
Steven W. Mosher, uno de los más destacados expertos en China a nivel internacional, ha pronosticado que el gobierno comunista de China abandonará muy pronto toda restricción a los nacimientos. No será por ninguna consideración humanista ni por un reconocimiento de que la actual política es un atropello constante contra los derechos humanos. Mosher, quien conoce mejor que nadie la lógica de los acontecimientos demográficos en el país más poblado del mundo, explica que el control natal ha causado un severo golpe a la economía china. El creciente envejecimiento de la población, la falta de mano de obra joven y el consecuente traslado de fábricas como NIKE hacia otros países han puesto a sonar las alarmas de la cúpula de Beijing.
Recientemente los medios de comunicación han reportado los crecientes rumores sobre este trascendental cambio en las políticas de natalidad de China. Para Mosher, esto es una realidad inminente.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraMosher fue el primer investigador de campo norteamericano en la China comunista. Fue testigo de excepción de la política de un solo hijo aplicada precisamente en el año en que llegó, 1979. Llegó con la opinión favorable de sus compatriotas contemporáneos a favor del control natal y el aborto. Tras presenciar los inenarrables abusos contra las mujeres chinas obligadas a abortar casi hasta momentos antes del parto y a ser esterilizadas en masa, regresó con el firme propósito de detener esa barbarie. Como presidente del Population Research Institute ha dirigido numerosas investigaciones de campo que expusieron el modelo de control natal en China y la infame colaboración del Fondo de naciones Unidas para Actividades en Población (UNFPA, por sus siglas en inglés) entre otros agentes de la maquinaria internacional antinatalista.
«Los ciudadanos chinos no son dueños de su fecundidad. Tienen que pedir permiso para casarse, a los recién casados se les aplica obligatoriamente métodos anticonceptivos, el estado asignan cupos de nacimientos por localidad»
El programa de Planificación Familiar del gobierno del Partido Comunista de China ha sido el arquetipo y paradigma de todo programa similar en el mundo. Allí se desarrolló a plenitud todo lo que los ideólogos antinatalistas pudieron imaginar, pues no existen las consideraciones morales o jurídicas que existen en países democráticos. En China se ejerció por décadas el control absoluto de la fecundidad de las personas por parte del Estado. Allí es el Estado quien decide quién tiene hijos, cuántos y cuándo.
Mosher ha detallado en sus numerosos libros que los ciudadanos chinos no son dueños de su fecundidad. Tienen que pedir permiso para casarse, a los recién casados se les aplica obligatoriamente métodos anticonceptivos, el estado asignan cupos de nacimientos por localidad, las parejas tiene que postular para que se les retire el anticonceptivo y puedan procrear. Las multas para quienes infrinjan estas leyes o las desafíen son impagables. Las sanciones y la persecución son brutales. Hay una policía de planificación familiar que organiza redadas para los infractores y los ciudadanos están obligados a denunciarlos bajo pena de perder cuotas de alimentos y ropa. En caso de que una mujer con una “embarazo ilegal” se fugue, sus familiares pagan las consecuencias y sus casas son destruidas.
Para Mosher, autor del reciente libro Bully of Asia: Why China’s Dream Is the New Threat to World Order, todo este infierno está por acabar y quizás sea anunciado en el Congreso Nacional Popular en los próximos meses. Solo están pensando como sustentarlo por la inminente crisis económica que China afrontaría en los próximos años y darle una apariencia de una decisión política del gobierno central. Hacerlo de otra manera pondría en riesgo la credibilidad de un gobierno totalitario y paternalista que nunca admitiría haber estado equivocado en algo. Ya se estarían trabajando los últimos detalles antes del anuncio oficial.
El gobierno chino se ha resistido por años a aceptar el grave error de adoptar políticas antinatalistas. En el 2007 se comenzó a relajar la política de un solo hijo manteniéndose solo para el 36% de su población, a muchos se les permitió tener un segundo embarazo si el primer nacimiento había sido una niña. En el 2013, Beijing anunció que todo padre o madre que había sido hijo único podía tener un segundo hijo. En el 2015, se permitió a todas las parejas a tener un segundo hijo.
Pero todo ha sido insuficiente y el cambio ya no puede esperar más. En el 2016, el gobierno reportó que la fuerza laboral se había recortado en 3,76 millones de trabajadores, alcanzando un récord histórico. Nike ha cerrado varias fábricas trasladando esa producción a países como India, Vietnam y Myanmar.
Las políticas de control natal en China han traído mucho sufrimiento a su pueblo. Se calcula que son 400 millones de niños por nacer los que han sido abortados desde que se instaló la política de un solo hijo. Otros fenómenos no previstos también se han acentuado. Millones de chinos no encontrarán esposa pues la preferencia tradicional por el hijo varón promovió el aborto selectivo por sexo, condenando a muchas niñas a morir antes de nacer. Ha sido escandaloso cómo muchos grupos feministas han guardado un silencio cómplice sobre este holocausto de discriminación ‘feminicida’.
China con seguridad cambiará 180º su política de natalidad y lo más probable es que muestre la otra cara del control estatal de la fecundidad. No sería una sorpresa que en los próximos años obligue a tener dos hijos o más a todas las parejas hasta alcanzar el número que el Partido Comunista estime que el país necesita. Esa es la lógica del totalitarismo demográfico que en Occidente nos quieren vender como parte del progreso.