La eutanasia en Holanda se aplica en los bebés recién nacidos. /Pixabay
La eutanasia en Holanda se aplica en los bebés recién nacidos. /Pixabay

Daniela Frizzele es madre de cinco hijos, uno de los cuales falleció al poco de nacer. Junto a su marido, esta pedagoga colabora como voluntaria en La Quercia Millenaria, una asociación de Milán que apoya a los embarazos de alto riesgo y a los fetos terminales.

A pesar de que uno de sus hijos nació, como dice hoy la medicina, «incompatible con la vida», no concibe la opinión de que la eutanasia es «una acto de amor». Es más, señala en una entrevista para La Nuova Bussola Quotidiana, que el amor es algo que te ayuda a mirar, defender y acompañar la vida, siempre».

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Ella y su marido han vivido como su primer hijo sufría anencefalia y aun así, afirma sentirse «perdida» cuando escucha hablar de la eutanasia, aplicada incluso a los ninos.

Reflexiona sobre el significado de la palabra ‘hijo’ y sostiene que «hijo es persona, que se sitúa en la relación generativa entre un hombre y una mujer. La relación padre-hijo hay que leerla en el sentido de la acogida y de la responsabilidad sin posesión; por lo tanto no entiendo, sinceramente, cómo se puede pensar en poner fin a la vida de un hijo».

Daniela recuerda que cuando su doctora les dijo que su hijo sufría anencefalia, les recomendó el aborto de manera inmediata

Para explicar su historia recuerda el caso de Davide, un nino nacido en 2008 sin uréter y sin riñones, y que murió a los tres meses de nacer. Considera que hay que evitar por completo la eutanasia, pero sin caer en el extremo opuesto: la distanasia.

En este sentido, recuerda que cuando su doctora dijo al matrimonio que su hijo sufría anencefalia, les recomendó el aborto de manera inmediata. Su marido se negó en rotundo y creo que «el mensaje que te están lanzando es que tu hijo no es digno de vivir».

Sin embargo, su hijo Matteo nació vivo y explica que durante las tres horas que estuvo vivo, todo el equipo médico en el Hospital San Gerardo de Monza les acompañó en su decisión y se acercaron a conocer al pequeño. «El apoyo de médicos y el apoyo recíproco entre mi marido y yo, el apoyo de nuestras familias, de los amigos, nos permitieron entender qué es una elección de amor», explica.

La madre cuenta que su hijo se mantuvo vivo durante tres horas y así «lo abrazamos, acariciamos, lo bautizamos y después, cuando llegó su momento, dejamos que se fuera»

Cuenta que en esas tres horas «pudimos ponerle rostro, tenerlo en brazos… ha sido todo para nosotros. Él respiraba con dificultad y teníamos miedo de verle sufrir, pero se apagó lentamente sin dar prueba de sufrimiento.

Lo abrazamos, acariciamos, lo bautizamos y después, cuando llegó su momento, dejamos que se fuera. No decidimos nosotros por su vida y esta elección de amor nos dejó en paz, una paz profunda».

Después de Matteo nacieron sus cuatro hijos: Samuele, Sara, Francesco y Elena Maria y sostiene que «es como si esta experiencia de amor entregada a Matteo nos hubiera sido devuelta. Aunque sea breve, la vida siempre tiene un significado. Dentro de esta maternidad y esta paternidad -ahora espiritual, porque Matteo ya no está-, nos hemos comprometido en acompañar a otros padres que reciben un diagnóstico de incompatibilidad con la vida».

En este sentido señala que se han encontrado con casos diagnosticados como «incompatibles con la vida» y que después no han resultado ser así.

Es por este motivo por el que se unen a La Quercia Millenaria y luchan por que los ginecólogos, al realizar el diagnostico, consideren a ese nino como «hijo de una madre y un padre, que les den a los padres la posibilidad de encontrarse con nosotros y de pedir ayuda si quieren llevar adelante el embarazo».

Daniela explica que «detrás de una petición de eutanasia hay una sociedad incapaz de mirar el sufrimiento y acompañarlo»

Además pertenecen a un grupo de apoyo que se llama «La Speranza oltre il dolore» (La Esperanza más allá del dolor) «para ayudar y dar esperanza a quienes sufren, a quienes tienen dificultad en encontrar una respuesta a su experiencia».

Daniela considera que la dignidad de la vida significa «reconocerte en tu total novedad, en tu completa alteridad, aunque estés enfermo, aunque estés destinado a morir al cabo de pocas horas. Dignidad quiere decir reconocerte como persona».

Y por ello, explica que «detrás de una petición de eutanasia hay una sociedad incapaz de mirar el sufrimiento y acompañarlo. Si se reconociera que no hay esperanza en esta vida, que no hay una riqueza dentro de cada uno de nosotros (aunque sea minusválido o esté sufriendo), nos sentiríamos cada vez más solos».

En este sentido, reconoce que hay muchas personas con dificultades «pero también con mucha riqueza y dignidad. De este sufrimiento nacen relaciones muy verdaderas y, diría, humanas gracias a la cercanía».

Por este motivo propone crear una red de médicos, padres, profesionales y especialistas en neonatologia y ginecología para poder acompañar estas situaciones: así, la dificultad, el sufrimiento y la muerte no se viven en soledad. Más bien al contrario, a veces son motivo de sorpresa, de alegría.

Y ella defiende que «no somos personas que amamos el dolor. Somos madres y padres que hemos elegido amar a nuestro hijo por la persona que es, aunque esté enfermo, aunque esté terminal. Es el amor el que te ayuda a superar el sufrimiento, porque el amor es la fuerza más grande… es más fuerte que la propia muerte: si eres amado, y amas, existes para siempre. Y si somos capaces de este amor, ¡verdaderamente hay esperanza!».

(Publicado originariamente en La Nuova Bussola Quotidiana, traducción del italiano por Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares)

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