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Cruda realidad /El caso de Ángel Garó reabre el debate de la violencia doméstica homosexual

El humorista Ángel Garó, participando en un programa de televisión.

El humorista Ángel Garó, participando en un programa de televisión.

El novio de Ángel Garó -si no tienen cierta edad, ni les sonará- ha denunciado al humorista por violencia de género, dibujando un infierno de maltrato, insultos, vejaciones y humillaciones por los que se piden hasta nueve meses de cárcel.

No, no es que Actuall se haya convertido en una publicación farandulera; es que algo así tiene que suceder con un famoso para que el público pueda tener acceso a una realidad pudorosamente ocultada: la violencia doméstica -llamarla ‘de género’ sería bastante estúpido- en parejas homosexuales.

Lo veíamos el otro día en la terrible tragedia de Telford, como antes en Rotherham, o en otros cientos de casos expulsados de los medios por mostrar una realidad que no casa con el dogma: las premisas de la modernidad obligan a una multitud de víctimas a sufrir dos veces, primero con lo que las hace víctimas, y después con la incomprensión y el silencio de la opinión publicada. Son personas que no deberían existir y a las que, por tanto, se les pide abierta o discretamente que se callen, que no denuncien, que sufran en silencio.

El cuento infantil que se ha convertido en ley de la tierra y que vuelven a contarnos en cada ocasión como verdad innegable es como sigue: la violencia en la pareja, siempre o casi siempre del varón sobre la mujer, no es más que una consecuencia inevitable de una estructura, el Patriarcado, que hace de la mujer posesión del hombre, que a menudo expresa su ‘masculinidad tóxica’ en forma de maltrato.

No son, pues, casos aislados ni tienen causas realmente personales, sino que son solo epifenómenos de un sistema con el que hay que acabar. No hay otra causa que la ideológica y los detalles de cada caso son meramente anecdóticos y nos distraen de lo esencial, que es el machismo encardinado en nuestras sociedades.

Y, claro, ese esquema se da de bofetadas con la realidad, especialmente cuando una se asoma a los incontables casos ocultos de violencia en parejas gays.

Uno de los órganos más respetados y seguidos del mundo gay americano, The Advocate, se hacía eco de este estudio asegurando que «refutan el mito de que solo las heterosexuales sufren palizas, que los hombres no son nunca víctimas y que las mujeres nunca maltratan»

No es que no se sepa. Los prestigiosos CDC americanos (centros para el control de enfermedades) publicaron hace ya tres años un estudio, ‘Informe Nacional sobre Violencia Sexual y en la Pareja‘, en el que se revela que los homosexuales sufren e infligen violencia a las personas con las que conviven maritalmente de forma desproporcionada. Es decir, hay más, no menos violencia doméstica en parejas en las que no se puede invocar machismo o patriarcado de ninguna manera. ¿Sorprendido?

La violencia sexual que destapa el informe, además, empieza para muchos de las mujeres bisexuales y transgénero en la infancia, aunque los CDC no extraen conclusión alguna de este hecho ni hacen explícito un nexo causal entre las agresiones y el desarrollo de la orientación sexual.

Esta información, como seguramente ha podido observar estos días pasados de intenso debate sobre nuestra malhadada sociedad machista y patriarcal, no es exactamente de la que nuestros medios querrían tocar ni con un palo pero, lógicamente, preocupan dentro del entorno homosexual, cuyas publicaciones la han aireado a menudo.

Así, uno de los órganos más respetados y seguidos del mundo gay americano, The Advocate, se hacía eco de este estudio asegurando que «refutan el mito de que solo las heterosexuales sufren palizas, que los hombres no son nunca víctimas y que las mujeres nunca maltratan físicamente a sus parejas; en otras palabras, que la violencia no es un problema LGBT. De hecho, es uno de los riesgos sanitarios más graves, y afecta a números significativos en nuestras comunidades».

También la progresista y prestigiosa revista The Atlantic, informando sobre estos estudios, subraya que quienes limitan la violencia doméstica a un sencillo esquema de ‘dominio patriarcal’ están haciendo un flaco servicio a quienes sufren esta misma plaga en la comunidad gay.

Es mucho más difícil denunciar una situación que la narrativa se empeña en hacer poco verosímil, y cuesta mucho más combatir una lacra cuyas causas está prohibido debatir en libertad, porque la ideología dominante ya tiene la respuesta correcta.

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