¿Sabe quiénes fueron algunos de los principales apoyos políticos a la eugenesia? Se sorprenderá:
Theodore Roosevelt, el genocida de indígenas norteamericanos y luego presidente de los EE. UU. que afirmó: «La sociedad no debe permitir que los degenerados se reproduzcan». Cita literal en el libro de Michael Crichton Estado de miedo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraWinston Churchill, que todo el mundo sabe que era alcohólico, pero menos gente conoce que era maníaco depresivo y también racista. Asistió en 1912 al Primer Congreso Internacional de Eugenesia en Londres (hoy la eugenesia la abandera la izquierda, pero fíjese quien la apoyaba en sus inicios) y que fue organizado por Leonard Darwin, el hijo de Charles Darwin. Afirmó W. Churchill: «No comprendo los remilgos respecto al uso del gas… estoy totalmente a favor de usar gas venenoso contra tribus incivilizadas» (citado en Para superar las barreras culturales, de Francis Ghilés en la revista de la OTAN). Autorizó también el uso de armas químicas por la Royal Air Force contra los árabes recalcitrantes (antes de que Sadam Hussein gaseara a los Kurdos y después de que Napoleón lo hiciera con los antillanos).
Y su discurso sobre las razas superiores ante la comisión Real para Palestina, en la Comisión Pell, en 1937 es de no creer para aquellos que lo tengan por ejemplo de liberal o peor, por libertario: «No reconozco que se haya hecho ninguna injusticia contra los rojos indios de América o la gente negra de Australia… por el hecho de que una raza superior, más evolucionada o más amplia de horizontes, haya llegado y se haya instalado en Palestina».
Por supuesto, no puede faltar el relevo eugenista y darwinista por parte de los nazis y también de los comunistas. Así Karl Kautsky, del partido socialdemócrata alemán, que escribió en 1910 Crecimiento y evolución en la naturaleza y la sociedad: “Una nueva raza verá la luz fuerte y bella y llena de vitalidad de los héroes de la antigüedad griega, como los guerreros germánicos de la migración de los pueblos” (citado en Las peligrosas relaciones de las ciencias biomédicas con el nazismo de Fernanda Núñez).
Y por supuesto el ejemplo comunista del Comisario del Pueblo en Salud Pública (1918-1930) Nikolai Semashko: «Perseguimos objetivos verdaderamente eugenistas… no, naturalmente en el sentido de los eugenistas burgueses. Nosotros aspiramos al saneamiento verdadero de los obreros y campesinos, de la población de los trabajadores, es decir, de la inmensa mayoría de la población, al saneamiento verdadero de la raza».
En 1933 la Alemania nazi aprobó la Ley para la Prevención de la Progenie Genéticamente Enferma, en la que clasificaba a las personas en función del valor de su vida como «digna» de ser vivida o «indigna». Stefan Kühl en The Nazi Connection: Eugenics, American racism and German National Socialism, cita que en 1935 un representante del Comité Americano para la Salud Materna que visitó la Alemania nazi, hizo constar en su informe que la eugenesia nazi solo pudo ser formulada tras el estudio cuidadoso del experimento de California. Los nazis admiraron también los estudios eugenistas de los estadounidenses como y sus leyes de esterilización forzosa en el año 1907, planchadas en las logias masónicas por Harry Hamilton Laughlin entre otros.
¿Quién financió la eugenesia de entonces? Los de siempre: las Fundaciones Rockefeller (John Davison Rockefeller II), Ford y Carnegie (Andrew Carnegie – J.P. Morgan). Conviene recordar que la Fundación Rockefeller vendía gas Zyklon-B para las cámaras de gas de sanatorios mentales en EE. UU. que, por cierto, enviaban después los cadáveres a cremar (como hicieron los nazis, o como hacen hoy con los abortos de no nacidos… y no todos los mandan al crematorio o los tratan con un mínimo de dignidad, como se ha podido comprobar en múltiples denuncias de tráfico de órganos y tejido fetal humano, o por tirar restos por desagües o a la basura común y otras barbaridades que se hacen a lo largo de todo el mundo y también en nuestra querida y maltrecha España).
