Retratos de John Adams y Thomas Paine.
Retratos de John Adams y Thomas Paine.

Quizás ahora no tanto pero, hasta hace unas décadas, era enormemente conocido por aquellos interesados en la Historia de las Ideas Políticas el debate entre dos ingleses – Edmund Burke y Thomas Paine- sobre lo benigno o no de la Revolución Francesa. Este debate, según el consenso general, habría supuesto la división intelectual entre el conservadurismo y el llamado progresismo. En cierto modo, así fue.

No obstante, muchas veces se ha simplificado la posición de Burke con la de un contrarrevolucionarismo que defendía el Antiguo Régimen cuando, en verdad, Burke defendía el modelo de Monarquía Parlamentaria surgido en Inglaterra en 1688, que remonta su legitimación política a la Carta Magna de 1215 y reforma las instituciones tradicionales en lugar de optar por el cambio total de la Revolución francesa. Es decir, el caos, la destrucción y, en definitiva, el Terror.

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La elocuencia de los escritos de Burke – recogidos en sus Reflexiones sobre la Revolución en Francia – evitó, en no poca medida, que muchos whigs ingleses cayeran en el radicalismo revolucionario. Sin embargo, aunque es poco conocido aquende de la Mar Océana, unos años antes, en la naciente República Norteamericana Thomas Paine protagonizó junto a John Adams –que más tarde aceptaría las opiniones de Burke sobre la Revolución Francesa- un debate análogo que marcaría el porvenir y la existencia de los neonatos Estados Unidos de América.

Thomas Paine, era un inglés criado en el seno de una familia cuáquera que decidió joven migrar hacia las colonias americanas. Específicamente, a Pennsylvania, donde la mayoría de la población era cuáquera como él. Leyó de manera ávida a Rousseau, Turgot y a otros filósofos franceses que moldearon gran parte de su pensamiento político. John Adams, era un abogado y granjero natural de Massachusetts que conocía con profundidad a los clásicos – en especial, a Cicerón- y la base de su pensamiento sobre lo político se encontraba en autores tan distintos a los conocidos por Paine como Edward Coke, John Locke o el barón de Montesquieau. También, poseía una cosmovisión significativamente cristiana y, a diferencia del rousseauniano Paine que veía al hombre como un ser bondadoso que debía volver a su estado de naturaleza original, Adams creía que la naturaleza humana estaba caída por el pecado original de nuestros primeros padres y tendía a hacer el mal. Y, ciertamente, aunque en muchos de los manuales se nos hable de Rousseau como un gran influyente en los Padres Fundadores, Paine fue el único en adherirse a sus postulados y el resto –salvo Alexander Hamilton, que era un admirador de Thomas Hobbes- estaba en una línea análoga a la de Adams.

El modelo republicano de Paine llevaba a una República de hombres, no de leyes y, según Adams, valía la pena conservar lo más óptimo de la Constitución Británica: el Imperio de la Ley

1776 fue quizás el año más importante para la Historia de los Estados Unidos de América. En esos primeros meses en los que se debatía si no quedaba otra alternativa que declarar la independencia, Thomas Paine decidió publicar el opúsculo Sentido Común, donde daba razones para apoyar la independencia y proponía un nuevo sistema de gobierno para la nueva república. El panfleto, fue bastante leído por todo el país –no hay que olvidar que en la Norteamérica de la década de 1770 el alfabetismo entre los hombres blancos era de un 80% y entre las mujeres blancas de un 70%- e influyó en que muchos colonos reacios a la independencia se mostrasen a favor de la misma y sumó al odio al Parlamento Británico el odio al Rey Jorge.

Los Padres Fundadores no echaban la culpa de la situación al monarca, sino al Parlamento Británico por dos razones: poseía un poder unívoco al margen de cualquier criterio universal sobre Derechos Naturales y un sentido de la Justicia; las colonias se formaron con pactos con el monarca, no con el Parlamento, por lo que este último extralimitaba sus funciones y pasaba por alto las constituciones coloniales. No obstante, Paine tachó al rey Jorge III de negligente y de ser tan culpable de la situación como el Parlamento. Tras hablar sobre esto, Paine propone un sistema de gobierno republicano basado en la idea romántica que tenía Jean- Jacques Rousseau de la Democracia Ateniense. Es decir, una gran Asamblea Nacional que sería un poder unívoco que gobernaría la nación sin límite alguno. Básicamente, el republicanismo de izquierdas que prima en el republicanismo europeo de hoy en día.

