, vilipendio y desprecio, es intolerancia religiosa", denuncian.

La corrección política evita o limita los belenes en lugares públicos, en los escaparates de comercios y negocios y además genera otros problemas ¿Cómo cumplir con la legislación de protección animal sin poner en riesgo a los Reyes Magos? ¿Y el permiso de importación de los camellos?

Claro que ando amargada buscando qué comprar, escandalizada por los precios y de tiendas todo el día… no queda otra. Tengo claro que, si no fuese por mis hijos, yo sería incapaz de abstraerme de ese mogollón que nos rodea y donde, cada vez más, la Navidad se olvida de Jesús.