Rockefeller II financió también a partir de 1920 a la higienista racial alemana Agnes Bluhm, y en 1926 a Herman Poll, Alfred Gorjahn y Hans Nachtsheim. También financió copiosamente a Margaret Sanger y la IPPF (International Planned Parenthood Federation, la mayor central abortista del mundo, que tiene consideración de estado en Naciones Unidas…).
Actualmente, los eugenistas parecen seguir al pie de la letra el diseño eugenésico del Nuevo Orden Mundial descrito por Aldous Huxley en su ensayo Nueva visita a un mundo feliz: «En el mundo feliz de mi fantasía, la eugenesia y la disgenesia se practicaban sistemáticamente. Huevos biológicamente superiores recibían el mejor tratamiento prenatal posible… y en otras botellas los huevos inferiores… seres subhumanos para efectuar trabajos que no reclaman pericia. La élite de poder procura directamente ocupación en sus fábricas, oficinas y comercios a varios millones de trabajadores, domina a muchos más prestándoles dinero para que compren lo que ella produce… y como es dueña de los medios de comunicación de masas, influye en el pensar, en el sentir y en el obrar de virtualmente todo el mundo… nunca tantos han sido manipulados por tan pocos».
Los ejemplos que tenemos son múltiples: de William Sadler, adventista: «Las naciones crearán alguna vez la soberanía supernacional del gobierno planetario. La dificultad es la ausencia de jueces competentes para decidir sobre la aptitud o inaptitud biológica de los individuos, deberíais ser capaces de concordar en la desconfraternización biológica de vuestras cepas más marcadamente ineptas, defectuosas, degeneradas y antisociales».
O las declaraciones del ecologismo radical, de altos cargos militares como el general Maxwell Taylor: «Yo he tachado ya a miles de millones de personas. Gente que está en sitios en África, Asia y Latinoamérica… no podemos salvarlos. La crisis de población y la escasez de alimentos nos dice que ni siquiera lo deberíamos intentar. Es una pérdida de tiempo…».
Todos ellos herederos del gran masón Rousseau, que afirmaba que la vida es un don condicional del Estado… o de los malthusianos y darwinistas que han ido imponiendo su agenda y su propuesta: La Carta de la Tierra, el nuevo decálogo de la Nueva Era según Mijail Gorvachov, acordada en la cumbre de Rio de Janeiro en 1992 bajo la dirección del propio Gorvachov, entregada a Kofi Annan, redactada por Steven Rockefeller, Federico Mayor Zaragoza (Unesco) y James Wolfenshom (del mismo Banco Mundial que financia el CFR – Consejo de Relaciones Exteriores de EE. UU.), impulsada por ONGs como: Cruz Verde Internacional y el Consejo de la Tierra (los contenidos de la carta se incluyeron en la cumbre de Johannesburgo en 2002, fue llevada en procesión hasta la sede de la ONU… como merecían los nuevos «diez mandamientos masónicos»).
Ha sido principalmente en las cumbres de la ONU donde se planifica y dirige la agenda política eugenista, que ahora financiamos con nuestros impuestos (¡como el aborto!): en la Cumbre del Cairo en 1994, en la de Pekín en 1995, en Ginebra en 2001 el Glen Cove+5, donde se establecieron los derechos humanos sexuales y reproductivos como marco supranacional.
En Johannesburgo en 2002, donde surge la ofensiva de la ideología de género de la agencia de la ONU para el avance de la mujer, con Carolina Hannan… “para que el aborto sea admitido como un derecho” o no retroceda el número de abortos globalmente, introduciendo los nuevos mandamientos ecologistas, el impuesto reproductivo del feminismo, la ética planetaria del pseudo teólogo Hans Kung… o las piedras de Georgia, que parecen el objetivo final de los sociópatas que marcan el paso de la aberrante eugenesia actual, que es la misma de antes, la misma de siempre, y que inicia una nueva etapa gracias a la plandemia del coronavirus.
Ya han dejado atrás las consignas masónicas de Francis Galton («la producción excesiva y la destrucción al por mayor»), ahora directamente van a por la segunda premisa con la población en general: la destrucción al por mayor, dejando la primera de ellas exclusivamente para la procreación artificial (y que implica la mayor destrucción al por mayor de vidas de la Historia de la Humanidad).