La mayoría de los Padres Fundadores quedaron aterrorizados por las ideas radicales de Paine y temían que se expandieran llevando el caos a la causa de los Patriotas. Por ello, pidieron a un hombre de la reputación intelectual de John Adams que escribiera una contestación a los escritos de Paine. Por ello –aunque sin atacar directamente al inglés al hacerlo de manera anónima-, Adams publicó en Abril de 1776 sus Reflexiones sobre el Gobierno. Adams destacó que la forma de gobierno que proponía estaba destinada a fomentar una República de caballeros virtuosos y, por eso, rechazaba el asamblearismo unicameralista de Paine, que derivaba en una Tiranía de la Mayoría, demagogia, corrupción y afán por la destrucción.

En estos tiempos en los que nuestra casta política nos repite al unísono que en España hay Separación de Poderes, es de imperiosa necesidad recordar los escritos de John Adams

El modelo republicano de Paine llevaba a una República de hombres, no de leyes y, según Adams, valía la pena conservar lo más óptimo de la Constitución Británica: el Imperio de la Ley. Siguiendo con la Tradición Occidental de la Política y con una clara influencia de Aristóteles, Cicerón, Santo Tomás y autores más contemporáneos suyos, anteriormente mentados, John Adams apostó por un gobierno mixto con poderes separados (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), limitados entre sí y con unas atribuciones claras. El Ejecutivo, tendría una naturaleza monárquica, siendo un poder independiente plenamente del Legislativo. El Legislativo- a diferencia de la propuesta de Paine-, poseería un sistema bicameral, es decir, una limitación del propio Legislativo dentro del mismo poder. La Cámara Baja – Cámara de Representantes- representaría al pueblo norteamericano en su totalidad, por lo que poseería atributos democráticos. La Cámara Alta –Senado-, representaría a los estados y, por ende, tendría una naturaleza aristocrática. Todas las categorías virtuosas de gobierno hechas por Aristóteles, fundidas en un solo sistema.

Deo Gratias las ideas de Adams se popularizaron por todo el país y fueron las que se acabaron imponiendo por su superioridad evidente. A los pocos años, en 1780, Adams pudo llevar a la praxis su proyecto en la constitución de su estado natal, ratificada sin problema y siendo la primera que poseía un sistema legislativo bicameral que se sumaba a la propia limitación que suponía la separación de los tres poderes. Sin embargo, John Adams no ha visto reconocido su papel de manera justa hasta hace unas pocas décadas.

Por estar destinado como embajador en Londres, no pudo acudir a la Convención Constitucional de Filadelfia, aunque sin sus escritos de 1776 la Constitución no hubiera sido posible. Mucho menos la existencia hasta hoy de la misma, aunque algunos la hayan utilizado a su antojo.

Respecto a su corta presidencia, la impopularidad de las exageradas consecuencias de las Leyes de Extranjería y Sedición de 1798 y el afán de Alexander Hamilton y los radicales Altos Federalistas de su partido por acabar con él, eclipsaron los logros de su mandato. Tampoco hemos de obviar las injustas acusaciones de monárquico que sus oponentes lanzaron contra él por proponer en el Senado que se llamara al presidente Su Alteza el Presidente, Garante de nuestras Libertades o insinuar que los cargos en el Senado fueran vitalicios.

Ante todo, el Primer Conservador de América –como le calificó Russell Kirk- fue un hombre receloso del radicalismo del cambio por el cambio, amén de un hombre de comportamiento coherente con su ideal de República Virtuosa aunque a veces pecara de cabezonería y estuviera malhumorado.

En estos tiempos en los que nuestra casta política nos repite al unísono que en España hay Separación de Poderes, es de imperiosa necesidad recordar los escritos de John Adams si queremos combatir la partitocracia que padecemos. Partitocracia, por cierto, que, aunque con apariencia bicameral, es una única asamblea que controla todo y de la que emana todo. Tal como le hubiera gustado a Thomas Paine.

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